viernes, 19 de octubre de 2012

Escenas inolvidables: “Los puentes de Madison” (Unforgettable scenes: "The Bridges of Madison County"


ESCENAS INOLVIDABLES: “Los puentes de Madison”
 
 

 

"Una pantalla grande sólo hace el doble de mala a una mala película"

 

Hay en el cine de principios de este siglo una exagerada tendencia al abuso de sofisticadas tecnologías informáticas, dando  como resultado productos de circo visual y sonoro vacíos de contenido. Para que se produzca cine, ha de haber junto a la parafernalia informática, una mirada humana que complemente la mirada mecánica y artificiosa  de muchos films que inundan las pantallas actuales.

Esta mirada humana y húmeda es la que nos viene regalando desde hace años Clin Eastwood que es, sin ninguna duda, uno de los mayores creadores de cine de las ultimas décadas, y tiene en su haber unas cuantas absolutas obras maestras. Una de ellas es “Los puentes de Madison”, film magistral y profundo, una sabia  exploración de las leyes del corazón hasta llegar a la sustancia misma del sentimiento.

Es además un ejercicio arriesgado del actor-director al ofrecer un registro muy distinto al que nos tenía acostumbrado- era impensable ver llorar de amor a este hombre duro- y moverse al borde del sentimentalismo cursi sin caer en él.

Sin grandes giros argumentales, ni escenas apasionadas de amor-sexo.

Sin estridencias ni brusquedades. Sin ruidos. Con roces y caricias, desde la sencillez, todo va sucediendo pausadamente, progresivamente. Una mirada, un gesto, unas palabras justas.

Con enorme talento el director y los actores hacen que la emoción vaya aumentando como una suave pero incesante lluvia que acaba humedeciendo tu alma. Gran manejo de la cámara, extraordinario montaje, la fotografía, primeros planos, miradas, ojos enrojecidos, sin casi diálogos, la lluvia, la música….auténtico cine, sin espectacularidades, sin efectos especiales, sin cursis diálogos, sin tonterías……personajes de carne y hueso. El argumento ya lo conocemos, el momento decisivo del film:

Día lluvioso.

Francesca entra en su camioneta y suena una delicada melodía.

 

Robert se acerca desolado y empapado de incertidumbre y  angustia. Sus miradas se cruzan y se entienden. No se exigen nada, no se reprochan nada.

 

Entra el marido de Francesca y Robert emprende la marcha. El coche de Francesca detrás. Llueve contra los cristales y contra sus corazones.

 
 

Francesca y su marido se detienen ante un semáforo.

Delante de ellos está la furgoneta de Robert camino para siempre de Iowa.

 

El cerebro de Francesca vibra en dos direcciones, pero tiene que decidir. Por un lado un amor único y verdadero: “Esta certeza sólo se siente una vez en la vida”.

Por otro el dolor que puede hacer a otros seres queridos, amados de otra forma durante muchos años, y unos frenos sociales instalados en el fondo de  su conciencia.

 

El semáforo pasa a verde sin que la furgoneta arranque.

Robert acaricia la cruz que Francesca le regaló, mientras la mira por el retrovisor.

 

El marido se pregunta, ¿pero, a qué está esperando?

 

Robert sigue allí mirando a través del retrovisor a Francesca, alentándola a que abra la puerta, corra y se escapen juntos a ese otro lado del mundo al que había prometido llevarla algún día.

 

Francesca, con la mano en la puerta del coche tendrá su última oportunidad durante el tiempo que dura un semáforo en rojo, para escoger entre una vida simple y un destello efímero.

El cerebro de Francesca decide….aceptar el riesgo de lo nuevo o quedarse quieta.

 

Pero finalmente decide lo que tiene que hacer, los dos caminos se separan para siempre…….

 

Le deja ir.

Una auténtica lección de cine.

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