viernes, 29 de junio de 2012

Casablanca (Casablanca) - (1942) - (Director: Michael Curtiz)




TÍTULO ORIGINAL: Casablanca

AÑO: 1942
DURACIÓN: 102 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: Michael Curtiz.
GUIÓN: Julius J. Epstein, Philip G. Epstein, Howard Koch (Obra: Murray Burnett, Joan Alison).
MÚSICA: Max Steiner.
FOTOGRAFÍA: Arthur Edeson.

REPARTO:
Humphrey Bogart, Ingrid Bergman, Paul Henreid, Claude Rains, Conrad Veidt, Sydney Greenstreet, Peter Lorre, S.Z. Sakall, Madeleine LeBeau, Dooley Wilson, Joy Page, John Qualen, Leonid Kinskey, Curt Bois, Ed Agresti, Marcel Dalio, Enrique Acosta, Louis V. Arco, Frank Arnold, Leon Belasco, Nino Bellini, Trude Berliner, Oliver Blake

PREMIOS:
1943: 3 Oscars: Mejor película, director, guión adaptado. 8 nominaciones

SINOPSIS:
Durante la Segunda Guerra Mundial, Casablanca era una ciudad a la que llegaban huyendo del nazismo gentes de todas partes: llegar era fácil, pero salir era casi imposible, especialmente si el nombre del fugitivo figuraba en las listas de la Gestapo. En esta ocasión el principal objetivo de la policía secreta alemana es el líder checo y héroe de la resistencia Victor Laszlo, cuya única esperanza es Rick Blaine, propietario del 'Rick’s Café' y antiguo amante de su mujer, Ilsa. Cuando Ilsa se ofrece a quedarse a cambio de un visado para sacar a Laszlo del país, Rick deberá elegir entre su propia felicidad o el idealismo que rigió su vida en el pasado. 

COMENTARIOS:

“Hay valores por los que merece la pena hacer sacrificios”, así define el guionista Howard Koch la esencia de una película de las de antes pero con vibración de eternidad. El paso de los años se revela anecdótico en historias que, como ésta, no han sido concebidas para definir una época, sino para estremecer el corazón del hombre. Casablanca es un clásico sencillamente porque lo que en ella está en juego –ese puñado de valores de los que habla Koch- siempre interesa, y atrae, y emociona. Y si la historia del Rick’s Café Américain vino a convertirse en el paradigma del romanticismo, no es menos cierto que desde su alumbramiento allá en 1942 quedó también inventada una nueva terapia contra la desesperación, una medicina que conviene recetarse cuando perdemos algo de eso que podemos denominar confianza en la condición humana.
El argumento, mil veces conocido, narra mucho más que el re-encuentro de dos amantes en el exilio bajo el sonido de las notas de un piano (“play it, Sam”). Rick e Ilsa sufren el shock emocional de contemplarse de nuevo tras su adiós en París, pero ese golpe –¿cruel?– del destino coincide con la efervescencia de un oasis –“vine aquí a tomar las aguas”, dice Bogie– donde hombres y mujeres buscan una improbable libertad, no únicamente política, sino personal. En realidad, Casablanca se convierte en territorio de redención, y el garito de Rick en refugio de los olvidados, en su primer peldaño hacia el paraíso. La atmósfera multiforme del local es tan rica como la amalgama de sus caracteres humanos: rateros, gendarmes, asesinos, contrabandistas, enamorados, ludópatas... Pero la esperanza es siempre la misma. Y hasta el anhelado viaje a Lisboa, cede todo su protagonismo a la propia espera, a una promesa configurada en actitudes de amor, odio, juego, cinismo, amistad, patriotismo –allons enfants de la patrie…–, recuerdo e hipocresía.
La película debe su existencia a Hal B. Wallis, reputado productor de la Warner. Los hermanos Julius y Philip Epstein se encargaron de escribir el guión a apartir de la obra de teatro “Everybody Comes to Rick’s”. Y lo bordaron. Su repertorio de diálogos rebosa de cuerpo y alma, de humor sutil y elegante. Y el tercer guionista, Howard Koch, introdujo en el protagonista su faceta de hombre duro y misterioso, con ese aire pesimista de escéptico en horas bajas… Max Steiner orquestó una música tomada de canciones populares, como la ya mítica As Time Goes By. Y todo lo combinó a la perfección el director Michael Curtiz, quien hizo de Casablanca un género cinematográfico en sí mismo, mezcla de drama, melodrama, comedia, romance, aventura y película de guerra.
Y, sin embargo, Casablanca es por encima de todo la portentosa pasión de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman. Sus primeros planos casi desprenden electricidad y las palabras “Here’s Looking at You, Kid!” se han convertido desde entonces en un talismán, en la fórmula mágica del amor eterno. Probemos también nosotros y digamos despacio, copa en mano, saboreando las sílabas: Va por ti, nena...
Maravillosa es la galería de personajes que se reúnen cada noche en el local de Rick Blaine. Ahí están el cínico y oportunista capitán Renault (impagable Claude Rains), el noble marido Victor Laszlo (Paul Henreid), el fiel amigo Sam (Dooley Wilson), el pobre y mediocre Ugarte (Peter Lorre), el gordo Ferrari (Sydney Greenstreet), el entrañable Carl (S.Z. Sakall) y el “ruso loco” Sasha (Leonid Kinskey). Todos ellos contribuyen a lograr el ambiente verdaderamente inolvidable del Rick’s Café Américain.

Apuntes y curiosidades:

¿Quién no se enamoró de Casablanca al verla por primera vez?, y por segunda, por tercera o por vigésima. El poder de seducción de la película que el Instituto de Cine norteamericano (AFI) consideró como la mejor del siglo después de Citizen Kane (El ciudadano, 1941) sigue intacto. De todas las ganadoras del Oscar®, Casablanca (Casablanca, 1942) es quizás la única que es al mismo tiempo un éxito de taquilla y un film de culto, amada igualmente por los críticos, los cinéfilos y el gran público del mundo entero. En la década del ’70 fue la película favorita de los campus universitarios en Estados Unidos, en los que un público que no había nacido cuando la película se estrenó llenaba las salas para aplaudir determinadas escenas y líneas de diálogo y estremecerse con el intercambio de miradas entre Rick Blaine y su amada Ilsa.
Hoy nos cuesta creer que durante la filmación casi todos los participantes estaban convencidos de que la película iba a ser un desastre y que cuando recibió el Oscar algunos críticos se indignaron de que un “típico producto hollywoodense” se llevara un premio que según ellos debió recibir In Which We Serve (El hidalgo de los mares, 1943).
Una prueba más de que el establishment crítico suele engañarse con respecto a los méritos o perdurabilidad de las  obras que juzga.
Puestos a buscar las razones de la magia indudable de “Casablanca”, una de las principales es tal vez que la película no puede catalogarse en un género determinado, o mejor sería decir que reúne los mejores elementos de diversos géneros: es al mismo tiempo una película romántica, un thriller de suspenso, un film noir, un drama bélico y un folletín de aventuras, y hasta tiene momentos de comedia. Para todos los gustos.
Pero quizás lo que más contribuyó a su legendario encanto es el hecho de que en este caso todos los aspectos positivos del sistema de Hollywood funcionaron a la perfección. Hal Wallis, el productor, consiguió ensamblar un equipo de profesionales de primer nivel en todos los rubros. El guion, cuya historia pasaremos enseguida a reconstruir, estuvo en manos de diferentes especialistas, cada uno de los cuales le aportó lo que mejor sabía escribir; la dirección estuvo a cargo de uno de esos “artesanos” que eran capaces de llevar a buen puerto cualquier material: Michael Curtiz, a veces soslayado por la crítica, pero con una filmografía que se defiende sola. Basta citar, a manera de ejemplo, a Captain Blood (El capitán Blood, 1935), The Charge of the Light Brigade (La carga de la brigada ligera, 1936) The Adventures of Robin Hood (Las aventuras de Robin Hood, 1938), Four Daughters (Cuatro hijas, 1938), Angels With Dirty Faces (Ángeles con caras sucias, 1938), The Sea Hawk (El halcón de los mares, 1940), The Sea Wolf (El lobo del mar, 1941) Yankee Doodle Dandy (Triunfo supremo, 1942) y Mildred Pierce (El suplicio de una madre,  1945).
Y sobre todo, ese elenco incomparable: Humphrey Bogart, definiendo para siempre ese personaje duro pero vulnerable en el fondo que había estrenado en The Maltese Falcon (El halcón maltés, 1941). Ingrid Bergman, con esa espiritualidad que trascendía su considerable belleza y la hacía irresistible. Paul Henreid, un dechado de dignidad. Claude Rains, en su mejor versión del hombre de mundo cínico y amoral que nos sorprende con una imprevista hidalguía. Conrad Veidt, la personificación del nazi arrogante, un villano perfecto para temer y odiar. Sydney Greenstreet, transmitiendo decadencia y corrupción en cada pequeño gesto de Ferrari, primo hermano de su Kaspar Gutman, también de The Maltese Falcon. Peter Lorre, otro vínculo entre los dos clásicos, añadiendo otra rata (pero esta vez con un lado heroico) a su galería de personajes sinuosos. Algunas viñetas recordables: S.Z. Sakall, Marcel Dalio, Leonid Kinsky, Joy Page, Helmut Dantine, Curt Bois, Madeleine LeBeau. Y por fin Sam, que canta “Según pasan los años” mejor que nadie, que le retruca líneas al mismísimo Bogart, y que le asegura su cuota de inmortalidad a Dooley Wilson.
Ese elenco perfecto pudo haber sido muy diferente, y en general mucho menos interesante, si algunas propuestas de casting hubieran prosperado. La primera publicidad que acompañó a la compra del libro (una obra teatral inédita) hablaba de Ronald Reagan, Ann Sheridan y Dennis Morgan como el terceto central. Se barajó el nombre de George Raft para el personaje de Rick Blaine, el de Joseph Cotten como un posible Victor Laszlo, y los de Hedy Lamarr y Michèle Morgan para Ilsa. Incluso en un momento se pensó en un cambio de sexo para el personaje de Sam, que pudo haber interpretado nada menos que Ella Fitzgerald.
Cuando uno piensa en qué podría haber resultado si se hubieran cometido algunas de esas modificaciones en el reparto, tiene que convenir en que Casablanca es, como han comentado muchos, un feliz accidente.
Muy poca gente se acuerda hoy de Murray Burnett y Joan Allison, pero en honor a la justicia todo empezó con ellos, los autores de una obra teatral llamada “Everybody Comes to Rick’s”, la historia de un norteamericano exiliado en Casablanca que termina envuelto en una intriga en la que participan su ex amante, un líder de la resistencia antinazi, un oficial francés de Vichy y un capitán alemán. La historia básica es la misma que la de la película, con dos variantes significativas: en el original el amor perdido de Rick es una americana de dudosa reputación llamada Lois Meredith (de ahí que haya circulado el nombre de Ann Sheridan para el papel) y al final el héroe termina en la cárcel.
El libro llegó a la Warner Brothers el 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque a Pearl Harbor. Uno de los lectores del estudio, Stephen Karnot, lo recomendó a Hal Wallis, entonces uno de los principales productores de La Warner, que dos semanas después dio luz verde al proyecto.
La obra pasó por varias manos en el proceso de adaptación: después de una pulida inicial a cargo de los guionistas Aeneas McKenzie y Wally Kline, Wallis designó a los mellizos Julius y Philip Epstein como responsables del libreto. Los hermanos tenían un don para el diálogo irónico y mordaz, y muchas de las líneas inmortales de Casablanca (“los sospechosos de siempre”, “soy sólo un pobre oficial corrupto”, “vine a Casablanca por el agua”) son de su cosecha. Habían trabajado antes con Claude Rains y re-escribieron el personaje de Renault (Rinaldi en el libro original) con el actor en mente.
En tanto, Wallis designó al director, Michael Curtiz, y el elenco fue tomando forma. Algunas decisiones al respecto influyeron en el guion: cuando Wallis negoció con David O. Selznick la contratación de Ingrid Bergman para el principal papel femenino, Lois Meredith se transformó en Ilsa y el personaje fue re-escrito para hacerla no solamente europea sino también idealista y más etérea, de acuerdo con la personalidad de la actriz. Curtiz recomendó que el villano tuviera más entidad, y así el capitán Strasser del libro original fue ascendido a mayor y cobró más peso y amenaza.
Humphrey Bogart aceptó el papel de Rick pero pensaba que el personaje todavía no estaba bien desarrollado, a partir de lo cual Wallis incorporó a Howard Koch al equipo de guion. Koch, que había sido el adaptador de la célebre versión de “La guerra de los mundos” de Orson Welles, trabajó en la historia previa del personaje y le dio un perfil más heroico y más comprometido políticamente, incorporando su actuación en la guerra civil española y en Etiopía. También fue estableciendo la posición de Renault, que en definitiva daría pie a la célebre vuelta de tuerca final.
En este punto Hal Wallis le pasó el guion a Casey Robinson, uno de los especialistas en melodrama de la Warner, que había escrito varias de las aventuras que protagonizaba Errol Flynn e historias románticas para Bette Davis. Robinson fue el responsable del flashback de París y replanteó el encuentro de Ilsa y Rick en el departamento de él en Casablanca.
Aunque el final todavía no estaba resuelto, la filmación empezó el 25 de mayo de 1942. La confusión sobre cómo iba a terminar la historia influyó en la actuación de Ingrid Bergman, que al no saber con quién iba a quedarse transmitió la misma inseguridad a su personaje.
Nadie estaba conforme con la solución de la obra: Rick deja escapar a Ilsa con Laszlo y se entrega a las autoridades, que lo encarcelan. Con Estados Unidos en guerra, el protagonista no podía tener un final tan deslucido. Las posibilidades más claras eran : 1) Rick promueve el escape de Ilsa y Laszlo y muere heroicamente cubriendo la huida; 2) Se produce un enfrentamiento en el aeropuerto, Strasser mata a Laszlo, Rick mata a Strasser y se queda con Ilsa. Ninguna de las dos versiones lo convencía a Hal Wallis: en una terminábamos con Bogart muerto y en la otra, si bien había un final feliz, se minimizaba la causa al eliminar al personaje que encarnaba la resistencia al régimen nazi.
A esta altura el guion volvió a manos de los mellizos Epstein, para trabajar el último acto de una vez por todas. Según la leyenda, los dos volvían del estudio después de haberse devanado los sesos tratando de encontrar un final satisfactorio, y detenidos en un semáforo dijeron a la vez: “¡Los sospechosos de siempre!”. La solución era hacer intervenir a Renault a favor de Rick y de esa manera podía terminar la película con el renunciamiento del héroe y el triunfo final de los buenos. De paso el tono agridulce esquivaba el “happy ending” convencional.
Con el tema arreglado, la filmación siguió adelante y finalizó el 3 de agosto. Aún había un detalle pendiente: la línea final no estaba escrita. Deliberadamente Curtiz había elegido un plano general de Rick y Renault de espaldas para dar margen a insertar cualquier entrada de diálogo en un doblaje posterior. Había cuatro posibilidades para la respuesta de Rick a “los diez mil francos deberían cubrir nuestros gastos”, de Renault:
1.- Louis, empiezo a ver la razón de tu repentino ataque de patriotismo. Al defender a tu país, estás protegiendo tu inversión.
2.- Si llegas a morir como un héroe, Dios proteja a los ángeles.
3.- Louis, debería haber previsto que ibas a mezclar tu patriotismo con un poco de interés.
4.- Louis, creo que éste es el comienzo de una hermosa amistad.
Con muy buen criterio, Wallis terminó decidiéndose por la última (que él mismo había ideado).

Casablanca es una de las películas con mejores diálogos en toda la historia del cine, en lo que reside una buena parte de su atractivo. Algunas citas:

UGARTE (Peter Lorre): Usted me desprecia, Rick, ¿verdad?
RICK: Si alguna vez pensara en usted lo despreciaría.



YVONNE: ¿Dónde estuviste anoche?
RICK: Fue hace tanto tiempo que no me acuerdo.
YVONNNE: ¿Te veré esta noche?
RICK: Nunca hago planes con tanta anticipación.



RENAULT: A veces me pregunto por qué no vuelve a Estados Unidos. ¿Se robó los fondos de una iglesia, se escapó con la mujer de un senador o mató a alguien?
RICK: Es una combinación de las tres cosas.
RENAULT: En nombre del cielo, ¿qué lo trajo a Casablanca?
RICK: Mi salud. Vine a Casablanca por el agua.
RENAULT: ¿El agua? ¿Qué agua? Si estamos en el desierto.
RICK: Me informaron mal.



STRASSER: ¿Cuál es su nacionalidad?
RICK: Borracho.


RICK: Si es diciembre de 1941 en Casablanca, ¿qué hora es en Nueva York?
SAM: No sé. Se me paró el reloj.


RICK: Este revólver apunta a tu corazón.
RENAULT: Es mi punto menos vulnerable.


Hay que recordar que nadie (ni Rick, ni Ilsa) dice nunca en la película “Tócala de nuevo, Sam”. Otras líneas pasaron a formar parte del folklore universal, como el intraducible brindis de Rick a Ilsa (“Here’s looking at you, kid”), toda la tirada final en la despedida entre los dos, especialmente “We’ll always have Paris”, y la famosa salida de Renault después del clímax: “El mayor Strasser ha sido asesinado. Arresten a los sospechosos de siempre”, amén de la inmortal frase de cierre. En “Cuando Harry conoció a Sally”, Billy Crystal comenta: “es la mejor línea final de una película de todos los tiempos”.

Tráiler:

Calificación: Extraordinaria.

martes, 26 de junio de 2012

The Grapes of Wrath (Las uvas de la ira) - (1940) - (Director: John Ford)




TÍTULO ORIGINAL: The Grapes of Wrath

AÑO: 1940
DURACIÓN: 129 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: John Ford.
GUIÓN: Nunnally Johnson (Novela: John Steinbeck)
MÚSICA: Alfred Newman.
FOTOGRAFÍA: Gregg Toland.

REPARTO:
Henry Fonda, Jane Darwell, John Carradine, Charley Grapewin, Dorris Bowdon, Russell Simpson, John Qualen, O.Z. Whitehead, Eddie Quillan, Zeffie Tilbury.

PREMIOS:
1940: 2 Oscars: Mejor director, actriz secundaria (Jane Darwell). 7 nominaciones.
1940: National Board of Review: Mejor película.
1940: Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película.

SINOPSIS:

Tom Joad (Henry Fonda) regresa a su hogar tras cumplir condena en prisión, pero la ilusión de volver a ver a los suyos se transforma en frustración al ver cómo los expulsan de sus tierras. Para escapar al hambre y a la pobreza, la familia no tiene más remedio que emprender un larguísimo viaje lleno de penalidades con la esperanza de encontrar una oportunidad en California, la tierra prometida.
Obra maestra de John Ford, adapta fielmente el libro de John Steinbeck, pero con más optimismo. Es de los pocos filmes de realismo social de los 40, cuando casi todo el cine era de evasión, para hacer olvidar al público sus problemas. Magníficos Jane Darwell y Henry Fonda, madre e hijo en la pantalla.

COMENTARIOS:

John Ford adaptaba una conocida obra de Steinbeck, que hablaba de las vicisitudes de una humilde familia norteamericana en los difíciles años de la Gran Depresión. Ford supo imprimir de sentimiento a una historia dura y terrible, del periplo de la familia Joad por los deprimidos parajes del mundo agrario norteamericano en un larguísimo viaje que les llevará desde Oklahoma hasta California en busca de un medio para salir de una situación precaria que no es exclusiva de ellos, sino que muchos como ellos están sufriendo. Aunque el centro del relato son los Joad, Ford no descuida insertarlos en un contexto deprimido, terriblemente realista, de una América que no es precisamente la "tierra de las oportunidades", sino más bien todo lo contrario.
El realizador no abandona en ningún momento la mirada hacia la pobreza y la desesperación de unas personas que han sido despojadas de todo, no sólo por los nuevos tiempos sino por una situación económica de crisis. No necesita realizar contrastes facilones, ya que el poderoso aparato propagandístico norteamericano, ya lo hace por él, limitándose a mostrar la cara oculta del famoso "sueño americano". Aunque fue un film de los que se denominan de "encargo", Ford volcó parte de sus vivencias y de su herencia en el film. Es inevitable ver este film y no pensar en muchos momentos en films como "¡Que verde era mi valle!", despojado de la exaltación patria pero compartiendo con él, no solo la idea del fin de un tiempo, y la necesidad de emigrar debido a los nuevos tiempos, sino también reflejando los valores familiares que ha caracterizado al realizador irlandés.
Seguramente no le fue nada difícil identificarse con los Joad, y comprender y hacernos comprender el desarraigo que sienten, despojados de la tierra en la que han vivido varias generaciones teniendo en cuenta sus orígenes, con lo que consiguió llevar a su terreno el texto original de Steinbeck. La esencia o el espíritu más bien, permanecen intactos, sobretodo cuando Ford nos enseña el fondo, con un realismo crudo, seco, descorazonador reforzado por la espléndida fotografía de Gregg Toland, cuyas imágenes son capaces de conmovernos hasta lo más profundo.
Sin embargo, Ford, en lugar de tirar por el camino del radicalismo de Steibeck, optó por un camino más social, y mucho más familiar, conectándolo con su propio universo particular. Como es habitual en él, arrancó unas soberbias interpretaciones de todo el reparto (sobre todo de Henry Fonda que es el personaje que más evoluciona de las diversas vivencias que vive, adquiriendo plena conciencia social), consiguiendo mostrar personas corrientes en toda su dimensión humana. El habitual lirismo y sentimentalismo de Ford, no exento de alguna gota de humor (muy escasa, la verdad), se pusieron al servicio de una historia realmente conmovedora que habla simplemente de personas humanas.
Este filme desgarrador deja muy en claro por qué John Ford ganó cuatro Oscars. Su elegante manejo de la cámara (utilizando planos bien cuidados, el movimiento cadencioso de la cámara y la sutileza de la panorámica), su dirección de actores milimétrica, su talento como narrador de pulso impecable, su cuidada y detallista puesta en escena, pero sobre todo la maestría con que Ford nos muestra la miseria humana, la tristeza y desolación absoluta de la vida, la imposibilidad de vivir honestamente en un mundo deshonesto, el pesar de las adversidades que nunca vencen a los personajes, personajes que luchan contra viento y marea para salir adelante en esa vida sucia e injusta que les tocó vivir, hacen de esta cinta, una verdadera obra maestra de la cinematografía universal. Un drama que por momentos parece tragedia... una película que por momentos parece ser la historia verdadera de una vida verdadera.
Maravilloso discurso final, un discurso que justifica el dolor y la pena de la familia Joad y de toda la familia. Fonda, inmenso como siempre.
El maestro Ford nos demuestra por qué es tan buen director... porque sabe contar historias, porque sabe hacernos sentir parte de sus historias. En definitiva, Las uvas de la ira es una obra maestra del genio del western que sirve incluso como desmentido hacia aquellos que alguna vez tacharon a John Ford de carca y conservador.

Tráiler:



Calificación: 6 de 6.

domingo, 24 de junio de 2012

To Kill A Mockingbird (Matar un ruiseñor) - (1962) - (Director: Robert Mulligan)


To Kill A Mockingbird
Duración: 129 min.
Año: 1962
País: EE.UU.
Dirección: Robert Mulligan.
Reparto:
Gregory Peck, Mary Badham, Phillip Alford, Robert Duvall, John Megna, Frank Overton, Brock Peters.
Argumento: Harper Lee (Novela "To Kill A Mockingbird").
Guión:  Horton Foote.
Música: Elmer Bernstein
Fotografía:  Russell Harlan.

PREMIOS:



1962: 3 Oscars: Mejor actor (Gregory Peck), guión adap., dirección artística. 8 nominaciones.
1962: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película).
1962: Premios David di Donatello: Mejor actor extranjero (Gregory Peck).

SINOPSIS:
En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y valiente defensa de un inocente le granjea enemistades, pero le otorga el respeto y la admiración de sus dos hijos, huérfanos de madre.

COMENTARIOS:
Dijo Kubrick que prefería adaptar libros de baja calidad, para que la gente no saliera del cine diciendo que “el libro era mucho mejor”. No pensó lo mismo el productor Alan J. Pakula cuando descubrió el libro 'Matar a un ruiseñor', de Harper Lee, al poco tiempo de su publicación, y se dio cuenta de que era un excelente material que podría dar lugar a una gran película. La autora recuperaba en tono nostálgico episodios de su infancia, y de su amigo el escritor Truman Capote. Pakula y el director Robert Mulligan tuvieron la suerte de llegar a un acuerdo con la escritora justo antes de que ésta ganara el premio Pulitzer, lo que habría encarecido el precio. Pakula encargó el guión al dramaturgo Horton Foote, autor de 'The Chase', obra en que se basó La jauría humana. Cuando Pakula llevó el guión a los ejecutivos de Universal, éstos no parecían excesivamente convencidos. Por suerte, el hábil productor había conseguido que le llegara una copia del guión a Gregory Peck. Éste se sentía tan identificado con el personaje, que los estudios dieron luz verde al proyecto. Entre los miembros del reparto destaca la presencia de Robert Duvall, que debutaba en la gran pantalla.
El equipo de producción organizó un casting en diferentes pueblos del sur, para encontrar a unos niños similares a los de la novela. Entre miles de candidatos seleccionaron al joven Phillip Alford (Jem), y a la niña Mary Badham (Scout), hermana de John Badham, el director de Juegos de guerra. Ambos conectaron a la perfección con Gregory Peck, lo que explica que en la pantalla éste parezca realmente un padre que se toma tiempo e interés por educar a sus hijos. “Cuando yo iba creciendo, me acordaba de las lecciones sobre la vida que me daba Gregory Peck en la película”, recordaba años después Mary Badham, que iba regularmente a jugar con los hijos de los Peck a su casa.
Frente a tantos autores que se desentienden de las adaptaciones de sus obras al cine, Harper Lee estaba tan entusiasmada que decidió pasarse por el rodaje. Al propio Gregory Peck le gustaba rememorar el encuentro: “Me fijé en que la autora estaba detrás de la cámara, mirándonos actuar. Creí haber visto un brillo en sus mejillas. Me sentí satisfecho, porque parecía emocionada. Al acabar la toma, me acerqué a ella y le dije que me parecía que sus mejillas brillaban. Me dijo, entre lágrimas, que le estaba trayendo muy buenos recuerdos: ‘Es que tienes la misma barriguita que mi padre’, me explicó la escritora. Cuando vio la película montada, Harper Lee estaba tan contenta que le regaló a Gregory Peck un reloj que había pertenecido a su padre. “Me recuerdas tanto a él que quiero que lo tengas tú”, le dijo. El regalo tiene más valor, si cabe, porque según se deduce del libro y de la película, era el único objeto de valor que poseía su padre. Gregory Peck lo llevaba en el momento en que recibía de manos de la actriz Sophia Loren -su compañera en Arabesco-, el único Oscar de toda su carrera. El filme triunfaba asímismo en la categoría de guión adaptado.
 Gregory Peck siempre dijo que se trataba de su película favorita. El actor encarnó como nadie en la pantalla la figura paterna idealizada que todo el mundo tiene en la memoria. Enseña a sus hijos con cariño y con su propio ejemplo valiosas lecciones sobre la integridad humana, el sentido del deber, la justicia, la familia, y la importancia de vivir en comunidad y de aportar algo a la misma. Sus niños aprecian el esfuerzo, pero sólo con el paso del tiempo entenderán el verdadero legado de su padre.
Es muy complicado hacer una película con mensaje y que no parezca un panfleto. Generalmente, el público asiente ante lo que se le dice, mientras bosteza porque como obra de ficción no entretiene. Afortunadamente, "Matar a un ruiseñor" alcanza altas cotas de calidad junto con sus ideales, en una simbiosis perfecta que también tenían "Los Simpsons" en sus primeras temporadas.
El guión tiene una alquimia muy especial, principalmente, sin desmerecer al resto del reparto, por un Gregory Peck que se echa la cinta a sus espaldas, ¿se imaginan que Atticus no fuera él? Probablemente no perdonaríamos un nombre tan feo para un protagonista. Pero él lo hace entrañable y lo dota de muchísimas aristas.
Hoy su trama puede parecer casi ciencia ficción, pero no olvidemos que fue rodada en los 60, cuando un jugador como Bill Russell era un héroe para la NBA...pero que no podía encontrar hoteles donde convivir con sus compañeros blancos. El tema racial llegó a cotas increíbles, una herida no cerrada hasta la Guerra Civil entre Norte y Sur. Por ello, que nadie dude que el desprecio que el pueblo siente hacia Atticus por defender a un hombre de color, se hubiera dado en muchos lugares de la geografía estadounidense.
El valiente abogado tiene que dar un salto de fe que lo saca de su gris viudedad y monotonía, granjeándose muchas enemistades, pero gozando del apoyo de los niños del pueblo, pues quizás esa sea la gran lección de "Matar a un ruiseñor", un guiño a la edad de la inocencia y una oda a los abogados de causas perdidas.


Calificación: Obra maestra.

Tráiler:

sábado, 23 de junio de 2012

Gran Torino (Gran Torino) - (2008) - (Director: Clint Eastwood)



TÍTULO ORIGINAL: Gran Torino.

AÑO: 2008.
DURACIÓN: 119 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: Clint Eastwood.
GUIÓN: Nick Schenk (Historia: Nick Schenk, Dave Johannson).
MÚSICA: Kyle Eastwood, Michael Stevens.
FOTOGRAFÍA: Tom Stern.

REPARTO:
Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, John Carroll Lynch, Cory Hardrict, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, Doua Moua, Sarah Neubauer, Chee Thao

PREMIOS:
2008: Globos de Oro: Nominada a la Mejor canción.
2008: National Board of Review: Mejor actor (Clint Eastwood), mejor guión original
2008: Premios David di Donatello: Mejor film extranjero

SINOPSIS:
Walt Kowalski es un anciano gruñón, jubilado tras 50 años de trabajo en una fábrica automovilística, que acaba de quedarse viudo. Incapaz de comunicarse con sus inmaduros hijos –que pretenden llevarle a una residencia– o con su nieta –vestida con ropa poco recatada–,se siente incómodo en su barrio globalizado, lleno de pandillas conflictivas de orientales, latinos y afroamericanos. También tiene todo tipo de prejuicios hacia sus vecinos de al lado. Éstos pertenecen a la etnia ‘hmong’, del sudeste asiático, que él identifica con los orientales con los que combatió en Corea.

Kowalski vive anclado en un pasado simbolizado en su emblemático coche, un Ford Gran Torino de 1972, que mantiene tan reluciente como el primer día. Una noche impide que lo robe uno de sus vecinos ‘hmong’, el tímido adolescente Thao, que ha sido presionado por su primo pandillero. Poco después, este primo y sus amiguetes la tomarán con Thao, pero Kowalski les echa del lugar con un rifle. Poco a poco, el viejo cascarrabias acaba haciéndose muy amigo de sus vecinos, especialmente del chico, al que tendrá que ofrecer mucha ayuda.

COMENTARIOS:
A pesar de su apariencia de película sencilla y comercial con él mismo como protagonista, bajo la superficie de un film que trata de un viejo cascarrabias y racista aferrado a un barrio que ha cambiado aunque él no quiera reconocerlo, subyacen temas muy interesantes que mantienen una solución de continuidad con respecto al cine de Eastwood. Lo primero es subrayar su excelente planificación de la puesta en escena, demostrando porqué se le considera como el último de los clásicos. No es solo sobria y sencilla sino muy efectiva. No hay nada gratuito en todo lo que nos muestra el director a lo largo del film.
Lo más interesante del film es la composición del personaje de Walt Kowalsky por parte de Eastwood. Es inevitable, tras ver el film, no pensar en los múltiples personajes que ha construido Eastwood a lo largo de su carrera. No cabe duda que Walt Kowalsky es la versión envejecida de todos los personajes que le han hecho famoso. Pero, ese personaje ya no tiene sitio en este mundo. De hecho el film se inicia con la muerte de su mujer, visto como el principio del desmoronamiento del mundo en que vive, y en el que ya no tiene cabida, y aunque consciente que las cosas han cambiado definitivamente reacciona con acritud hacia todo lo que rodea (sus hijos, sus nietos, sus vecinos, etc) sin apenas encontrar un remanso de paz excepto en transmitir sus experiencias al joven Thao. Pero Eastwood más mucho más allá de su personaje, proporcionándonos una visión nada contemplativa del fin la sociedad norteamericana tal y como cobró forma a partir de la II Guerra Mundial.
No es casual que Kowalsky sea el prototipo del hombre medio norteamericano: veterano de guerra, trabajador en la fábrica Ford, que junto a su mujer y sus hijos vive en lo que viene a ser la vivienda estándar de clase media norteamericana, ahora ya envejecida. Y que se intuye fracasada. Además invadida no sólo por nuevas clases sociales sino por otros inmigrantes de orígenes más exóticos. De alguna forma, Eastwood parece querer decirnos que los tiempos han cambiado, que ya nada volverá a ser lo mismo, así acabará entendiéndolo Kowalsky abandonando su intransigente postura y asumiendo con serenidad que las personas como él ya no tienen sitio en los nuevos tiempos. Es interesante también la visión que hace el realizador del uso de la violencia en la sociedad norteamericana actual y sobretodo como han recogido el testigo los jóvenes recien llegados quienes no dudan en apretar el gatillo cuando se sienten amenazados.
Es muy poco probable que volvamos a ver a Eastwood actuando, ya que este film tiene un aire como de testamento interpretativo. Si en "Sin perdón" se cargó a todos los mitos del western, en este film se ha cargado a su propio mito, al personaje que film a film a ido construyendo y que le han llevado a alcanzar el estatus de mito del cine.

Calificación: Magnífica.

Tráiler:

viernes, 22 de junio de 2012

Schindler's List (La lista de Schindler) - (1993) - (Director: Steven Spielberg)




TÍTULO ORIGINAL: Schindler's List
AÑO: 1993
DURACIÓN:  195 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: Steven Spielberg.
GUIÓN: Steven Zaillian.
MÚSICA: John Williams.
FOTOGRAFÍA: Janusz Kaminski.

REPARTO:
Liam Neeson, Ben Kingsley, Ralph Fiennes, Caroline Goodall, Jonathan Sagall, Embeth Davidtz, Norbert Weisser, Martin S. Bergmann

PREMIOS:
1993: 7 Oscars: Película, director, guión, montaje, música, dirección artística, fotografía.
1993: 3 Globos de Oro: Película: drama, guión, director. 6 nominaciones.
1993: 7 premios BAFTA, incluyendo película, fotografía, montaje, bso. 13 nominaciones.
1993: Nominada al Cesar: Mejor película extranjera
1993: National Board of Review:  Mejor película.
1993: 3 premios Círculo de críticos de Nueva York, incluyendo actor secundario (Fiennes).

SINOPSIS:

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Oskar Schindler (Liam Neeson), un hombre de enorme astucia y talento para las relaciones públicas, organiza un ambicioso plan para ganarse la simpatía de los nazis. Después de la invasión de Polonia por los alemanes (1939), consigue, gracias a sus relaciones con los nazis, la propiedad de una fábrica de Cracovia. Allí emplea a cientos de operarios judíos, cuya explotación le hace prosperar rápidamente. Su gerente (Ben Kingsley), también judío, es el verdadero director en la sombra, pues Schindler carece completamente de conocimientos para dirigir una empresa.

COMENTARIOS:

El director recibió por la película una recompensa largamente acariciada. La Academia se volcó con ella, otorgándole siete Oscar, entre ellos los correspondientes a la mejor película, mejor guión y mejor dirección. Antes Spielberg había fracasado –en cuanto a premios se refiere– con El color púrpur,a (11 nominaciones y ningún premio), E.T., el extraterrestre, En busca del arca perdida y Encuentros en la tercera fase. Ahora se consagraba definitivamente para un sector de la crítica, que siempre le había considerado el niño mimado por el público, un experto en hacer dinero con historias infantiles que ensalzaban los sueños y las aventuras por encima de las historias reales y los conflictos dramáticos. El director de Cincinnati necesitaba una película grande, monumental, un proyecto definitivo para demostrar su impresionante talento. Y lo encontró gracias a un libro del australiano Thomas Keneally donde se narraba la historia de Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó a cientos de judíos de una muerte segura durante la II Guerra Mundial.
Quién salva una vida salva el mundo entero
Y es bajo estas palabras escritas en su lápida donde descansa el hombre justo que se convirtió en héroe por su hazaña, salvar la vida de más de un millar de judÍos del exterminio nazi sufrido durante la segunda guerra mundial.
Solo un hombre con el carácter de Schindler podía ser capaz de salirse con la suya pese al caos desatado en Europa, aunque le costase su fortuna y muchas veces casi la vida. Un pícaro mujeriego y tramposo sinvergüenza con corazón de oro encarnado magistralmente por un Liam Neeson en estado de gracia, engañando siempre al despiadado (y real) comandante alemán Amon Goethe interpretado así mismo magistralmente por el genial Ralph Fiennes (con menos cara de pena y más mala leche que de costumbre, da auténtico miedo).
Si la caracterización está tan conseguida que realmente estos dos se parecen incluso físicamente a los personajes reales, no está menos cuidada la reproducción de aquellos días trágicos en tantos lugares: Varsovia, el guetto, los campos... escenarios en los que contemplaremos escena a escena el devenir de la guerra y la locura, el horror, el desespero... cada vez mayor.
Si ya de por si impactantes son las imágenes en un más que necesario rodaje en blanco y negro (que evoca tristeza, decadencia...), más se realza este dramatismo en las escenas en las que encontramos algún elemento coloreado (seguid un abrigo rojo, y sale en más de una escena).
Del argumento poco podemos decir pues pese a estar basado en la novela "El arca de Schindler" de Thomas Keneally, la historia reproduce hechos reales en mayor o menor grado de fidelidad. Cabria destacar aún a parte de las interpretaciones de los dos personajes clave, algunas de otros personajes secundarios de altísimo nivel, como Stern, Helen, las protagonizadas por los soldados alemanes o el propio Amon en escenas de horror casi sub-realistas...
En definitiva, la película maestra de Spielberg, quién no quería ser recordado como el creador de Indiana Jones  y se reivindica con este peso pesado del drama histórico. Un homenaje y una historia real contada con crudeza y maestría retratando los años oscuros de la historia moderna.

Calificación: Extraordinaria.

Tráiler:

Khane-ye Doust Kodjast (¿Donde esta la casa de mi amigo?) - (1987) - (Director: Abbas Kiarostami)




TÍTULO ORIGINAL: Khane-ye Doust Kodjast

AÑO: 1987
DURACIÓN: 80 min.
PAÍS: Irán.
DIRECTOR: Abbas Kiarostami.
GUIÓN: Abbas Kiarostami.
MÚSICA: Amine Allah Hessine.
FOTOGRAFÍA: Farhad Saba.

REPARTO:
 Babek Ahmad Poor, Ahmed Ahmed Poor, Kheda Barech Defai, Iran Outari, Aît Ansari.

SINOPSIS:
Mohamed no ha hecho los ejercicios en el cuaderno y el profesor le amenaza con la expulsión si vuelve a repetir la misma falta. Esa misma tarde, su compañero, Ahmed, toma por equivocación el cuaderno de Mohamed y cuando decide ir a buscar la casa de su amigo para devolvérselo, se pierde en la noche. Un canto a la solidaridad protagonizado por un niño, capaz de atravesar a pie kilómetros de campos en mitad de la noche por evitar el mal de su compañero.

 COMENTARIOS:
Una clase en planos cortos, cerrados. Una sensación de encierro, de disciplina cuadriculada, un silencio de gran densidad sólo roto por el monótono discurso de un profesor que, lejos de educar, parece más interesado en vincular a los estudiantes a la obediencia, al respeto por las normas y a una dedicación exclusiva. Frente a esto, el espacio libre, los sonidos de la naturaleza y la supeditación de los estudios a una realidad donde la pobreza es palpable, precaria. Una guerra oculta entre dos mundos, dos burbujas cerradas que colisionan entre sí y, en medio, una anécdota, casi una nota a pie de página de la vida cotidiana que marcará la toma de conciencia de ambas realidades.
Esto es lo que Kiarostami nos ofrece partiendo de una sencilla premisa argumental, una película moderna tanto en su sentido naturalista y en su estética de lo precario como en lo ideológico, una película que quiere ser manifiesto o que al menos se posiciona ideológicamente, que pretende ser denuncia, que pretende, en definitiva, cambiar el estado de las cosas.
Éste es un viaje iniciático, con muchos paralelismos con el de Antoine Doinel en Los Cuatrocientos Golpes. No tanto por las realidades culturales que retrata, sino porque trata de la búsqueda de un objetivo, metafórico en el caso francés, más palpable en el caso iraní. Se trata de la pérdida de la inocencia de un niño que, más allá de las normas adultas, quiere lograr algo tan simple como devolver el cuaderno de deberes a su amigo y evitar así un castigo tan arbitrario como injusto.
Es en este viaje donde asistimos al choque entre el objetivo y un muro de incomprensión adulta, un muro donde el protagonista conocerá su soledad frente al egoísmo, donde Kiarostami le situará siempre en primer plano bajo el ombligo de los mayores, y donde los sonidos de la naturaleza y la cháchara adulta provocan un tapón en el cual su angustia y sus preguntas quedan ahogadas, no escuchadas o directamente ignoradas.
Esto crea una corriente inmediata de simpatía hacia el protagonista, pero también una continua sensación de suspense, de angustia, de no alcanzar a comprender porqué algo tan sencillo resulta a la vez tan arduo, un in crescendo de desesperación que se alarga hasta el último plano del film, sin más epílogo que la resolución final, sin más recurso explicativo que los propios símbolos, que la propia historia en sí misma.


Tráiler:

Calificación: Extraordinaria.