sábado, 28 de julio de 2012

Oscar et la dame rose (Cartas a Dios) - (2009) - (Director: Eric-Emmanuel Schmitt)





TÍTULO ORIGINAL: Oscar et la dame rose
AÑO 2009
DURACIÓN: 105 min.
PAÍS:  Belgica.
DIRECTOR Eric-Emmanuel Schmitt.
GUIÓN:  Eric-Emmanuel Schmitt.
MÚSICA:  Michel Legrand.
FOTOGRAFÍA: Virginie Saint-Martin.
REPARTO:
Michèle Laroque, Amir, Max von Sydow, Amira Casar, Mylène Demongeot, Constance Dollé, Simone-Elise Girard, Benoît Brière, Mathilde Goffart, Thierry Neuvic.
SINOPSIS:
Oscar es un niño de diez años que está internado en un hospital infantil. Ni sus padres ni los médicos se atreven a decirle la verdad sobre su enfermedad. Sólo Rose, la repartidora de pizzas, una mujer de bruscos modales, es capaz de ganarse su confianza y entretenerlo. Un día, le propone un juego: imaginar que cada día que pasa equivale a diez años, de modo que, en unos días, Oscar alcanzaría una larga vida. Además, para conseguir que el niño hable de sí mismo, lo anima a escribirle a Dios. En sus cartas, Oscar confiesa sus alegrías y sus penas, sus miedos, su primer amor, sus sensaciones ante el paso del tiempo. Así, entre Oscar y Rose se va fraguando una amistad muy particular. 
COMENTARIOS:
"Cartas a Dios", cuenta la historia de Óscar (el espectacular debut y frescura en la gran pantalla de Amir), un niño de 10 años afecto de leucemia que permanece ingresado en un peculiar hospital infantil, capitaneado por el Dr. Düsseldorf (siempre brillante Max Von Sydow, visto este año también en Tan fuerte, tan cerca de Stephen Daldry). En este hospital conviven niños con distintas dolencias: aparte de niños con cáncer, también con síndrome de Down (esa cariñosa niña que siempre solicita un beso), con macrocefalia por hidrocefalia (Eisntein, un amante del ajedrez), con obesidad mórbida (Palomitas, a quien se le describe como "98 kilos, 9 años, 1 metro 10 de alto por 1 metro 10 de ancho"), con enfermedad de Fallot, (la niña Peggy, su novia, de quien dice Oscar que tiene "la enfermedad azul y espera una operación del corazón que la vuelva rosa"), y otros más.

A Oscar, en su enfermedad, le duele más la falta de valentía y sinceridad de sus padres que su cáncer terminal, pues no son capaces de tratarle con normalidad y decirle la verdad: el gran dilema de la ocultación de la información a un menor. Casualmente se cruza en su vida Rose (magnética Michelle Laroque, en uno de los personajes más sorprendentes que se hayan visto en mucho tiempo), una brusca y antipática repartidora de pizzas, cuya pequeña empresa se llama Pinky Pizzas y va vestida con un llamativo traje rosa. Tras ese encuentro, Oscar pide que la "señora de rosa" venga a verle; aunque ella no quiere y lo hace por el negocio, finalmente entre ellos se establece una relación magnética, entre fantástica y espiritual. Rose propone a Oscar que viva los próximos 12 días (del 20 de diciembre al final de año) como si cada uno contase 10 años: será la manera de aprovechar intensamente una vida que se marchita, de enamorarse y de comprometerse, de revivir la inocencia de la niñez y las tribulaciones de la adolescencia, la brillantez de la década de los veinte o los crisis de los cuarenta, hasta llegar a los achaques de la ancianidad. Todo ello con simpáticos diálogos que surgen entre ese niño adulto y esa madre-amiga adoptada, intercalando sorprendentes escenas oníricas en el ring de luchadoras de pressing catch, así como los diálogos vibrantes entre Oscar y Rose (algunos diálogos de alto valor religioso…, con profundidad, con amor): - "Por qué no me dicen que me moriré?", dice Oscar. Y Rose le contesta: "Y para que lo quieres, si ya lo sabes". - Cuando cuenta los aspectos de cada día como si fuera un década diferente de la vida y llega a comentar: "Tengo 33 años, un cáncer, una mujer en el quirófano. Así que sé lo que es la vida. Tengo miedo"; o "Querido Dios, como mola la vida en pareja, sobre todo cuando te acercas a los 50 y has pasado mogollón de pruebas". - Las palabras de Rose son bruscas al inicio de la película, pero profundas hacia el final del metraje: "Usted no es Dios, su trabajo es reparar, es un hombre, sólo un hombre. Así que afloje un poco Dr. Düsseldorf, relaje esa tensión y no se dé tanta importancia. Si no, no podrá ser médico mucho más tiempo"; o su epílogo: "Querido Dios. Gracias por conocer a Oscar, Me ha llenado de amor para todos los años que me queden por vivir".
Rose será quien le sugiera a Oscar que le escriba cartas a Dios pidiéndole un favor cada día, pero favores de tipo espiritual (no materiales). Con esta trama, Éric-Emmanuel Schmitt trata de esquivar el sentimentalismo instalándose en el realismo mágico, y tratar el dolor por la pérdida inevitable de la vida de un niño con una dosis de fantasía e imaginación. Cartas a Dios se convierte en melodrama filosófico-existencial, un canto a la esperanza para los que sufren, desmitificando el tema de la muerte, dándole una perspectiva más espiritual y menos materialista. El esquema adoptado por Cartas a Dios es similar al de Vivir para siempre (Gustavo Ron, 2010), añadiendo una fotografía de colores luminosos y una banda musical (de Michel Legrand, con más de 200 composiciones musicales de películas en su haber) que trasmiten liviandad y ensoñación, con escapadas de la imaginación para ver plantear con otros ojos la emoción sobre el cáncer infantil.
Entrañable película que reflexiona de forma admirable sobre la realidad de la muerte. La verdad es que las películas que tienen esta temática pueden caer en la tentación de acabar en la sensiblería pura y dura, haciendo que la historia quede cursi y algo forzada. Pero no es el caso de Cartas a Dios. Se trata de una increíble historia de amistad entre un pobre niño destinado a morir por un cáncer y una mujer en la cual la pizza era su valor más preciado hasta entonces.
Al prestigioso escritor y dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt, se le conoce fundamentalmente por “El señor Ibrahim y las flores del Corán”, donde estaba muy presente el tema de la religión, como suele ser habitual en sus escritos. Ahora, dirige su segunda película tras “Odette”, una comedia sobre la felicidad. Schmitt adapta uno de sus propios textos teatrales, "Óscar y la dama rosa", que tuvo mucho éxito, sobre todo en su país natal.
Por último, ya que me podría estar aquí largo y tendido, destaca una banda sonora muy simple pero de enorme acierto, creando esa nostalgia y ese cariño propios del momento; las dos interpretaciones, en especial la de Michèle Laroque, son soberbias, ya que sin ellos la película se habría hundido. Su trabajo es encomiable. Por otro lado, el film tiene un claro sentido sobrenatural, viendo en todo momento la parte positiva de la muerte, y obviando el sufrimiento obligatorio que conlleva. He ahí otra de sus claves. La película sin duda arrancará más de una lágrima, te hará reflexionar sobre un tema muchas veces lejano, pero irremediable al fin y al cabo, y te hará coger cariño a Oscar, de modo que tú tampoco quieras despegarte de él. De nuevo Francia propone algo interesante: peliculón que no puedes dejar escapar.
Tráiler:

Calificación: Magnífica.

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