sábado, 28 de septiembre de 2013

Billion Dollar Brain (Un cerebro de un billón de dolares) - (1967) - (Director: Ken Russell) - El cine olvidado



Un cerebro de un billón de dólares

Título original: Billion Dollar Brain

Año: 1967

Duración: 111 min.

País: Reino Unido.

Director: Ken Russell.

Guión: John McGrath (Novela: Len Deighton)

Música: Richard Rodney Bennett.

Fotografía: Billy Williams.

Reparto:

Michael Caine, Karl Malden, Ed Begley, Oskar Homolka, Françoise Dorléac, Guy Doleman, Vladek Sheybal, Milo Sperber.

Género: Espionaje.

Sinopsis:

Harry Palmer se ha retirado de los servicios secretos y trabaja como detective privado. Y le encargan un trabajito fácil, o eso parece, entregar un termo con material clandestino en Helsinki, Finlandia. Allí se verá enredado en un complot urdido por un millonario texano para derribar al comunismo, que tiene como herramienta principal un carísimo cerebro electrónico. Pero las cosas no son lo que parecen.

Comentarios:

Michael Caine vuelve a encarnar al personaje creado por Len Deighton, aparecido en “Ipcress” y “Funeral en Berlín”. Se trata de una trama típica de los años de la guerra fría, que emplea muy bien el marco finés donde se desarrolla la acción. El supercomputador del título puede dar un poco de risa con el paso del tiempo.


Película curiosa especialmente para quienes desconozcan aquellos monstruos antediluvianos del proceso de datos y las tarjetas perforadas, ubicados en inmensas instalaciones y alimentados y cuidados por una auténtica legión de especialistas en secuencias de bytes. Y es que eran años donde el trabajo del hombre alimentaba las máquinas a diferencia de los actuales donde los automatismos quitan el pan de la boca del personal en crisis.

Más allá de eso, estamos ante un film entretenido que se mueve entre la sátira política y el cine de espías. El entretenimiento no confiere ningún status de buena película. No, pero es en sí mismo un valor y el trabajo de Ken Russell se deja ver. La fotografía de los gélidos paisajes finlandeses y el buen trabajo de actores como Michael Caine, Karl Malden, Françoise Dorléac o Ed Begley son los principales atractivos de un film donde mediante toques cómicos evidentemente exagerados se satiriza acerca de la peligrosidad de los fanatismos en aquella coyuntura histórica a la que se denominó guerra fría.


Ed Begley da vida a un millonario tejano que, al frente de una organización basada en el poderío del petróleo y contando con los mayores avances informáticos se convierte en una especie de iluminado líder mesiánico que mediante guerras bacteriológicas y juegos de espías pretende liberar a países como Letonia del yugo comunista. En ese contexto favorable e instigador de revoluciones, aparecen los agentes dobles, los infiltrados y los que sacan tajada, amén de toda la corte de personajes habituales en un género de espías con mezcolanza de “noir” y detectives tipo Marlowe sin un centavo y dispuestos a casi todo por sobrevivir.

Debo reconocer que la actuación de Begley es lo mejor de la película, por encima de la causticidad de Caine y el habitual buen hacer de Malden. La presencia de Françoise Dorléac con sus sugerencias tipo sauna finlandesa también se agradece. Hasta Oskar Homolka en su rol apropiadísimo de militar del KGB con funciones de contraespionaje está francamente bien.


Si no somos demasiado exigentes en cuanto a credibilidad, El cerebro de un billón de dólares, nos gustará o cuando menos nos hará pasar un rato entretenido con su aire cómic - kisch - pop art, años 60. Complicaciones las justas. Personajes dobles, los imprescindibles. Nada que nos impida seguir la trama con suficiencia. ¿Qué hay películas mejores? Evidentemente. Y peores…

En cualquier caso me gusta esta película, tiene su encanto. Su visión delirante de la Guerra Fría, con un argumento creativo y muy vistoso, resulta de lo más simpática, y su estilo visual y narrativo, reforzado por una maravillosa banda sonora de Rodney-Bennett, me parece muy atractivo.




Tráiler:




Calificación: 3 de 6.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Night Train to Lisbon (Tren de noche a Lisboa) - (2013) - (Director: Bille August) - El otro cine



 Tren de noche a Lisboa
Título original: Night Train to Lisbon
Año: 2013
Duración: 110 min.
País: Alemania.
Director: Bille August.
Guión: Ulrich Herrmann, Greg Latter (Novela: Pascal Mercier)
Música: Annette Focks.
Fotografía: Filip Zumbrunn.
Reparto:
Jeremy Irons, Jack Huston, Christopher Lee, Mélanie Laurent, Charlotte Rampling, Lena Olin, Tom Courtenay, Bruno Ganz, August Diehl, Martina Gedeck, Beatriz Batarda, Burghart Klaußner, Nicolau Breyner, Filipe Vargas, Adriano Luz
Género: Thriller histórico.

Sinopsis:


Una mirada sobrecogedora a los laberintos de la vida, el amor y la literatura. Una mujer apoyada en la barandilla de un puente, una mañana en Berna, bajo una lluvia constante. El libro, descubierto por azar, de un poeta portugués, Amadeu do Prado. Estos dos acontecimientos revolucionarán la vida del sabio y erudito profesor Raimund Gregorius. A mitad de una clase de latín, de repente se pone en pie y se marcha. Coge el primer tren nocturno a Lisboa, dándole la espalda a su existencia poco poética y sin saber qué le van a revelar la belleza de Lisboa y el libro de Amadeo. Fascinado por la manera profunda que tiene el texto de tratar el amor, la amistad, el coraje y la muerte, quiere saber quién era Amadeu de Prado: médico excepcional, poeta, militante comprometido con la Resistencia a Salazar, un orfebre de las palabras y un explorador de la vida.

La búsqueda del escritor le lleva a conocer a personajes inolvidables que conocieron a Amadeu de Prado. Sus testimonios convergen hacia nuestro protagonista y redefinen al mismo tiempo el sentimiento que últimamente ha tenido Gregorius: se siente culpable de no haber arriesgado un poco más a lo largo de su vida.

COMENTARIOS:

"Cuando dejamos un lugar, dejamos en el mismo tiempo, una parte de nosotros mismos. Esta parte se queda aunque ya no estemos allí. Hay cosas que sólo se puede encontrar si volvemos a un lugar."  (Pascal Mercier)

Tren de noche a Lisboa” (Night Train to Lisbon) es una película basada en la novela filosófica de mismo nombre del escritor suizo Pascal Mercier.  En un principio, la novela fue publicada en Alemán con el título Nachtzug nach Lissabon en 2004, y la versión inglesa se publicó en 2008.  El libro es un superventas internacional con más de 2 millones de copias vendidas sólo en Europa. La película también ha cosechado un gran éxito, con buenos comentarios de la crítica y muchos elogios de la audiencia, excepción en España donde todavía no se ha estrenado y los críticos que la han visto en distintos festivales se la cargan de forma unánime. Por tanto he tenido que recurrir a Internet para bajar la película con subtítulos en español y poder visionarla y… disfrutarla.

Bille August, es un director de cine además de guionista y director de fotografía. Tiene en su haber dos premios Palma de Oro en el festival de Cannes, por “Pelle el conquistador” y “Las mejores intenciones”, esta última escrita por Ingmar Bergman; y fue el gran maestro, quien lo eligió a Bille para la dirección del film. August además realizó “La casa de los espíritus”, basada en la novela de la chilena Isabel Allende e interpretada también por Irons junto a Meryl Streep y Glenn Close.

Un profesor adulto, cuya vida aún no tiene definida, se sube en la estación del olvido a un tren con destino a la memoria del pasado. Esta puede resultar una buena síntesis de la nueva obra de Bille August, director de cine que vuelve a introducir sus dedos en las heridas de las naciones sufrientes. Alguno recordará “Goodbye Bafana”, sobre la situación política en Sudáfrica, que gira en torno al emblemático personaje de Nelson Mandela. Pero eso no es nada comparado con su último trabajo, “Tren de noche a Lisboa”, presentada en la última edición del Festival de Berlín: el relato de un profesor suizo que, tras salvar a una mujer del suicidio y encontrar en su abrigo un libro, decide investigar sobre su origen. La obra, escrita por un médico portugués unido a la Resistencia durante el gobierno de Antonio de Oliveira Salazar, no cuenta con muchas copias distribuidas. Al leer el título de la obra encontrada: "Un orfebre de palabras" *y algunas partes del relato, el profe se siente atraído por lo expresado por el escritor desconocido, tanto como si esos pensamientos fueran los de él mismo. Ahí decide partir hacia Lisboa en busca del autor.

De algún modo, ha sido enterrada por el paso del tiempo, por el olvido de una sociedad progresista que rechaza girar la cabeza. Sin embargo, en sus páginas plagadas de hermosas reflexiones sobre la libertad, encuentra este profesor una esperanza de vida mejor, un significado que complemente su insignificancia.
El solitario profesor Raimund Gregorius que dicta cátedra sobre lenguas clásicas, actividad que ha desarrollado durante treinta años, se ve embarcado en una serie de situaciones que se van dando casualmente. Decide dejarse llevar, y de esa forma rompe con los esquemas rutinarios, y comienza un viaje que lo va a cambiar en forma trascendente. Todo ocurre cuando salva a una desconocida que quiere suicidarse en Berna, Suiza. La mujer luego de acompañarlo a la clase en la que él dicta su materia, vuelve a desaparecer, pero deja un libro con un billete de tren a Lisboa.

Paulatinamente, en diversas entrevistas, logra recomponer la vida de esa persona a través de consideraciones de terceros que son relatadas con oportunos flash backs. Cada uno de ellos tomará distintos ángulos de visión, de acuerdo al lugar en que se hallaban los personajes, en el momento de originarse la acción.
El realizador cuenta la trama en dos planos bien diferenciados: uno tiene como eje al profe Gregorius, y la otra a Almeida Prado que es médico pero con intenciones de dedicarse a la literatura. El aspecto técnico es excelente. También el reparto artístico se encuentra en un nivel de jerarquía porque a Jeremy Irons lo acompañan figuras de la talla de Tom Courtenay, Bruno Ganz, Lena Olin, Charlotte Rampling, Christopher Lee, también Jack Huston, Mélanie Laurent, Martina Gedek, August Diehl entre otros. Y está Lisboa, una ciudad muy especial, que presta un marco hermoso y significativo.
 
Es un tipo de cine que a mí, personalmente, me atrapa. Una mezcla entre viaje filosófico- psicológico y thriller. Estupenda, hay secuencias incluso que me gustaron desde el punto de vista narrativo. También el tema: amor, celos, envidia, muerte, sacrificio, suspense, cambios trascendentes...Una película para recomendar.

Tráiler:




Calificación: 4 de 6.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Billy Wilder (Biografía Director) - Billy Wilder (Biography Director)

Billy Wilder

Director

1906 /2002
  


Unas enormes gafas, asentadas sobre un rostro menudo, ovalado y vivaracho, escondieron durante decenas de años una de las miradas más inteligentes y sibilinas que se han escondido detrás de una cámara de cine. El desaparecido Billy Wilder (1906-2002) fue uno de los grandes, sin duda el último socio del club de los Ford, Welles, Hawks, Rossellini, Hitchcock..., aquéllos que hicieron del cine el arte por excelencia del siglo XX.

Su talento y valentía siempre fueron de la mano. Y con esas armas no dudó en destripar a la sociedad de su tiempo. Efectivamente, para él no se trataba sólo de retratar, de mostrar, sino casi de desinfectar a la sociedad de las costumbres hipócritas que, como cuerpos extraños, amenazaban la vida de los hombres. No extraña que William Holden dijera de él que "tenía el cerebro lleno de cuchillas de afeitar", quizá la mejor definicion del cáustico talento de este portentoso creador. Y es que para Wilder la discreción era sinónimo de pusilanimidad, algo tan hipócrita como cruzarse de brazos ante el acomodaticio puritanismo americano. Y Wilder no era hipócrita, si acaso un poco cínico, sí, pero un cínico que siempre te sacaba diez metros de ventaja.

Biografía:


Samuel Wilder, su verdadero nombre, nació el 22 de junio de 1906 en Sucha, una pequeña localidad del entonces imperio austrohúngaro (hoy Polonia) y su primera intención fue ser abogado. A tiempo se dio cuenta de que lo suyo era escribir, así que fichó por un periódico vienés y marchó a cubrir noticias al Berlín de los años 20. Pero al final de la década ya había colaborado como guionista en una docena de películas. En 1933, con la llegada de Hitler, decide largarse de Alemania. Un año más tarde, ya en París, cansado de que tergiversen sus guiones, dirige su primera película, Curvas peligrosas: "Uno debe recordar, como guionista, que nadie va a leer lo que escribe. Por eso me hice director, porque nadie leía mis guiones". Pero sus genes judíos y el avance del nazismo le convencen de la necesidad de dejar Europa. Parte de su familia no tiene la misma suerte (su madre muere en Auschwitz). Ya en Hollywood comparte piso con su amigo Peter Lorre y escribe algunos guiones inolvidables, entre ellos los de Ninotchka y Bola de fuego.
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“Dos genios juntos: Buñuel y Wilder”


Y en 1942 se pone detrás de la cámara. La noche previa a su primer rodaje americano confiesa a Lubitsch, a quien él siempre consideró su maestro: "Mañana ruedo mi primera película y me cago en lo pantalones". Lubitsch replica: "Yo ruedo mi película sesenta y me cago en los pantalones todos los días". Su carrera como director se prolongaría hasta 1981 y en esos cuarenta años escribiría y dirigiría todas sus películas, entre ellas un buen puñado de obras maestras: Perdición (1944), Días sin huella (1945), El crepúsculo de los dioses (1950), El gran carnaval (1951), Con faldas y a lo loco (1959), El apartamento (1961), Irma la dulce (1963), En bandeja de plata (1966)... Sus mayores éxitos de crítica fueron Días sin huella, dura recreación del mundo del alcoholismo, por la que consiguió el Oscar a la mejor dirección, y El apartamento, que se llevó 3 Oscar, entre ellos mejor película y dirección. Cuando en el trágico encanto de esta película los comunistas quisieron ver una dura crítica al modo de vida occidental, Wilder zanjó la cuestión a su manera: "El único sitio donde no podría ocurrir la historia es en Moscú. Jack Lemmon no podría dejar las llaves del apartamento sencillamente porque tendría que compartirlo con otras tres familias". Así tenía la lengua, más ácida que la sangre de un Alien.

Desde 1981, Billy vivió alejado del cine porque las compañías no se fiaban de un octogenario. Y así hasta que el 27 de marzo de 2002 falleció en su casa de Beverly Hills a la edad de 95 años. Con él se ha ido un creador genial, un crítico feroz y un maestro que siempre logró hacer realidad su máxima: "Tengo diez mandamientos. los nueve primeros dicen: no debes aburrir". Quizá la clave fuera la frase que siempre tenía sobre la mesa de su despacho: "¿Cómo lo haría Lubitsch?".

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Lápida de Billy Wilder en Westwood Memorial con el texto: "I'm a writer but then nobody's perfect" ("Soy escritor, pero nadie es perfecto").




Frases famosas de Billy Wilder


"Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas. No se pueden convertir los excrementos de gallina en chocolate".

"En mis películas no hay grande movimientos de cámara ni puntos de vista destinados a demostrar que soy un director de cine. [...] En Europa, un director puede tomarse todo el tiempo del mundo para crear una atmósfera, y meter un montón de escenas de nubes que se disuelven; pero el público de aquí, si les muestras las nubes por segunda vez, espera ver entre ellas un aeroplano".

"Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos... y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones".

"He hecho películas que a mí me hubiera gustado ver. Y yo sólo quiero ver películas que me entretengan".

"Una vez me preguntaron: ¿Es importante que un director sepa escribir?, y yo respondí: no, pero sí es útil que sepa leer".

"Para hacer una película hay una sola regla: sólo hay que hacer aquello que sea de utilidad a la película".


"Si el Cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el Cine ha alcanzado su objetivo".

"He vivido la época en que se temió que el cine se viera desplazado por la novedad de la televisión. Pero no he compartido ese miedo porque sé que la radio y los discos no pueden destruir la ópera. La televisión no ha podido acabar con el cine porque la gente quiere estar allí, quieren ser los primeros, quieren oir las risas de otras personas".

"Es aburrido ver a alguien entrar en una casa por la puerta. Es mucho más interesante cuando alguien entra por la ventana".

"Creen que la lentitud y la solemnidad son sinónimos de profundidad".
Billy Wilder

"Lo único que me partiría el corazón sería que me quitaran la cámara y no me dejaran volver a hacer películas".

"Sobre Ingmar Bergman debo decir que los críticos no tienen ni idea de lo que está diciendo, pero, pese a todo, les chifla... Existe una asociación internacional de ese tipo de críticos, capaces de extasiarse ante el asno muerto de Cocteau envuelto con telas encima de un piano".

"Comprendo sin dificultad por qué Godard ha podido por sí sólo exterminar varias empresas productoras".

"Antonioni seguro que es un gran director, un gran artista. Pero en lo que a mí se refiere, soy incapaz de mantenerme despierto".

"Del mismo modo que todo el mundo odia a Estados Unidos, todo Estados Unidos odia a Hollywood. Existe el profundo prejuicio de que todos nosotros somos tipos superficiales que ganamos diez mil dólares a la semana y que no pagamos impuestos; que nos tiramos a todas las chicas; que tenemos profesores en casa que dan clases a nuestros hijos de cómo subirse a los árboles; que cada uno de nosotros tiene dieciséis criados y que todos conducimos un Maserati. Pues sí, todo esto es verdad. ¡Aunque os muráis de envidia!".

"Quizás El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard) es una película cínica, pero para mí esa película es Hollywood; el guionista, el agente, la estrella olvidada, todos eran retratos del natural".

"Sobre la impuntualidad de Marilyn debo decir que tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató cada mañana a las seis y sería capaz de recitar los diálogos incluso al revés. Pero, ¿quién querría verla?... Además, mientras esperamos a Marilyn Monroe todo el equipo, no perdemos totalmente el tiempo... Yo, sin ir más lejos, tuve la oportunidad de leer Guerra y Paz y Los miserables".

"Marilyn Monroe era de carne, y se fotografiaba de carne. Tenías la impresión de que bastaba con alargar la mano para poder tocarla".

"El problema de Marilyn es que se enamoraba con mucha rapidez. No era la clase de mujer que se supone que debe ser un símbolo sexual, y eso la mató... Marilyn era una mezcla de pena, amor, soledad y confusión".

"Existen más libros sobre Marilyn Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay una cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena".

"Me han preguntado si volveré a trabajar con M. M. (Marilyn Monroe), y tengo una respuesta clara. Lo he discutido con mi médico, mi psiquiatra y mi contable, y todos me han dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para someterme de nuevo a una prueba semejante".

"Marilyn era un absoluto genio como actriz cómica, con un sentido extraordinario para los diálogos cómicos. Tenía ese don. Nunca después he vuelto a encontrar una actriz así".

"Marilyn no necesita lecciones de interpretación; lo que necesita es ir al colegio Omega, en Suiza, donde dan cursos de puntualidad superior".

"Los productores, excepto los grandes, son aquéllos que, como no sabían escribir, no sabían dirigir, no sabían actuar, no sabían componer..., acaban por estar a la cabeza de todo".

"Todos los días miro las esquelas de los periódicos y me fijo sobre todo en la edad del muerto. La mayoría son más jovenes que yo. Me asusto y pienso: a lo mejor, lo único que sucede es que se han olvidado de mí".

"Si hay algo que odie más que el que no me tomen en serio es que me tomen demasiado en serio".

"El exilio no fue idea mía, sino de Hitler".

"Normalmente, cuando te encuentras con una persona que parece insignificante y que no llama la atención se dice: detrás de esa fachada, hay más de lo que parece. En mi caso sucede lo contrario: detrás de mi apariencia hay menos de lo que parece".

"Algunas personas sólo guiñan los ojos para poder apuntar mejor".
 
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FILMOGRAFÍA:
(Director)

1981 Aquí, un amigo
  

1978 Fedora



1974 Primera plana

1972 ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?

1970 La vida privada de Sherlock Holmes




1966 En bandeja de plata

1964 Bésame, tonto
1963 Irma la dulce
1961 Uno, dos, tres



1960 El apartamento

1959 Con faldas y a lo loco

1957 Testigo de cargo

1957 Ariane

1957 El héroe solitario


1955 La tentación vive arriba

1954 Sabrina

1953 Traidor en el infierno

1951 El gran carnaval

1950 El crepúsculo de los dioses

1948 Berlín Occidente

1948 El vals del emperador

1945 Días sin huella

1944 Perdición

1943 Cinco tumbas al Cairo

1942 El mayor y la menor



Un matrimonio bien avenido

Si se pudiese hablar de un matrimonio bien avenido en el mundo del cine ese habría sido el formado por Billy Wilder y I.A.L. Diamond. Su colaboración profesional y su relación personal se desarrollaron nada menos que durante treinta años. Desde el año 57 en el escriben Ariane (Love in the Afternoon") hasta la última película de Wilder, Aquí un amigo (Buddy, Buddy) en el 81.

En los años 50, época en la que conoce a Diamond, Wilder tenía una larga trayectoria como guionista. Había escrito ya para Robert Siodmak, William Dieterle, Raoul Walsh, Ernst Lubitsch entre otros. Tampoco era ajeno al trabajo de director, para entonces ya había realizado algunas de sus películas más sobresalientes: Perdición (Double Indemnity, 1944), El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), Sabrina (Ídem, 1954)... escritas en colaboración con el guionista Charles Brackett.

Sin embargo, el período más importante de la carrera de Wilder estaría por llegar. Es con Diamond con el que inicia sus años más brillantes. ¿Quién es su nuevo compañero de viaje?

Itek Domnici, verdadero nombre de I.A.L. Diamond o Izzy como le llamaba Wilder, comenzó escribiendo guiones en los años 40. Alternaba su trabajo con Wilder con colaboraciones para otros directores en la major MGM: destacable su colaboración con Howard Hawks en Me siento rejuvenecer (Monkey Business, 1952).

La compenetración y complicidad entre Wilder y Diamond eran totales, tanto en la escritura de guión como en los rodajes, en los que Diamond siempre estaba presente con el guión entre las manos. Ninguno de los dos confesaba, a pesar de la insistencia de los críticos, de quién partía algunas de las brillantes ideas de sus guiones.

Alcanzaron un equilibrio tan perfecto como difícilmente superable entre inteligencia, agilidad, brillantez y entretenimiento. Consiguieron que parecieran fáciles y espontáneos sus diálogos en boca de los actores. Sus guiones tenían una gran solidez en la estructura y un mágico control del ritmo cinematográfico.

Su método de trabajo era exhaustivo, pulían y pulían sus materiales hasta conseguir lo que buscaban:

Diamond (refiriéndose a una escena): —Está muy bien. ¿No te parece?.

Wilder: ¿Muy bien? Es perfecta. Ahora vamos a mejorarla.

La premisa de trabajo de Wilder fue «piensa siempre en el público» y sobre todo «no aburrir». «Hazlos llorar o hazlos reír, pero déjalos sin defensas» decía. Sus historias son universales, su humor y sus personajes están al alcance de todos.

Todo guión empezaba con una multitud de ideas con las que trabajaban e iban desechando hasta... mejor dejamos que el propio Wilder nos lo cuente:

«...el problema es la simplificación de lo que se ha inventado. Trabajamos [se refiere a Diamond) de manera tradicional, con tres actos. El chico se enamora. El chico pierde a la chica. Por supuesto se disfraza la construcción para que no se vea el mecanismo. Tras cinco o seis meses, tras pasar del tema a los actos, de los actos a las escenas, de las escenas a los diálogos, se tiene listo el guión».

Juntos escriben en 1957, Ariane, comedia romántica con Audrey Hepburn, Gary Cooper y Maurice Chevalier muy en la línea de Sabrina.

De ese mismo año es también Testigo de cargo (Witness for Prosecution) segundo de sus guiones. Con ella cambian radicalmente de género y hacen su primera "película de tribunales". Para ello Wilder y Diamond adaptan una obra de la escritora Agatha Christie. Es una película con un argumento tan interesante como entretenido, lleno de giros en la trama e ingeniosos diálogos así como un plantel de actores envidiables, en los que destaca un desbordante Charles Laughton y una magnífica interpretación de la Dietrich.

Los años posteriores quedan como el cénit de su colaboración: Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), El apartamento (The apartment, 1960), Uno, dos, tres (One, Two, Three, 1961), Irma la dulce (Irma la Douce, 1963), Bésame, tonto (Kiss Me Stupid, 1964), En bandeja de plata (The Fortune Cookie, 1966). Comedias que discurren entre la ternura y la acidez, el humor malévolo y la comedia disparatada, pero que al fin al cabo revolucionan el género para siempre.

Sus siguientes películas ya no alcanzan la brillantez de las antes citadas, pero no por ello dejan de tener calidad suficiente. La vida privada de Sherlock Holmes (The Private Life of Sherlock Holmes, 1970), cuyo guión estaba basado en los personajes de Conan Doyle perfectamente perfilados por los guionistas, Primera plana (The Front Page"), ambientada en el mundo del periodismo, que conocía tan bien Wilder, Fedora (id., 1978) una revisión de la magnífica El crepúsculo de los dioses y Aquí un amigo, su último guión en colaboración con Diamond y última película de la filmografía de Wilder. Es curioso destacar que el último proyecto en el que Wilder estaba realmente interesado fue La lista de Schindler (Schindler's List, 1993). Spielberg se le adelantó como todo el mundo sabe. Wilder sólo tuvo palabras de admiración para su trabajo.
 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Inch'Allah (Inch'Allah) - (2012) - (Director: Anaïs Barbeau-Lavalette)


Inch'Allah

Título original: Inch'Allah

Año: 2012

Duración: 101 min.

País: Canadá.

Director: Anaïs Barbeau-Lavalette.

Guión: Anaïs Barbeau-Lavalette.

Música: Lévon Minassian.

Fotografía: Philippe Lavalette.

Reparto:

Evelyne Brochu, Sabrina Ouazani, Sivan Levy, Yousef 'Joe' Sweid, Hammoudeh Alkarmi, Zorah Benali, Carlo Brandt, Marie-Thérèse Fortin, Ahmad Massad, Yoav Donat

Género: Drama.

Sinopsis:

Chloe (Evelyne Brochu) es una médica canadiense que vive en Jerusalén (Israel). Cada día viaja en autobús a Palestina, donde se encarga de la obstetricia en un ambulatorio improvisado en un campo de refugiados a las afueras de Ramala. De ese viaje diario de ida y vuelta, de los controles exhaustivos en la frontera, de la relación con sus amigos palestinos e israelíes, y de cómo todo ello va afectándole.

COMENTARIOS:

En una de las escenas más significativas de Inch'Allah, Chloé sugiere a su amiga Rand que abandone su puesto de militar en Israel, a lo que ella responde “no se trata de algo que sencillamente se deje”. En aquel momento Chloé no puede comprenderla, pues ella tan solo es una joven ginecóloga recién iniciada no implicada en la causa. Pero el caso es que su alojamiento se encuentra en territorio israelita, siendo ella trabajadora voluntaria en un campo de refugiados palestino; de modo que para llegar a su trabajo debe cruzar diariamente el muro que separa ambos territorios. Y no se trata solamente de un asunto laboral, pues una de sus pacientes es al mismo tiempo una gran amiga suya, resultando del hecho que casi terminará por pasar más tiempo en territorio Palestino que en Israel.

Como es de esperar, Chloé empezará a sentir empatía hacía la causa palestina y a identificarse con su actitud reivindicativa, pero pronto chocará con un duro aprendizaje: identificarse con un conflicto no implica poder resolverlo.

Por lo que respecta a la amiga de Chloé, Ava es una joven en estado que vive con su madre y sus dos hermanos, uno adulto y el otro niño. Su marido está en la cárcel; por lo demás se trata de una familia como cualquier otra... salvo por la intensa nube de terror que planea por encima de su cotidianidad: en cualquier momento, un repentino conflicto militar mal resuelto puede poner fin a su existencia. Este es, de hecho, uno de los grandes logros de Anaïs Barbeau-Lavalette: la directora canadiense nos proporciona una magnífica reproducción del ambiente de inseguridad que se vive actualmente en Palestina, una situación de desigualdad social y nerviosismo constante en donde hasta la persona más pacifista puede terminar por convertir su cuerpo en una arma explosiva, temeroso de que otros le saquen una utilidad peor. Y lo más grave, como refleja la fantástica secuencia en que Chloé juega con los niños en un deteriorado vertedero (en realidad, el espacio que toca con el muro), es que no existe forma alguna de alejar a los niños del conflicto.

Chloé respira diariamente este ambiente de miedo e impotencia, esta angustiosa sensación de sentir que la vida de un pueblo se encuentra en manos ajenas. Su deseo de ayudar sin implicarse se ve obstaculizado por la triste realidad que la rodea, que parece convertir en cómplice a todo ser inactivo. Por eso es comprensible que en dicha situación uno acabe por creer que la única vía de escape sea el alzamiento armado. Y es el saber que en un contexto semejante cualquier persona actuaría de la misma forma lo que hace que la joven voluntaria caiga en una profunda crisis de identidad, pues de repente puede sentir cómo esta tendencia occidental de creerse capaz de solucionar todo conflicto ajeno es dinamitada en mil pedazos. En determinado momento Ava dice a Chloé tiernamente: “no eres superior a nosotros, no resolverás el conflicto”. En esto consiste precisamente la tesis de la película: en una lección de humildad para los occidentales que tiene como objetivo demostrar que, por desgracia, no todos los conflictos se solucionan fácilmente y mucho menos de manera diplomática.

La identificación con la causa, las acciones extremas que uno jura no hacer hasta encontrarse ante la situación y la pedantería occidental que pretende resolver los conflictos ajenos son los tres temas que trata Anaïs Barbeau-Lavalette con su interesantísima Inch'Allah. Y lo hace con toda humildad y siempre (por imposible que parezca) rehuyendo imponer su discurso. De hecho, su película se presenta ante nosotros como una fiel reproducción nada maniquea de una situación tan creíble como triste. Nos encontramos ante una bien empleada cámara en mano que captura lo justo para hacernos entender sin recrearse en la miseria pero también sin obviar la tragedia; una cámara que, por cierto, no necesita ayuda musical para expresarse. Como detalle interesante, es curioso cómo una película en la que jamás vemos un solo cadáver ni se nos muestra explícitamente ninguna situación violenta puede llegar a dibujar tan detalladamente la angustia de sus protagonistas. No me es nada difícil creer que en Palestina se viva un día a día muy parecido al que nos describe la prometedora cineasta Anaïs Barbeau-Lavalette.

Todos estos ingredientes los presenta Anaïs Barbeau-Lavalette, directora de numerosos documentales, con la crudeza de lo cotidiano, un día a día donde uno puede estar tomando un café en una terraza y al segundo ver volar a un niño por los aires. En ese clima asistimos a la evolución de esta joven, que pasa de ser una extranjera testigo de la guerra a una mujer a la que las circunstancias la obligan a implicarse más de lo que hubiera sido políticamente correcto.
La omnipresente doctora (Evelyne Brochu, que vimos en Café de Flore), cuyos primeros planos de enorme expresividad colman la pantalla, es el vehículo individual en que la autora fía la fuerza de su obra. La joven Chloe, faro castigado por el oleaje de todas las tormentas, entre sometidos y tiranos, amada y rechazada por quienes protege y estima a ambos lados del muro de hormigón, es seguida por una cámara tensa, nerviosa, en un tránsito permanente al/del inframundo de los oprimidos del que se sale con sangre en los zapatos, rabia en el corazón y suficiente valentía como para regresar e implicarse.

Inch’allah está bien escrita, las situaciones cotidianas que ilustran décadas de sufrimiento y opresión son eficaces, siendo un gran hallazgo ese vertedero de gran protagonismo en el film, al pie del muro que la producción reconstruyó junto a un campamento de refugiados en Jordania, de donde los desahuciados extraen el alivio de su indigencia, sin olvidar al pequeño superhéroe, encarnación minimizada de la rebeldía y el coraje que, a fuerza de insistir, deja un hálito de esperanza, capaz de abrir una brecha en su futuro.
A pesar de ser un largo de ficción, el segundo que rueda Barbeau-Lavalette, se aprecia que es una conocedora del territorio, donde realizó el casting de figurantes para obtener el máximo realismo y al que había viajado por primera vez para rodar el corto Si j’avais un chapeau (2005). Como curiosidad: el título de la cinta, galardonada con el premio FIPRESCI de la Berlinale 2013, proviene de la expresión árabe “inch’Allah” (“si Alá lo quiere”), de la que ha derivado nuestro “ojalá”. Y cuando uno termina de verla no se le van de la cabeza unos cuantos ojalás que será complicado que se cumplan. Inch’Allah…

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Calificación: 4 de 6.