viernes, 7 de diciembre de 2012

J. Edgar (J. Edgar) - (2011) - (Director: Clint Eastwood).



TÍTULO ORIGINAL J. Edgar

AÑO: 2011

DURACIÓN: 136 min.

PAÍS: EE.UU.

DIRECTOR: Clint Eastwood.

GUIÓN: Dustin Lance Black.

MÚSICA: Clint Eastwood.

FOTOGRAFÍA: Tom Stern.

REPARTO:

Leonardo DiCaprio, Armie Hammer, Naomi Watts, Josh Lucas, Judi Dench, Ed Westwick, Dermot Mulroney, Lea Thompson, Jeffrey Donovan, Michael Gladis, Stephen Root

PREMIOS:

2011 - Globos de Oro: Nominada a Mejor actor dramático (DiCaprio)

2011 – Critics Choice Awards: Nominada a mejor actor (DiCaprio) y maquillaje

SINOPSIS:

En 1924, con sólo 29 años, Edgar Hoover fue nombrado director general del FBI para que reorganizara la institución. Ocupó el cargo hasta su muerte en 1972, sobreviviendo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó inútilmente destituirlo. Los archivos que Hoover guardaba celosamente, llenos de secretos inconfesables de importantes personalidades, lo convirtieron en uno de los hombres más poderosos y temidos de la historia de los Estados Unidos.


COMENTARIOS.

Tras la discreta “Más allá de la vida”, Clint Eastwood nos regala esta cinta que si no es una obra maestra le falta poco. Salvo oponerle cierto encierro, lo que conlleva una puesta en escena algo repetitiva, poco se le puede reprochar al excepcional film del maestro. Me niego a mencionar el tema del maquillaje, que si bien es cierto no es bueno, no puede suponer un desdoro a semejante obra.

Un hombre de estado, con buenas intenciones, importantísimo en la historia de Estados Unidos, de gran talento y genio que modernizó muchas de las estructuras de Estados Unidos, pero también un hombre obsesivo y tendente a personalizar en sí mismo conceptos abstractos como la ley o la justicia, con el peligro que eso conlleva.

“J. Edgar” casi ha coincidido en cartelera con “La dama de hierro” y las comparaciones entre una y otra son sangrantes. La profundidad, complejidad, matices, ausencia de simplificaciones, lugares comunes y maniqueísmos vulgares de la obra de Eastwood deja aún más en ridículo la propuesta de Phyllida Lloyd.

Eastwood retrata a la manera clásica, con extraordinaria seguridad, esta vez sí, desde la dirección y el estilo, la vida de un personaje que corrió en paralelo a algunos de los años más convulsos de la última historia de los Estados Unidos, siendo él de suma importancia en muchos de esos acontecimientos. Un personaje que adquirió tal poder que incluso los presidentes le temían, demócratas, republicanos… Conocía no sólo los entresijos del estado, al que puso en extrema observación, sino las intimidades más ocultas de todo personaje relevante del país. Puso una cámara oculta en la vida estadounidense. Jugó desde su extremo puritanismo con las debilidades de todos, una libertad que le llevó casi a la tiranía en la sombra.

Si algo tiene el cine de Eastwood son grises, saber sacar la humanidad a sus personajes, el lado oscuro de los supuestos buenos (“Sin perdón”, 1992), y el positivo de los supuesto malos (“Un mundo perfecto”, 1993). Esto es común a sus mejores obras, centradas en personajes potentes, solitarios en su mayoría, aunque capaces de amistades auténticas, si bien es cierto que en otras cintas ha jugado más con los sentimientos y conceptos más abstractos, sin que eso suponga una merma en la profundidad de los personajes generalmente, pero eliminando esa ambivalencia (“Los puentes de Madison”, 1995)…


Entre esos retratos de personajes potentes, profundos, complejos, ambivalentes, tenemos obras maestras de la talla de “Bird” (1988), donde disecciona de forma magistral a Charlie Parker, “Cazador blanco, corazón negro” (1990), donde retrata a John Huston, la citada “Un mundo perfecto” y el personaje de Kevin Costner, los personajes de “Mystic River” (2003), el protagonista principal de “Gran Torino” (2008)…

Eastwood insiste en que determinadas formas de ser, determinadas opciones, no implican la bondad ni la maldad puras, que podemos equivocar, confundir opciones u opinar contrario a lo establecido, lo biempensante, pero a la hora de la verdad demostrar más humanidad que el más respetable y viceversa… Así el protagonista de comentarios racistas de “Gran Torino” será el que se sacrificará por el chaval oriental, o el protagonista de “Un mundo perfecto”, despreciable en muchos aspectos, también tendrá su gesto generoso.

En realidad esa complejidad, esa humanidad, suele estar presente siempre en el cine de Eastwood, ya se trate de un personaje fuerte, de un grupo o una sociedad, ahí tenemos esa obra maestra que anticipaba “Sin perdón” que es “El jinete pálido” (1985), “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (1997), “Mystic river”, su visita a la 2ª Guerra Mundial en la discreta “Banderas de nuestros padres” (2006) o la brillante “Cartas desde Iwo Jima” (2006)…

El sacrificio, la responsabilidad, el valor... son temas y también rasgos del carácter de muchos de los más brillantes protagonistas del cine de Eastwood (“Sin perdón”, “Gran Torino”, “Space cowboys”, “El jinete pálido”, “Million dollar baby”…).

Otro aspecto muy presente en este magnífico director y autor es la desmitificación de la leyenda, de los mitos, como si de John Ford se tratara, además de haber aprendido del maestro irlandés, y de Don Siegel y Sergio Leone, ese estilo clásico de dirección y de narración, como un manejo del tempo que incluso en sus películas más alimenticias y menos personales las dota de una enjundia superior a la media. La desmitificación del oeste y sus personajes en “Sin perdón”, la de la gloria estadounidense en la 2ª Guerra Mundial en “Bandera de nuestros padres” o “Cartas desde Iwo Jima”, la de personajes como Charlie Parker en “Bird”, John Huston en “Cazador blanco, corazón negro”, o el mismo J. Edgar Hoover, en la que nos ocupa…


Eastwood siempre indagará detrás de lo ideal, de lo que parece idílico y puro, de lo aparentemente perfecto e intocable, como el John Ford de después de la guerra. El cine de Eastwood no gusta de quedarse en la superficie, pero no lo hace con ánimo polemista sino de autenticidad, una búsqueda de verdad sea esta oscura o clara. Es lo que sorprende a los hijos de “Los puentes de Madison” o lo que se acaba descubriendo en “Medianoche en el jardín del bien y del mal”, cuando una sociedad en apariencia reaccionaria acaba seduciendo al protagonista, cuando el aparentemente más sofisticado de los vecinos es el asesino…

Ya me entretendré en la temática de Eastwood, su estudio del poder, de la ambición, sus reflexiones sociales, sus estructuras basadas en el viaje o la búsqueda, la misión… cuando haga otra crítica de alguna película suya aún más brillante, como “Sin perdón”, por ejemplo, por ahora sirva de adelanto.

“J. Edgar” corresponde al grupo de películas con personaje central potente y del que se sacan las luces y las sombras eliminando maniqueísmos e ideas simplistas, y el director lo vuelve a clavar.

La narración que nos propone Eastwood es caleidoscópica, flashbacks dentro de flashbacks, viajes al pasado con vueltas al presente, viajes al pasado sin un orden fijo… Saltos continuos en el tiempo atrás y adelante.

Eastwood también se ha destacado con un gran director de la amistad, ya sea en tono paternal (“Un mundo perfecto”, “El principiante”, “Gran Torino”, “Million dollar baby”…), o de igual a igual (“Sin perdón,”, “Space cowboys”, “Mystic river” que supone la más compleja reflexión sobre el tema, siendo uno de los más reseñables de esta película…)

“J. Edgar” es una nueva muestra de una amistad de igual a igual, aunque ésta esconde un amor, frustrado en esencia, como aquel de “Los puentes de Madison”. Una maravillosa relación. En esta película la relación entre Edgar Hoover y Clyde Tolson (Armie Hammer), tiene todos los elementos mencionados, una amistad verdadera de igual a igual con un personaje más potente, como es el de Hoover (un extraordinario DiCaprio, una vez más), y que se acaba convirtiendo en una bella relación amorosa, sutil y nunca consumada.

Eastwood retratará las claves de la personalidad de este genial personaje tanto en su vida privada como en la pública, su devoción por su madre, su renuncia a todo lo que no fuera su trabajo, incluso a sus propios impulsos, instintos y naturaleza, un trabajo que se convirtió en obsesión y sustitutivo para todo aquello a lo que renunció…

Fue el primer director del FBI con su actual estructura con tanto solo 29 años, un innovador en las técnicas de investigación, las profesionalizó y modernizó hasta límites jamás conocidos, su legado será ya eterno. Un hombre de principios, de gran honestidad que acabó confundiendo sus competencias y elevando su ego a la categoría de ley, un personaje tan fascinante y brillante como despreciable en muchos aspectos, una complejidad tratada con sumo cuidado y respeto por el maestro Eastwood. Luchó denodadamente contra el gangsterismo, logrando éxitos excepcionales pero también luchó denodadamente contra otras causas no tan loables, como su persecución a Martin Luther King Jr., además de los censurables métodos empleados.



“J. Edgar”es una película oscura desde el punto de vista estético, su inicio además es muy nocturno, algo estupendo, la noche y el cine siempre han compaginado a la perfección. Se nos muestra el suceso que influyó a Hoover para emprender su lucha anticomunista y sus firmes principios en todo momento, llegando a un puritanismo exacerbado. Una decidida lucha contra el terrorismo. Mitchell Palmer fue una gran influencia para él y su atentado, junto a otros que se sucedieron, marcó a Hoover.

Se recrea así la influencia que tuvieron los acontecimientos y su familia, su madre especialmente, en su forma de ser y actuar. Una relación con su madre de respeto, admiración y amor casi obsesivo. La palabra de la madre era ley para él, aunque tuviera que renunciar a sí mismo.

Gran película en definitiva, no la mejor del director californiano, pero sí fiel a su estilo, planteada de una forma seria, respetuosa y con un punto de crítica inesperado, pero muy interesante. En tiempo de malas películas, viene a rescatarnos el señor Eastwood.

Tráiler:




Calificación: 4 de 6.

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