TÍTULO ORIGINAL : La Passion de Jeanne d'Arc
AÑO: 1928
DURACIÓN: 110 min.
PAÍS: Francia.
DIRECTOR: Carl Theodor Dreyer.
GUIÓN: Carl Theodor Dreyer, Joseph Delteil.
FOTOGRAFÍA: Rudolph Maté, Goestula Kottula.
REPARTO:
Renée Jeanne Falconetti, Eugene Silvain, Maurice Schutz, Michel Simon, Antonin Artaud, André Berley.
PRODUCTORA Societé generale de films
SINOPSIS:
Guerra de los Cien Años (siglos XIV y XV). En 1431, Juana de Arco, después de haber conducido a las tropas francesas a la victoria, es arrestada y acusada de brujería. Ella declara haber recibido de Dios la misión de salvar a Francia, pero es procesada y condenada a morir en la hoguera.
COMENTARIOS:
Este film son palabras mayores, una obra maestra de la expresividad. Es la historia de una mujer convertida en mártir. La obra está cargada de un alto simbolismo. La luz blanca se come el decorado, este es mínimo durante toda la cinta. El director se olvida de elementos externos y centro totalmente la atención del espectador en la expresividad de la protagonista. Historia clásica que nos retrata el momento del juicio a la figura clásica francesa de Juana de Arco que expulso a los ingleses de tierras francesas en nombre de Dios. Esta obra introduce elementos vanguardistas.
El director Carl Theodore Dreyer hizo libremente lo que le apetecía con métodos muy personales como la utilización de planos picados y contrapicados, rompiendo con el raccord, sin emparejamiento de miradas y rompe con ello con el uso de la narrativa clásica. Otro elemento que observamos claramente es la disolución del escenario a través de la luz que emana el personaje, el film está lleno de primeros planos para acceder al alma del personaje. El director nos obliga a concentrarnos en la emoción mediante la proximidad del rostro. La actriz escogida fue “Maria Falconetti” desconocida en cine hasta el momento pero con una experiencia teatral contrastada. Su objetivo era encontrar un rostro para explorar mediante la técnica de la exploración del rostro, un recurso muy relacionado con las posteriores vanguardias. Esta exploración viola el espacio escénico del teatro. Este film pertenece al género del “Cine Silente”, sin música, muda, sin ningún tipo de sonido en la sala para posibilitar el ejercicio de introspección absoluto hacia el personaje y mostrar el padecimiento de la santa a través de sus rostros. El director corta el rostro de los personajes, realiza una composición descentrada con montajes en paralelo y una ambientación muy reducida con imágenes simbólicas para posibilitar que seamos incapaces de reconstruir el espacio global de la escena. Es un cine de inmersión total donde no existe la relación causa-efecto y en donde con ello ponía en crisis el lenguaje clásico narrativo.
El director se esforzó desde el principio por obtener absoluta autenticidad. El transcurso de la acción y los textos para los títulos intermedios los tomó de las actas del proceso. Los decorados los hizo construir según el modelo de antiguas miniaturas, no en un estudio cinematográfico sino en campo abierto, fijándose que fueran lo suficientemente sólidos para garantizar a los actores completa libertad de movimiento. Y practicó una clase muy especial de realismo en la elección de los actores: los escogió en razón de que sus rostros eran semejantes a los personajes que debían interpretar. Pero Dreyer no puso este realismo al servicio de una crónica antigua. Más bien le dio la base segura para que hiciera patente el trasfondo espiritual del proceso, la fe que vive en el hombre y por el hombre. Por esa razón, impresionantes primeros planos fueron su medio estilístico, preponderante en esta película. Dreyer mismo decía: “Nada es comparable al rostro humano.” Es una tierra que uno nunca se cansa de explorar. Y en esta tierra hizo descubrimientos insospechados. En sus primeros planos se revela el carácter de los personajes que actúan, se ven sus reacciones, se captan sus pensamientos.
Adjetivada como una "sinfonía de primeros planos", la historia del juicio a Juana de Arco le sirve al director Dreyer para hacer uno de sus rigurosos ejercicios sobre las pasiones humanas y la actitud ante el sufrimiento. Glorioso blanco y negro, ritmo pausado y una bellísima Renée Jeanne Falconetti -actriz de escasas películas- para una de las joyas del cine universal.
Carl Theodore Dreyer intento una aproximación religiosa de la vida pero escapando de la religiosidad. Realizaba ejercicios cinematográficos de introspección religiosa a través del misticismo a la fe. Buscaba una introspección de los personajes, quiere mostrar los sentimientos y el interior de los personajes y mostrar la angustia y la incomprensión del sometido que se enfrenta a la sociedad de la época. Mediante formas austeras y una composición muy pictórica vacía el encuadre de todo lo que no importe, dejan atrás el encuadre barroco. Su intención es que nos concentremos en los elementos esenciales, en los personajes y la luz que desprenden.
Obra capital. Mediante prodigiosos primeros planos, picados, contrapicados, cenitales y un montaje deudor de Eisenstein y Griffith, el maestro danés filma el sufrimiento y la resignación ante la muerte de Juana de Orleans y consigue desgarrar al espectador gracias a una interpretación estremecedora de Maria Falconetti y a unas poderosas imágenes muy por delante de su tiempo. Difícil quedarse con una escena en concreto porque esta obra maestra contiene un compendio de fotogramas que, hilvanados entre sí, conforman un todo perfecto que apabulla por su belleza plástica. Desprende emoción, desasosiego, placer visual y ante todo, se trata de un alegato contra la intolerancia e injusticia del fanatismo eclesiástico y, por extensión, al fanatismo intemporal de la especie humana.
Tráiler:
Calificación: 6 de 6.
No hay comentarios:
Publicar un comentario