TÍTULO ORIGINAL: The Angels' Share
AÑO 2012
DURACIÓN: 106 min.
PAÍS: Reino Unido.
DIRECTOR: Ken Loach.
GUIÓN: Paul Laverty.
MÚSICA: George Fenton.
FOTOGRAFÍA: Robbie Ryan.
REPARTO:
Roger Allam, John Henshaw, William Ruane, Daniel Portman, Paul Donnelly, Lorne MacFadyen, John Joe Hay, Siobhan Reilly, Barrie Hunter, David Goodall, Jim Sweeney, Gary Maitland, Lynsey-Anne Moffat, Finlay Harris, Nick Farr, Scott Kyle, Jasmine Riggins, Gordon Taylor, David Graham, Roderick Cowie, Fernando Velasquez, Robert J. Goodwin.
PREMIOS:
2012: Festival de Cannes: Premio especial del jurado.
2012: Premios del Cine Europeo: Nominada a Mejor música.
SINOPSIS:
Tras el nacimiento de su hijo, parece que Robbie, un joven sin trabajo, está dispuesto a sentar la cabeza y a darle a la criatura una vida muy distinta a la suya. En un cursillo de formación al que asiste, un profesor inicia a sus alumnos en el arte de paladear whisky. Robbie descubre entonces que posee un talento excepcional como degustador y muy pronto es capaz de identificar los destilados más caros y selectos.
COMENTARIOS:
Cuando hablamos de Ken Loach, hablamos de cine social, ese cine que se centra en los obreros de la periferia británica y sus problemas, problemas reales que consiguen conectar con el espectador por su verosimilitud. En su nueva cinta, Loach sigue más o menos haciendo lo mismo, aunque ésta vez de una manera más optimista que otras veces.
Tradicionalmente el mensaje de esperanza, la “parte de los ángeles”, del cine de Ken Loach ha llegado de la mano de la dignidad que, a pesar de los palos y porrazos que reciben, consiguen mantener sus protagonistas, obreros y marginados en el paraíso del libre mercado, toda vez que los destinos finales de los mismos no invitaba demasiado al optimismo. Un matizado aliento amargo que en sus últimos títulos, “Buscando a Eric” y “Route irish”, ha girado en favor de un decidido happy end que, en ambos casos, me ha parecido un tanto forzado y escasamente convincente. The angels’ share, un bonito título que hace referencia a un momento del proceso de fabricación del whisky, insiste en conceder a los desheredados una oportunidad de triunfo frente al sistema que los excluye, pero esta vez lo hace con mayor fortuna, tanto por el tono del relato, como por una construcción más precisa y verosímil de los sucesos que conducen hasta el satisfactorio desenlace.
El Loach optimista vuelve en el mejor momento, desprendido de moralejas, sencillo y agradable, no sin poso ni regustos amargos. Loach y Laverty siguen comprometidos, al pie del cañón, con las latencias sociales, centrándose en esta ocasión en un joven postadolescente de Glasgow que se encuentra cumpliendo servicios a la comunidad después de verse involucrado en una agresión. Sin dinero ni trabajo, su novia embarazada da a luz y eso supondrá en ambos, un cambio radical, conscientes de las responsabilidades que ello comporta e inseguros de poder cumplirlas.
La parte de los ángeles describe una voluntad que trasciende el espíritu de supervivencia, el inconformismo respecto a una situación que parece enquistada y la desesperada búsqueda de soluciones. En este caso, la salida que propone el dúo dinámico del cine social británico es algo disparatada, pero no importa. No pierden el norte ni se disuelven sus conclusiones, contundentes y esperanzadoras, y tampoco renuncian al humor aunque sea agridulce. Y es que así como en films anteriores –La cuadrilla (2001), En un mundo libre (2007)…– no se permitían ninguna dosis de ilusionismo cinematográfico, en La parte de los ángeles sí que hay un componente ligeramente fantasioso, una historia que sí, pudiera ser real, pero que no se niega el placer de la literatura y sus licencias para llegar al mismo fin.
Loach acierta de lleno con la construcción de la vida del protagonista, un tipo que no tiene ningún futuro y que teme que su vida pueda acabar pronto como siga así. Escenas como la de la vista con una de sus víctimas son brillantes, al igual que su relación con el trabajador social, totalmente entrañable.
Conmovedora historia sobre la marginalidad y la falta de oportunidades, de como la sociedad condena a quien se equivoca. Los personajes son entrañables y toda esta reflexión está unida con interesantes catas de whisky. Ambientada en Glasgow y Edinburgo...Una historia que deja buen sabor de boca.
Tráiler:
Calificación: 5 de 6.
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