sábado, 1 de septiembre de 2012

The Bridges of Madison County - (Los puentes de Madison) - (1995) - (Director: Clint Eastwood)



TÍTULO ORIGINAL: The Bridges of Madison County

 
AÑO: 1995 

DURACIÓN: 135 min. 

PAÍS: EE.UU.

DIRECTOR: Clint Eastwood.

GUIÓN: Richard LaGravenese (Novela: Robert James Waller).

MÚSICA: Lennie Niehaus.

FOTOGRAFÍA Jack N. Green.


REPARTO:

Meryl Streep, Clint Eastwood, Annie Corley, Jim Haynie, Victor Slezak...


PREMIOS:

1995: Nominada al Oscar: Mejor actriz (Meryl Streep).
1995: 2 nominaciones al Globo de Oro: Película drama, actriz drama (Meryl Streep)
1995: Premios Cesar: Nominada a mejor película extranjera.
 

SINOPSIS:

Un maduro fotógrafo aventurero, interpretado por Clint Eastwood, y una aburrida y soñadora ama de casa, interpretada por Meryl Streep, se conocen casualmente. El coche de Eastwood se ha averiado, y debe pedir ayuda desde la casa de Streep, en medio del campo. Ambos han tenido sus experiencias, y no esperan mucho más de la vida. Su relación, al principio tímidamente, se acaba convirtiendo en una apasionado romance adúltero que ninguno de los dos puede evitar.

El gran Clint Eastwood dice a propósito de su película: "Es una historia de relaciones humanas. No hay efectos especiales, sólo actores, amor y emoción. No creo que puede pedirse más al cine". Las interpretaciones que completan Eastwood y Streep son magistrales. Son los únicos personajes de la película, y consiguen darle el tono adecuado, intenso pero equilibrado. Los puentes de Madison es poderosa, sutil y muy sugerente, y de con este cambio de registro, Eastwood demuestra su maestría en el arte de dirigir.




COMENTARIOS:

“Creo que los lugares en que he estado y las fotos que he hecho durante mi vida me han estado conduciendo hacia ti”

Clint Eastwood bajo desde los cielos y dijo: "Yo estoy hasta los mismísimos de comedias románticas y de los Richard Gere, Julia Roberts y todos esos espantajos. Yo haré una película romántica que se convertirá en obra maestra. Y punto final". Y vaya que si lo hizo. "Los puentes de Madison", una de sus mejores películas, es ya un clásico moderno de los muy pocos que hay de los años 90. Y Clint Eastwood demostró otra vez más que es uno de los grandes y que por culpa de los muy merecidos oscars de "Sin perdón", películas como esta o como "Un mundo perfecto" pasaron con más pena que gloria en cuanto a premios cuando eran de las mejores películas de sus respectivos años.



En "Los puentes de Madison" a Clint no le hace falta una gran historia sino una sencilla. Dirigida con sobriedad y con garra, el maestro hace gala de su talento a la hora de dirección de actores. Aquí nos encontramos a una magnífica Meryl Streep, en la mejor interpretación de la carrera, sencillamente conmovedora pese a interpretar a una adúltera. Eso por no hablar de nuevo del propio Clint que vuelve a callar las bocazas de los críticos que suelen criticarlo en su labor de actor. Por supuesto la escena más recordada de "Los puentes de Madison" es la escena de la lluvia con nada más y nada menos que Clint llorando. Y que decir, que probablemente sea una de las mejores escenas realizadas en los 90. Y por supuesto también destacar la fantástica fotografía, la banda sonora, la ambientación. Todo en ella es increíble.


Los Puentes de Madison es una de esas películas estigmatizadas por el conocimiento popular con la categoría de 'drama romántico', que muchos confunden con un edulcorado espectáculo concebido para suscitar las lágrimas de los más sensibles; ignorando la sutileza en la forma y el tormentoso desgarro emocional en el fondo que hacen de esta película una experiencia imprescindible para todo amante del buen cine. Aquí todo despide un agradable aroma a clasicismo, desde su estructura narrativa, heredada de la novela de Robert James Waller (y el guión de Richard LaGravenese), hasta una portentosa dirección precisa en los detalles e implacable en el retrato sentimental de los personajes.

La sencillez es su premisa; a partir de ahí, todo un desbocado y complejo flujo de miradas, deseos, responsabilidades paralizantes y ansiedades latentes canalizadas por la pasión del encuentro espontáneo; hasta desembocar en el aciago destino que no es más que una realidad que sueña ser ficción.

Es maravillosa de principio a fin, es estremecedora. El amor traspasa la pantalla lentamente, en silencio, sin palabras, de manera sutil como una fina lluvia que te va mojando poco a poco y sin darte cuenta acabas calado hasta los huesos. Llegas al final metido en la piel de Francesca o de Robert llorando a mares y con un nudo en la garganta.



El final es de los mejores de la historia del cine. Clint llorando de amor bajo la lluvia, la escena del semáforo, el llanto de Francesca con el libro de fotos, cualquiera de esas tres escenas justifica por si solas toda la película. La banda sonora inolvidable.

A pesar de ser un drama y de que el nudo en la garganta siga después de los títulos de crédito, el mensaje es esperanzador, es un canto a la vida...al amor.

El único pero son los hijos, que no encajan en el lirismo de la película, pero son imprescindibles para contar la historia.

Recomendable a todos aquellos que quieran disfrutar de una gran historia y que no tengan miedo a que el cine les remueva sentimientos.

En realidad, hay pocas cosas más milagrosas -y misteriosas- en esta vida que enamorarse: pero no encoñarse, ni encapricharse, sino enamorarse de verdad, hasta las trancas, hasta el punto de ser abducido y colonizado por un sentimiento que nos hace aún más imperfectos, si cabe, pero a veces mucho mejores de lo que soñaríamos ser jamás. Y ese amor que es como la devastación de un territorio más que dispuesto a ser devastado, no es el que el cine suele querer vendernos habitualmente. Más bien es como esta sencilla, casi austera historia que confirma a Clint Eastwood como uno de directores vivos más grandes del cine americano y le revela como un cineasta de poliédrica y minimalista sensibilidad, capaz de retratar con aliento más que poético la simple emoción de dos seres humanos entera y verdaderamente enamorados.




La historia arranca con un encuentro fortuito (y afortunado) entre dos seres lo más alejados de los clichés románticos que pueda imaginarse. Él es un lobo solitario, un fotógrafo del National Geographic ya entradito en años y ella una madura ama de casa pasando un fin de semana de soledad en su granja. De cómo estas criaturas tan dispares comienzan sintiendo una atracción espontánea y más tarde, comienzan a enamorarse de tal manera que duele el corazón de verlos, va la película.

No hay nada muy espectacular, ni grandes escenas amorosas, ni siquiera un ritmo que pueda llamarse ágil: la sensible dirección de Eastwood vuelve a dar sentido a aquella expresión de "menos es más". Algo tan sencillo como el rostro de ella (el descubrimiento de estar siendo deseada, admirada) cuando él la está fotografiando en los puentes, resulta mucho más elocuente que un pegajoso morreo en primera plana. O esa mano sobre el picaporte...qué decir de una escena que roza lo prodigioso en cuanto a contención estilística y desgarro emocional.

Todo en la película está cuidado hasta el extremo, dejando que el talento de los actores (el propio Eastwood y la increíble Streep) hable por sí mismo, sin más excusa argumental que el milagro de un amor correspondido en el crepúsculo de la vida, en el momento más inesperado, cuando ya se ha tirado la toalla para replegarse en la comodidad de una existencia sin sobresaltos pero sin sorpresas.

Y sólo por eso, vale la pena...verla y enamorarse.

 
“No quiero necesitarte, porque no puedo tenerte”



“Los puentes de Madison” (1995), maravillosa de principio a fin, es estremecedora. El amor traspasa la pantalla lentamente, en silencio, sin palabras, de manera sutil como una fina lluvia que te va mojando poco a poco y sin darte cuenta acabas calado hasta los huesos. Llegas al final metido en la piel de Francesca o de Robert con un nudo en la garganta.
Gracias viejo Clint...

-Por dejarnos esta soberana lección de cine, obra maestra absoluta para el recuerdo.

-Por tratarnos como adultos que vamos al cine para algo más que comer palomitas de maíz.

-Por llevar a la pantalla esta profunda y hermosa historia de amor llena de trampas sin caer en ellas.

-Por tu sensibilidad a la hora de plasmar en imágenes ésta catarata de sentimientos contenidos que desbordan la pantalla.

-Por demostrarnos que se puede hacer la película más romántica en muchos años sin caer en la cursilería.

-Por regalarnos dos de las más sublimes interpretaciones jamás vistas en una pantalla de cine.

-Por saber filmar como nadie la renuncia y el dolor del de verdad en fotogramas de oro puro.

-Por mostrarnos en imágenes imposibles de olvidar, que los “duros” también pueden llorar.

-Por esa furgoneta; por ese semáforo en rojo; por ese intermitente a la izquierda....

-Por ese semáforo en verde; por ese ventanilla que sube....

-Por la mejor secuencia de los últimos treinta años, inmortal sinfonía bajo la lluvia.

-Por ese libro de fotografías; por esa cámara fotográfica, por esa cruz.

-Por esas lagrimas en un rostro de mujer.

-Por ese inolvidable final.

...por todo esto y por mil cosas más, gracias Clint.

Que importa que los miembros de la Academia no te dieran el Oscar y suspendan una vez más y tengan que repetir curso, pobres ignorantes, perdónalos, no saben más.


Tráiler:



Mejor escena:




Calificación: 6 de 6.

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