Las calles de la
ciudad
Título original: City
Streets
Año: 1931
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos.
Director: Rouben
Mamoulian.
Guión: Oliver H.P.
Garrett, Max Marcin (Historia: Dashiell Hammett)
Música: Karl Hajos,
Gerard Carbonara, Ralph Rainger.
Fotografía: Lee Garmes.
Reparto:
Gary Cooper, Sylvia Sidney, Paul Lukas, Wynne
Gibson, William Boyd, Guy Kibbee, Stanley Fields, Betty Sinclair.
Género: Cine negro.
Sinopsis:
Estados Unidos, Ley Seca
(1920-1933). El padrastro de una bonita chica pertenece a una banda de
traficantes de alcohol. Ella está enamorada de un atractivo joven que trabaja
en una caseta de feria de tiro al blanco y desea casarse con él, pero como no
tienen dinero, se le ocurre la idea de introducir a su novio en los negocios de
su padrastro, sin saber que se trata de una banda criminal. A causa de una
jugarreta de su padrastro, la chica acabará en la cárcel. Y, mientras, el novio
ingresa en la banda.
COMENTARIOS:
Segundo largometraje
de Rouben Mamoulian (Tiflis, Georgia, 1897- Los Ángeles, 1987), rodado en
Paramount Studios (Astoria, NYC). Constituye un trabajo de gran interés para
conocer y soborear el admirable estilo visual del autor.
A principios de los años 30, con
el cine sonoro recién instaurado en la industria, se produjo una breve pero
intensa avalancha de películas de gángsters
que tuvieron un éxito apabullante y lanzaron al estrellato a una serie
de nuevos actores como Edward G. Robinson, James Cagney o Paul Muni. Aunque
este ciclo de cine de gángsters duró poco en gran parte por las presiones a las
que se sometía a Hollywood para censurar el contenido de sus films (se les
acusaba de crear obras en que el público veía a esos villanos como héroes y no
como criminales), dejó para la posteridad una serie de obras geniales de una violencia descarnada
que no se permitiría volver a mostrar en la pantalla hasta muchos años después.
En concreto hay tres grandes obras que destacan por encima del resto: Hampa
Dorada (1931), Enemigo Público (1931) y Scarface (1932), protagonizadas
respectivamente por los actores mencionados antes. Calles de la Ciudad es uno
de los ejemplos de obras menores.
La pareja protagonista está
formada por Nan y Kid. Ella es la hija del guardaespaldas de una banda de
gángsters, él malvive trabajando en un puesto de tiro de una feria ambulante,
donde desperdicia sus excelentes habilidades como pistolero. Nan intenta convencer
a su pareja de que deje ese trabajo para introducirse en el mundo del
contrabando de alcohol, donde su padre está ganando mucho dinero, pero él se
niega porque no lo ve honesto. Una noche el padre de Nan comete un asesinato y
le da el arma a su hija para que la esconda, pero un policía la descubre y la
detiene. En vez de dar la cara por ella, su padre la deja permanecer en prisión
para que no le condenen a él por asesinato y convence a Kid para que se una a
su banda y así, con el dinero ganado, poder pagar un buen abogado para sacar a
su amante. Aunque Kid acepta algo reticente al principio, acaba descubriendo
las ventajas que le supone esta nueva profesión y reconociendo que Nan tenía
razón. Paradójicamente, en la cárcel Nan se dará cuenta de que este tipo de
vida no merece la pena sin sospechar que su novio ahora es un gángster.
A diferencia de otras películas
del género, aquí el protagonista no es un gángster sino un hombre honesto que
desaprueba la delincuencia pero acaba movido a ese mundo por encontrarse sin
dinero, un problema que le sería muy familiar al público de la época teniendo
en cuenta que el film se estrenó durante la Gran Depresión. Es por ello que
resulta una obra mucho menos visceral que otras de la época de temática
similar, y es que pese a que su protagonista (un Gary Cooper que resulta un muy
improbable gangster) se acaba uniendo a la banda, nunca le vemos disparar
contra nadie ni cometer ningún crimen. No es un criminal auténtico como lo eran
James Cagney o Edward G. Robinson, sino un honrado joven que se ve abocado a la
delincuencia, y por tanto éste es un film que se dedica menos en retratar el
mundo de los gangsters y más en profundizar en las relaciones entre personajes.
Las Calles de la Ciudad era
además la segunda película dirigida por Rouben Mamoulian, un director de origen
europeo que tuvo una carrera muy corta pero interesante en Hollywood. Supo
asimilar muy pronto las ventajas del sonido en el cine y al mismo tiempo no
olvidó la importancia de la expresividad de la imagen. Como breve ejemplo, los
primeros planos que nos muestra de la cárcel en la que está encerrada nuestra
protagonista: unas puertas que conducen a un bello paisaje cerrándose, un plano
contrapicado de los imponentes muros del edificio que ocupan casi toda la pantalla
y una ventana con rejas tras la cual hay un árbol. Tres bellos planos casi
abstractos que nos resumen el lugar donde se encuentra Nan y que representan
visualmente de una forma maravillosa la falta de libertad que supone el estar
en la cárcel.
Mamoulian da todo un magisterio
de ingenioso uso de la elipsis y del uso del espacio. Tres planos anteceden al
ingreso de Nan en prisión, una de las puertas cerrándose, y dos contrapicados,
de los muros, y de la verja de la celda a través de la cuál se entrevé un
árbol. Nan tomará consciencia del error de sus elecciones de vida, pero no
contará con que The kid, por necesidad de dinero, por ella, acceda a trabajar
en la organización. El encuentro entre ambos, él vestido con un gabán de piel y
bombín, dejado ya su sombrero de cowboy, es de una notoria intensidad. La
desesperación de ella se hace palpable cuando hablan a través de los barrotes;
pareciera que ambos pudieran fundirlos. Ese ingenio con las elipsis destaca
también en la secuencia inicial: Tras que Big fella haga un gesto a dos de sus
hombres, el plano del sombrero, del contrincante en el negocio de las cervezas
con quien había hablado, en las aguas del río ya nos dice que lo han matado (otro director hubiera necesitado media docena de planos).
'Las calles de la ciudad' (City
streets, 1931), es una espléndida e imaginativa obra de Rouben Mamoulian, con
brillante fotografía de Lee Garmes, y guión de Max Marcin y Oliver H.P. Garret.
Un melodrama gangsteril que es toda una mordaz alegoría sobre una sociedad en
la que las empresas y las organizaciones mafiosas son caras de la misma
moneda (algo en lo que también incidía la magnífica 'Scarface' (1931), de
Howard Hawks).
Tráiler:
Calificación: 5 de 6.
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