domingo, 7 de julio de 2013

The War Lord (El señor de la guerra) - (1965) - (Director: Franklin J. Schaffner)



El señor de la guerra
Título original: The War Lord
Año: 1965
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos.
Director: Franklin J. Schaffner.
Guión: John Collier, Millard Kaufman.
Música: Jerome Moross.
Fotografía: Russell Metty.
Reparto:
Charlton Heston, Richard Boone, Rosemary Forsyth, Guy Stockwell, Maurice Evans, Niall MacGinnis, Henry Wilcoxon, Michael Conrad, James Farentino.
Género: Aventuras | Edad Media.
Sinopsis:
Siglo XI. Un pequeño castillo situado en un enclave de Normandía es el lugar que Chrysagon (Charlton Heston), un Señor de la Guerra, debe salvaguardar del acoso de los frisios. Para ello, Chrysagon cuenta con el apoyo de su hermano menor Draco (Guy Stockwell) y su rudo compañero Bors (Richard Boone) al mando de un grupo de fieles soldados. Durante su estancia en el castillo, Chrysagon conoce a Bronwyn (Rosemary Forsyth), una bella mujer de quien pronto se enamora. Sin embargo, el noble guerrero tendrá un duro oponente en la persona de Marc, el hijo del líder de los frisios que habitan a escasos kilómetros del castillo custodiado por Chrysagon y su séquito.


COMENTARIOS:
Durante una época vimos una Edad Media dulcificada y romántica que exaltaba la vida amorosa y caballeresca y mantenía un tono muy aventurero; las películas creadas en aquel Hollywood eran la singular manera que tenían en Norteamérica de ver la historia europea. Ahora se tiende a representar esa época con la brutalidad y suciedad que probablemente le pertenecía, pero como yo entiendo que el lenguaje cinematográfico en el cine histórico no debe ser exclusivamente un reflejo de realismo fiel, sino que debe ir más allá, comprendiéndola desde una mirada actual, pienso que pocas películas han profundizado tanto y tan bien en esa convulsa época. Aun así, la rigurosidad de esta obra con tan escasos medios es sorprendente y su fidelidad histórica con los comportamientos y maneras de los personajes, con los temas tratados e incluso con los espacios, vestuarios y maquinarias utilizadas la hacen una película de referencia.

Uno de los temas más atractivos que nos presenta esta obra es la lucha entre paganismo y cristianismo y es que la película se encuentra repleta de simbolismos de múltiples lecturas. La cultura druídica de los celtas aparece con conocimiento de causa, e incluso el experto simbolista Juan Eduardo Cirlot recogió con exhaustividad en un artículo la gran cantidad de símbolos que pueblan El señor de la guerra -es anecdótico que Cirlot llegó incluso a escribir el ciclo poético de Bronwyn, inspirado en el personaje que encarnaba la actriz Rosemary Forsyth-. Los nombres del protagonista Chrysagon (Chrysos=oro, Agonía= Lucha), su hermano Draco como mito del Dios doble y en permanente lucha (San Jorge y el Dragón) y sobre todo el personaje de la mística Brownyn son parte de esta simbología aludida. El desencadenante de los acontecimientos es el famoso derecho de pernada o derecho de primera noche (Ius primae noctis) que en la película aparece como de origen pagano y que origina una irreflexiva pasión amorosa de consecuencias irreparables.


En esta película no hay grandes castillos, ni poderosos ejércitos, ni siquiera héroes y villanos, sino personajes vivos que actúan a partir de sus convicciones, sus necesidades y sus debilidades. La historia se mueve en base a estos comportamientos y la guerra es parte de ese mundo de vasallaje. Nunca el intento de toma de una pequeña fortaleza -una sencilla torre de defensa al borde de las marismas- estuvo filmado con más minuciosidad, pues esta película cuidó rigurosamente todos esos pequeños detalles que la hacen tan grande. Las palabras, pero también los silencios que tan bien marca el fiel escudero Bors, son otro más de los puntos que me hacen pensar en esta película como en una auténtica obra maestra a recuperar.
El film de Schaffner es una magnífica muestra de aventura histórica caracterizada por el riguroso equilibrio entre la vertiente exterior y sus matices psicológicos, que entremezcla sensualidad y putrefacción, amor sincero con oscurantismo y represión, lealtad con traición. Y lo hace además en un entorno físico sutilmente envuelto de aromas mágicos, en donde en muchos momentos no sabemos si realmente la atracción del guerrero por Bronwyn en realidad ha desatado la ira de los dioses paganos. La película destaca por la espléndida y física labor de su reparto –a las excelencias de Heston hay que sumar la presencia de un cómplice Richard Boone-, por la articulación dramática y casi telúrica que ofrece el en ocasiones recargado cromatismo fotográfico propuesto por el gran Russell Metty, o el espléndido uso de la pantalla ancha, en una narración de corte clásico que no incurre en las debilidades narrativas que sí hicieron acto de presencia en la posterior y más conocida PLANET OF THE APES (El planeta de los simios, 1968).



Dentro de su planificación destaca en sus secuencias de interiores –que tienen como marco la torre propiedad del guerrero protagonista-, una abundancia de motivos religiosos que Chrysagon irá paulatinamente dejando de lado, imbuido progresivamente de ese elemento pagano que previamente ha ido rechazando, pero del cual emana la mujer que ama. Todos estos detalles no oscurecen en modo alguno el brillo de las secuencias en donde la aventura física cobra protagonismo, centradas sobre todo en el asedio que sufren por parte de los frisios unidos a los lugareños, que conforman un bloque narrativo ejemplar. Pero incluso en esas imágenes, el espectador adquiere conciencia de que, aunque nuestro protagonista logre vencer, su mundo y su propia andadura vital es prácticamente un halo espectral.

En resumen, una pequeña joya semidesconocida por muchos pero de obligada referencia en la filmografía de un director como Schaffner que ya demostraba que podría convertirse en uno de los mejores de su generación.

Tráiler:



Calificación: 4 de 6.

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