Sentencia para un dandy
Título original: A Dandy in Aspic
Año: 1968
Duración: 107 min.
País: Reino Unido.
Director: Anthony Mann, Laurence Harvey.
Guión: Derek Marlowe.
Música: Quincy Jones.
Fotografía: Christopher Challis.
Reparto:
Laurence Harvey, Tom Courtenay, Mia Farrow, Harry Andrews, Peter Cook, Lionel Stander, Per Oscarsson, Barbara Murray.
Género: Espionaje.
Sinopsis:
Alexander Eberlin (Harvey), un insignificante agente del Servicio de Inteligencia Británico, es, en realidad, un espía ruso llamado Krasnevin. Cuando Fraser (Harry Andrews), el jefe del Servicio de Inteligencia Británico, se entera, encarga a sus hombres la misión de acabar con él. Gatiss (Tom Courtenay), un asesino despiadado que desprecia a Eberlin pero que no conoce su secreto, se convierte en su aliado. Cuando el contacto ruso de Eberlin es asesinado por orden de Sobakevich, el jefe del Servicio de Inteligencia Ruso, Eberlin intenta escapar a Moscú pasando por Berlín Oeste. Una vez allí, descubre que no tiene a quien recurrir. Incluso duda de Caroline (Mia Farrow), una alocada londinense con quien mantiene una relación.
COMENTARIOS:
Último largometraje de Anthony Mann, en el que interviene como director y productor. Muere durante el rodaje y es sustituido por Laurence Harvey (no acreditado). Se basa en la novela "A Dandy In Aspic" (1966), de Derek Marlowe, que escribe el guión. Rodada en panavisión en Londres y Berlín, en marzo/abril de 1967, se estrena el 2-IV-1968 (EEUU).
La acción tiene lugar en Londres y Berlín, en 1967, a lo largo de unas pocas semanas. El elegante Alexander Eberlin (Laurence Harvey) trabaja como modesto agente del Servicio de Inteligencia del RU. Tras el asesinato sucesivo de 3 agentes británicos, Fraser (Harry Andrews), jefe del Servicio, le encomienda la misión de identificar y asesinar a un agente soviético infiltrado sospechoso de los crímenes, del que sólo se conoce el apellido, Krasnevin. Se cree que corresponde al agente Pavel.
La película desarrolla un relato de agentes dobles, falsas identidades y dudosas lealtades, que introduce en una trama densa y turbia de dudas y suspense. La obra muestra la dureza del trabajo del espía, su sometimiento a órdenes inapelables, la desatención de sus iniciativas y solicitudes de relevo, la soledad que le envuelve, la larga duración de sus servicios (el protagonista lleva 18 años en activo), la crueldad de sus intervenciones y la necesidad psicológica de recuperar la propia identidad. El espía es manejado como una marioneta de guiñol, al albur de los vaivenes que experimentan los intereses políticos del país al que sirve.
El film contrapone la imagen realista y veraz del agente a las fantasías imaginarias y engañosas de James Bond, sus imitaciones y parodias. Se sitúa, al respecto, junto a "El espía que surgió del frío" (1965) y otros films. La interpretación de Harvey dota al personaje de la frialdad estremecedora que le corresponde. El guión revela muy pronto la condición de doble agente de Eberlin, con el propósito de elevar el nivel de intriga y el tono dramático del relato. La narración está constuida con buen pulso, eficacia y correcta administración del crescendo y el misterio.
La música, de Quincy Jones ("El prestamista", 1964), se basa en una partitura original que incluye acertadas melodías disonantes, de tensión e intriga, a cargo de una orquesta de metal. La fotografía, de Christopher Challis ("Dos en la carretera", 1967), acentúa el pseso de los tonos oscuros (marrones, azul marino, verdes y negros), que estructuran la composición, dan solidez al dibujo y confieren fuerza y calidad plástica a la imagen. Los contrastes claros son de colores cálidos suaves (cremas, ocres), con abundancia de atmósferas brumosas e iluminaciones intensas de fondo. El efecto visual se aproxima al del cine negro americano clásico.
Digna despedida del admirado Anthony Mann, realizador de obras memorables ("westerns", cine negro, cine bélico, suspense y drama), como "El hombre del Oeste" (1958), "La colina de los diablos de acero" (1957), "La puerta del diablo" (1950), "Horizontes lejanos" (1952) y otras.
Se trata de un film de Mann poco conocido, rodado con estilo, y que merecería mayor atención de la que le han prestado los estudiosos. El director juega con los ángulos de cámara, tiene un estupendo apoyo en la banda sonora de Quincy Jones, y el reparto, sobre todo Laurence Harvey, transmite esa frialdad que se supone a los profesionales del espionaje y un sorprendente y espléndido Tom Courtenay. El novelista Derek Marlowe adapta su propia novela, que subraya con ironía cómo los espías son puros instrumentos de los intereses de sus respectivos países. El final reserva varias sorpresas de buena ley.
Tráiler:
Calificación: 3 de 6.
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