Acosado
Título original: Mickey
One
Año: 1965
Duración: 93 min.
País: Estados Unidos.
Director: Arthur Penn.
Guión: Alan Surgal.
Música: Eddie Sauter.
Fotografía: Ghislain Cloquet.
Reparto:
Warren Beatty, Alexandra Stewart, Hurd
Hatfield, Franchot Tone, Teddy Hart, Jeff Corey, Kamatari Fujiwara.
Género: Drama.
Sinopsis:
Un artista de cabaret ve como su
categoría desciende vertiginosamente tras una desenfrenada orgía con una
muchacha, actuando sólo en tugurios de mala muerte. Acuciado por una gran
deuda, decide trasladarse a Chicago y cambiar su nombre por el de Mickey One.
Allí su agente George Berson consigue de Castle, gerente del lujoso club
Xanadú, que le conceda una prueba.
Sin embargo, Mickey, asustado por
su pasado y temeroso por las fuertes sumas de dinero que debe en juegos de
azar, decide rehusar la prueba que le podría sacar de la miseria en la que
vive. Mientras, su patrona Jenny se esfuerza por devolverle el buen sentido.
COMENTARIOS:
Miembro
de las generaciones de la televisión -Altman, Frankenheimer, Lumet, Mulligan,
Nelson, Peckinpah, Ritt, Schaffner-,las cuales aportaron una valiente mirada
liberal hacia la realidad americana, Arthur Penn, a partir del guión de Alan
Surgal, refleja de una manera simbólica el drama de las listas negras que
acabaron con las carreras de tantos artistas, en la imposibilidad de Mickey One
para ejercer su profesión, puesto que es un perseguido, aunque no ha cometido,
que se sepa, ningún delito.
Al
igual que en la década de los sesenta se sostuvieron en el cine norteamericano
títulos de una descarada mediocridad que gozaron de un desmesurado prestigio
–cito entre mis fobias personales "El graduado", 1967. Mike
Nichols), "Cowboy de medianoche", 1969, John Schlesinger) o "Dos hombres y un destino", 1969. George Roy Hill)-, existen otros
sobre los que es prácticamente imposible encontrar un comentario positivo. Se
trata de esas ocasiones en las que una toma de partido diametralmente opuesta a
la generada por la colectividad, de alguna manera puede resultar un gesto
rebeldía ante lo establecido en el ámbito de la apreciación cinematográfica.
Pues bien, Mickey One (Acosado, 1965. Arthur Penn) es uno de esos ejemplos que
personalmente siempre he defendido sobre el menosprecio que, a mi juicio, ha
sufrido.
Sin
embargo, al volver a ser contemplada, mi admiración hacia la que quizá considere
la mejor película de Arthur Penn se ha mantenido incólume. Todo ello pese al
hecho de que la figura del desaparecido cineasta hoy día no goce de la menor
consideración –cierto es que la valía de su obra fue bastante delimitada y
restringida, en el conjunto de una filmografía en su conjunto no demasiado
brillante-, y al hecho de que Mickey One apenas sea recordada. Y es que desde
el momento de su estreno, fue una auténtica “patata caliente” que fue
despedazada por aquellos que no sentían aprecio por la obra del cineasta,
mientras que aquellos que sí lo valoraban –quizá con desmesura-, no supieron cómo
defender esta insólita apuesta del realizador y su estrella –Warren Beatty-,
intentando buscar en ella conexiones que iban de su carácter de parábola kafkiana,
a una mirada de clave sobre la esquizofrenia de la Norteamérica de aquellos
años. Es evidente que algo de ello hay en esta –lo adelanto- para mí magnífica
película, pero personalmente no dejo de vislumbrar en ella una combinación de
comedia entroncada con el absurdo, combinada con la adscripción de unos ropajes
que en no pocos instantes le otorgan una singular cercanía con los códigos del
cine fantástico.
Desde
sus propios títulos de crédito –en los que asistimos a una extraña composición
de planos en los que contemplamos a Mickey en diferentes situaciones, intuyendo
que nos encontramos ante una extraña comedia de la época-, lo cierto es que de
entrada cabe destacar la voluntad de Arthur Penn y Warren Beatty, de dar vida a
un proyecto que pese a disponer de un coste de menos de un millón de dólares de
coste, tuvieron que luchar en la Columbia para que se llevara a cabo ya que,
como era de prever, estaba condenado al fracaso en la taquilla. Sin embargo,
cuando ha transcurrido casi medio siglo desde el momento en que fue realizada,
es cuando una mirada distanciada sobre su resultado puede resultar mucho más
estimulante que en el momento de su estreno.
Sin obviar las referencias fellinianas que el film de Penn inserta
–algo que los numerosos detractores del film han señalado-, Mickey One es ante
todo una metafórica visión sobre esa sociedad USA que vivía un estado interno
de choque, que fue expuesto en títulos como los antes señalados, y en otros
previos más reconocidos –lo que no quiere decir mejores que este-. A través de
la metafórica y entrecortada peripecia existencial de Mickey, empeñado en huir
de unos invisibles enemigos, podría encontrarse el estado de una sociedad
convulsa, que poco tiempo después empezaría a vivir el trauma del Vietnam, y en
aquellos años apenas había salido del recrudecimiento de la hostilidad con
Rusia.
Pero
con ser interesante ese telón de fondo, lo que a mi modo de ver convierte al
film de Penn en una película excelente, es la sabiduría –escasamente
reconocida- con la que logra ensamblar los elementos de un relato que podría
resultar caótico, pero que en sus manos logra adquirir no solo entidad como
tal, sino singularidad propia, partiendo de la base de ser un exponente de su
tiempo. Esa capacidad para casi de un plano a otro insertarnos en terrenos
inquietantes –las secuencias en las que Mickey parece ser perseguido, la paliza
que recibe-, y en otros por completo insertos en la frontera del fantastique
–la presencia intermitente de ese extraño personaje de aspecto oriental, que
protagoniza una de las escasas secuencias prescindibles del conjunto-. Momentos
como la exhibición que este realiza de un artefacto musical que finalmente se
incendia- y en otras un insólito seguimiento de la imagen narcisista que desde
sus inicios caracterizó la personalidad cinematográfica de Beatty, representada
en el extraño atractivo que ejerce sobre el mencionado Castle, que por momentos
parece un vampiro contemporáneo, y en una de las secuencias más recordadas del
film –cuando tiene a Mickey en el suelo a punto de estrellarle un cristal en el
cuello-, se expresa mejor que en ningún otro instante ese rasgo tan insólito,
en un actor además que también ofrecía ese rasgo homosexual en el debut
cinematográfico de Penn -The Left Handed Gud (El zurdo, 1958)- ejerciéndolo
hacia la figura de un joven Paul Newmann, otro de los representantes de ese
narcisismo masculino en el cine americano de su tiempo.
Como
exponente máximo –siempre bajo mi particular punto de vista- de una corriente
no muy bien valorada en su momento en el cine USA, pero a la que el paso del
tiempo creo ha concedido –como sucedió por otra parte, al conjunto de la
producción de la denominada “generación de la televisión”- una mirada mucho más
positiva en su valoración, quizá, pese a todo, resten algunos años para que Mickey One pueda ser admitida en su valía. O quizá sea una de esas películas
que pocos aficionados disfrutaremos casi, casi, a escondidas. Lo mismo da.
En
Acosado, Arthur Penn, logra transplantar
la angustia del hombre moderno, tiranizado por poderes invisibles que no llegar
a comprender, a una América contemporánea
que vivenciaba una década donde se implantaba el síndrome de las teorías de la
conspiración. Cuando se realiza la película ya ha ocurrido la tragedia de
Dallas, en la que John Kennedy fue victima de un magnicidio cuyas causas y
responsables, el informe de la Comisión Warren no elucido de forma
satisfactoria para muchos americanos. También, son los años donde prospera la
noción del poder en la sombra del Sindicato del Crimen, etiqueta que denominaba
a las actuaciones de las diversas familias mafiosas que operaban de costa a
costa de la geografía estadounidense. Igualmente, son los momentos en que se
empieza a despertar de la pesadilla de la caza de brujas que propugno el
senador McCarthy.
Trailer:
Calificación: 5 de 6.
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