El delator
Título original: The Informer
Año: 1935
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos.
Director:
John Ford.
Guión:
Dudley Nichols (Novela: Liam O'Flaherty)
Música: Max Steiner
Fotografía: Joseph August.
Reparto:
Victor
McLaglen, Heather Angel, Preston Foster, Margot Grahame, Wallace Ford, Una
O'Connor, Donald Meek, J.M. Kerrigan.
Género: Drama.
Sinopsis:
La
historia nos lleva hasta la Irlanda de los turbulentos años 20, donde Gypo
Nolan, un borracho con pocos sesos en la cabeza, y menos dinero aún en el
bolsillo, ve ante sí la oportunidad de delatar a su mejor amigo que es buscado
por el ejército británico por formar parte del Ejército de Liberación Irlandés,
y cobrar la cuantiosa recompensa de 20 libras. Dinero más que suficiente para
emigrar a América junto a su novia Katie, que ejerce de prostituta para
sobrevivir.
Premios:
1935:
4 Oscars: Mejor director, actor (Victor McLaglen), guión, música.
1935:
National Board of Review: Mejor película.
1935:
Círculo de críticos de Nueva York: Mejor película, mejor director.
COMENTARIOS:
El
realizador John Ford, muy recordado por sus excelentes westerns ubicados en
Monument Valley tenía además una especial predilección por su país de origen,
Irlanda, como lo demuestran las bellísimas películas en las que volcó con mimo
toda la poesía de que era capaz (que era mucha). Ambientado en Dublin, en el
año 1922, toda la acción sucede en realidad durante una noche, en la que el
bravucon Gypo Nolan (Victor McLaglen) se debate entre la fidelidad a sus
ex-compañeros del IRA y la recompensa que ofrecen las autoridades británicas
por uno de ellos que le permitiría iniciar una nueva vida.
John
Ford era un hombre curtido en el cine cuando en 1935 rueda “El delator”,
película con la que iba a ganar cuatro oscars, entre ellos al mejor director.
Hasta ahora tenía recorrido y muchas películas mudas, pero escaso
reconocimiento. A partir de aquí amanecerá el gran hombre de cine que todos
conocemos.
El
y el cine sonoro casi llegan de la mano. En el mudo se forjó, con el sonido se
consolidó. Y de qué manera. En esta película ya muestra sus virtudes: dirige
muy bien a sus actores, crea tipo reconocibles, construye situaciones y
ambientes con un peso extraordinario y una enorme densidad dramática. En ese
sentido, con “Las uvas de la ira” logrará la excelencia, pero aquí ya
encontramos un mundo compacto y consistente, hecho de claustrofobia y
represión, creado desde el concepto más que desde la escenografía o el efecto.
La
película se rodó en apenas tres meses, lo que significaba que el director
planificó de maravilla lo que tenía entre las manos: una historia que conectaba
con sus orígenes familiares, un guión perfecto, apoyado por la música del
incombustible Max Steiner y unos actores implicados y eficaces con los que ya
había trabajado en bastantes de sus películas anteriores. Es por esto que la
sensación final es la de empaste, de coherencia y de rigor.
Sí,
todos los hombres somos inocentes, pues cuando hacemos cosas indebidas es
porque tenemos la conciencia adormecida, y cuando esto sucede, actuamos por
instinto, apagamos la razón que nos alerta y nos dejamos engañar por el lado
oscuro de nuestra psique. Muchas cosas influyen para que la conciencia se
adormezca: la reiterada observación del mal ejemplo, la presión indebida que
otros ejercen sobre nosotros, la falta de criterio, la debilidad de carácter,
la ausencia de presencias de afectación positiva, el desarrollo cultural del
medio en que se vive… Y así, otro sentir va estructurando la personalidad,
hasta llevar al individuo por los senderos equívocos.
Gypo
Nolan tenía también sus razones para dar un paso en falso: el ejército
republicano lo expulsó de sus filas cuando él demostró que tenía objeciones de
conciencia para matar. Katie, la mujer que ama, se estaba perdiendo y tenía un
gran sueño que él no podía ayudarle a materializar… y Gypo, claro, quería
sentirse amado. Fueron estos, impulsos emocionales que adormecieron la
conciencia, y a esta se despierta – por la premura de las acciones - cuando ya
el daño está hecho. Pero entonces no se es malo, sólo se tuvo una confluencia
de motivaciones que redundaron en una decisión errada. Desde la holistica, esto
lo vemos como una presión del universo que mueve un cierto número de energías
que, por predisposición de ciertos individuos, los convierte, irremisiblemente,
en instrumento de sus sabias y necesarias decisiones evolutivas… aunque a veces
para nosotros, éstas nos parezcan incomprensibles o inaceptables.
Otra
de los aspectos en los que incide la historia es en las figuras de las sufridas
madre irlandesas las que desde lo más debajo de su condición y después de los
grandes esfuerzos realizados para alcanzar lo poco que han alcanzado, encima el
destino les exige aun más teniéndose que ver privadas de sus seres más queridos
y todo en aras de los ideales de la revolución, de ahí que también se plantee
la disyuntiva entre que es primero el individuo o los ideales que están por
encima de él, al final todo es relativo y por tanto cada situación distinta y
en el fondo todos somos humanos.
Basado
en una afortunada historia de Liam O’Flaherty, y con guión de Dudley Nichols,
John Ford consigue una gran obra cinematográfica, ya sea vista desde
sus valores estéticos o interpretativos, pero, el acierto mayor, se aprecia desde la
construcción de personajes enmarcados en una aventura de enorme solvencia
moral.
Victor
McLaglen resulta muy efectivo como Gypo, el hombre que hizo de Judas y que,
tras su delito, despliega un profundo afán de redención con todos los que se
cruzan en su camino. Su personaje nos llega muy hondo y se torna imposible
condenarlo cuando, las razones que animan sus actos, nos resultan perfectamente
claras.
Ford
logra una puesta en escena de tinte sombrío y claustrofobico, e inspirada sin
duda en “M" de Fritz Lang y en otras obras alemanas de los años 20. Pero el
resultado ha sido muy convincente y el cine norteamericano se ha beneficiado,
como también lo beneficiaron tantos otros europeos que hicieron buena parte de
su obra en la meca Hollywood.
“El delator” es un buen ejemplo de cine existencial. Devela entendimiento de la
vida y sirve al despertar de la conciencia humana. Bien que se merece nuestras
ovaciones.
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