TÍTULO ORIGINAL: The Last Hunt
AÑO: 1956
DURACIÓN: 108 min.
PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR: Richard Brooks.
GUIÓN: Richard Brooks, novela de Milton Lott.
MÚSICA: Daniele Amfitheatrof.
FOTOGRAFÍA: Russell Harlan.
REPARTO:
Robert Taylor, Stewart Granger, Lloyd Nolan, Debra Paget, Russ Tamblyn, Constance Ford, Joe De Santis.
SINOPSIS:
Historia de cazadores de búfalos ambientada en las praderas del noroeste de los Estados Unidos a comienzos de 1880. Sandy McKenzie está cansado de cazar búfalos; en cambio, Charlie Gilson, disfruta tanto matando búfalos como indios. A pesar de tener dos caracteres muy diferentes, ambos viajan juntos en busca de piezas que puedan vender.
COMENTARIOS:
‘La última cacería’ (‘The Last Hunt’, Richard Brooks, 1956) es el 1º de los tres únicos westerns que dirigió—los otros dos son los espléndidos ‘Los profesionales’ (‘The Profesionals’, 1966) y ‘Muerde la bala’ (‘Riding the Bullet’, 1975)—, una especie de preámbulo al western crepuscular que directoress como Sam Peckinpah desarrollarían concienzudamente en años posteriores. Brooks fue nominado en unas cuantas ocasiones al Oscar en las categorías de directivo y guionista consiguiendo la dorada estatuilla como autor del libreto de la poderosa ‘El fuego y la palabra’ (‘Elmer Gantry’, 1960) y se acercó al tipo cinematográfico por excelencia aterrado por la matanza de bisontes acaecida a fines del siglo XIX en suelo estadounidense, cuando se luchaba contra los indios acabando con unos y otros por el provechoso futuro de una nación constantemente en el punto de mira del resto del mundo.
Con la figura del cazador —omnipresente en infinidad de westerns— Brooks hará un film en el que se combinación con bastante pericia denuncia, drama, acción e inclusive unas gotas de terror, amén de un utilización esplendida del paisaje. Film poco popular contiene para sorpresa de todos matanzas reales de bisontes llevadas a cabo por avezados tiradores del gobierno a lo largo de la filmación de la película para disminuir un manada de bisontes, práctica muy usual en aquellos días. A día de hoy resulta literalmente repugnante y denunciable. El verismo de dichas secuencias no deja lugar a dudas, y la sabia utilización de las mismas por parte de Brooks es ejemplar por cuanto logra su objetivo: demonizar un genocidio que además se dio con la población india.
Robert Taylor y Stewart Granger, que ya habían coincidido en la película ‘Todos los hermanos eran valientes’ (Richard Thorpe, 1953), dan vida a los antagonistas de ‘La última cacería’. El primero interpreta a Charley, un adinerado hombre que busca un socio para dedicarse a la caza de bisontes por cuyas pieles se gana un montón de dinero, mientras que el segundo es Sandy, avezado cazador que ve como sus días de gloria han terminado mientras comprende que matar es el realizado mas horripilante que el ser humano puede cometer. Todo lo contrario de lo que piensa Charley, cuya adicción a matar indiscriminadamente le obsesiona hasta límites insospechados. En el enfrentamiento psicológico de ambos sujetos Brooks cimenta todo el peso del film que mejoría progresivamente hasta llegar a un fin estremecedor.
Los que en un inicio parece un western mas sobre cazadores se va convirtiendo en un relato claustrofóbico que expone sin concesiones lo peor y lo mejor del ser humano con un muy leve poso de esperanza. Mientras parece muy claro que Charley y Sandy, a los que une la necesidad imperiosa de sobrevivir en un planeta cada vez mas cambiante, son completamente opuestos desde el primer instante en el que se hallan —en el que Charley salva aparentemente la vida de Sandy—, el conflicto se acrecienta cuando un sujeto femenino —una india a la que da vida Debra Paget, un poco por debajo de sus compañeros de reparto— entra en escena, representando los intereses de ambos personajes, 1º porque se enamora de ella y otro que la hará suya por satisfacer su ego. Atención al instante en el que Granger, celoso de Charley, oye de fondo una conversación entre sus dos acompañantes —un Russ Tamblyn entregado pese a que el sujeto es un poco ridículo, y un genial Lloyd Nolan— en la que primero le cuestiona al otro si ha visto a alguien tan veloz con el revolver como Charley obteniendo como respuesta un terrible no. En ese instante el espectador sabe, al equivalente que Sandy, que este tarde o temprano dispondrá que enfrentarse con Charley.
Es en ese trágicamente demorado enfrentamiento fin donde ‘La última cacería’ alcanza sus cotas mas altas, dejando aparcada su nítida denuncia contra la matanza indiscriminada de animales, y sumergiéndose en los terrenos del western psicológico tan de moda en aquellos años, al semejante tiempo que acaricia el cine fantástico. Así lo indica a mi surgir ese espléndido tramo final, de atmósfera fantasmagórica —una casi infernal nieve baña aquellos momentos— en la que lo que parece un castigo divino. Brooks lo exhibe poco a poco y mostrando en ambos una zona de grises en las que no son ni afables ni malos.
Merece destacarse el labor de fotografía de Russel Harlan —firmante de la foto de obras maestras como ‘Testigo de cargo’ (‘Witness for the Prosecution’, Billy Wilder, 1957), ‘Rio Bravo’ (Howard Hawks, 1959) y ‘Matar a un ruiseñor’ (‘To Kill a Mockingbird’, Robert Mulligan, 1962)— que filma por un lado unos maravillosos paisajes en los que observamos estampidas de bisontes con unos cielos muy claros y resplandecientes, y por otro noches y tormentas de nieve utilizadas como si se tratase de un sujeto mas al influir psicológicamente en el sujeto de Charley que finaliza bordeando con la locura. El resto proviene entregado por la poderosa mirada de Brooks, que nos dejaba uno de sus films menos conocidos pero que es de los mejores de su imprescindible filmografía. El éxito o el fracaso es a veces algo incomprensible.
Tráiler:
Calificación: Extraordinaria.
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