domingo, 3 de mayo de 2015

Play Dirty (Mercenarios sin gloria) - (1968) - (Director: André De Toth)





Mercenarios sin gloria

Título original: Play Dirty

Año: 1968

Duración: 117 min.

País: Reino Unido.

Director: André De Toth.

Guión: Melvyn Bragg, Lotte Colin (Historia: George Marton).

Música: Michel Legrand.

Fotografía: Edward Scaife

Reparto:

Michael Caine, Nigel Davenport, Nigel Green, Harry Andrews, Patrick Jordan, Daniel Pilon, Martin Burland, George McKeenan, Bridget Espeet, Bernard Archard.

Género: Bélico.

Sinopsis:

Segunda Guerra Mundial, la lucha en el desierto. Para ayudar al avance de Montgomery contra Rommel, sería de gran ayuda la destrucción de sus depósitos de combustible. Un grupo de mercenarios sin escrúpulos debe acometer la misión, pero les toca soportar un oficial británico al mando experto en cuestiones petrolíferas, para darles un toque de formalidad. Los modos de hacer del capitán Douglas, que se sujeta a una disciplina y a un concepto del honor y del juego limpio, chocan con los de Leech y sus hombres, gente con muchos años en la cárcel, para los que todo vale, y a los que sólo mueve el dinero.




COMENTARIOS:

Son indudablemente varios, los atractivos que atesora este hasta cierto punto insólito PLAY DIRTY (Mercenarios sin gloria, 1968), penúltima de las películas realizadas por el veterano André De Toth –la última sería un desconocido título de terror cuya sola referencia provoca escalofríos, y no de miedo precisamente-. Atractivos que podrían definirse por un lado al encontrarnos ante una producción de Harry Saltzman –el hombre que dio forma cinematográfica, junto a Albert R. Broccoli, al personaje de James Bond-, quien ya en ocasiones anteriores había trabajado con el británico Michael Caine –de su égida proviene el triunfo del entonces joven intérprete al dar vida al agente Harry Palmer-, y por otro lado por el propio look del film. 





Un aspecto visual que combina la tradicional visión que el cine británico había ofrecido de la ambientación africana en las películas rodadas en los años sesenta –que se muestra en títulos como SAMMY GOING SOUTH (Sammy, huída hacia el sur, 1963. Alexander Mackendrick), ZULU (1964, Cyril Endfield), KHARTOUM (Kartum, 1966. Basil Dearden) y varios otros-, con la ingerencia que brinda de determinados aspectos heredados del spaghetti western; la presencia de zooms, primeros planos muy entrecortados, teleobjetivos, y cierta caricaturización de sus personajes, bastante común en este tipo de producciones. Es probable que esta circunstancia –y también cierta dilatación de algunos de los episodios que forman su conjunto; por ejemplo, el que describe el ascenso de los vehículos del comando por una empinada ladera-, puedan limitar el resultado final de la película –unido al hecho de pertenecer a una vertiente dentro del cine bélico iniciada con títulos como THE DIRTY DOZEN (Doce del patíbulo, 1967. Robert Aldrich)-. 





En cualquier caso, y aun aceptando dichos argumentos, no es menos cierto que la sequedad, el nihilismo y la visión que proporciona no solo de la crueldad del hecho bélico, sino de la propia mirada sobre la condición humana, espoleada en su afán de supervivencia, convierten esta película en un exponente por momentos fascinante. Una auténtica rareza que logra situarse en un plano aparte, dentro de esa producción incluida en el género bélico de aquellos años, centrada en denunciar los excesos, inutilidades y crueldades emanados en el hecho bélico, y generalmente centrados en diferentes episodios de la II Guerra Mundial.

Desde su primera secuencia, PLAY DIRTY deja bien claros los postulados que regirán su desarrollo argumental. Un jeep marcha sobre pleno desierto norteafricano –la película en realidad se rodó en tierras españolas-, tocando como fondo la sintonía de Lili Marleen, y teniendo como copiloto el cadáver de un soldado. De repente, la sintonía variará a otra canción de fondo inglés. Y es que en realidad, la película nunca ocultará una mirada bañada en el escepticismo y el nihilismo inherente a la propia condición humana. Unos rasgos que tendrán su plasmación más adecuada en un entorno bélico y hostil, donde mantener cualquier norma de ética o respeto, en el fondo lleva aparejada la carencia de cualquier perspectiva de supervivencia.




Lo cierto es que en pocas ocasiones como en el título que nos ocupa, la expresión cinematográfica de ese conflicto ha sido mostrada con tal dureza y visceralidad. Desde la galería de componentes del comando –todos ellos caracterizados por un pasado delictivo de notable calado-, el primitivismo de sus acciones, y hasta la ausencia total de principios por parte de unos mandos ingleses dominados por robar todo el protagonismo posible de las acciones emprendidas, o incluso sacrificar a sus hombres cuando las circunstancias así lo determinar, lo cierto es que la fauna humana que puebla el film de De Toth –que parte de un material bastante atractivo-, es una de las más incomodas de contemplar en una pantalla que puedan apreciarse en un film de finales de los sesenta-. Dentro de dicho contexto, de una aventura colectiva protagonizado por un puñado de personajes tan poco recomendables éticamente como eficaces en sus cometidos, y desarrollada en un marco revestido de dureza, lo cierto es que –aunque ellos se empeñen en negarlo-, se irá perfilando una extraña amistad entre Douglas y Leech, que finalmente quedará como el elemento más perdurable del film.




Pese al laconismo de sus diálogos, estos se ofrecerán demoledores por parte del segundo de ellos, quien ha hecho de su escepticismo y ausencia de ética y humanidad, la auténtica llave de su supervivencia como “zorro del desierto”. Será una confrontación de caracteres inicialmente explosiva en su relación, pero que se encuentra perfilada con enorme rigor en la película, hasta confluir en una amistad que provocará una relativa claudicación del duro y pétreo guerrero sin patria aparente, quien se dejará fascinar interiormente por los modos y maneras ingeniosas y éticas de su hasta entonces protegido. Lo cierto es que De Toth sabe modular no solo la combinación entre aventura exterior e interior que preside la película sino, fundamentalmente, esa secreto hilo de admiración mutua que se establecerá entre esos dos personajes totalmente contrapuestos que, quizá en esa misma confrontación, encontrarán una manera de contemplar no solo las virtudes ajenas sino, sobre todo, las debilidades propias.




Con todas las relativas debilidades que se objetaban al principio, lo cierto es que PLAY DIRTY es un film tan relativamente integrado en una corriente nihilista que dominaba el cine bélico de la segunda mitad de los sesenta –LO SBARCO DI ANZIO (La batalla de Anzio, 1968. Edward Dmytryk), LOST COMMAND (Mando perdido, 1996. Mark Robson)- y, sobre todo, una propuesta que sigue manteniendo buena parte de su fuerza y capacidad de convicción.

Cínica, áspera, y completamente crítica con la jerarquía y el poder, es una obra muy alejada de las clásicas cintas de glorificación del héroe militar políticamente correctas. Aquí lo que importa es sobrevivir, no sólo de los alemanes sino de tus propios mandos que sólo te consideran un mero instrumento en el que en cualquier momento puedes convertir en un juguete roto.




El muy competente director André De Toth rueda muy bien su film, sacando todo el partido al technicolor y al formato panavisión en las escenas del desierto. Hay dinamismo en los planos tomados desde los vehículos, y son estupendas las escenas de la tormenta del desierto.

Su final, continúa siendo, uno de los más acertados de toda la historia del cine bélico.



Trailer:




Calificación: 4 de 6.

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