Título original:
Chiisai Ouchi (The Little House)
Año: 2014
Duración: 136 min.
País: Japón.
Director: Yôji
Yamada.
Guión: Yôji Yamada,
Emiko Hiramatsu (Novela: Kyoko Nakajima)
Música: Joe Hisaishi.
Fotografía: Masashi
Chikamori.
Reparto:
Takako Matsu, Haru Kuroki, Hidetaka Yoshioka, Satoshi
Tsumabuki, Chieko Baisho, Takataro Kataoka.
Género: Drama.
Sinopsis:
Ambientada antes de la II Guerra
Mundial (1939-1945). Después de la muerte de Taki, su sobrino Takeshi descubre
un cuaderno de memorias escrito por la anciana. Así aprende que, de joven,
trabajó como criada para los Hirai en una casita con un tejado rojo en Tokio.
Masaki Hirai es el padre de familia y director del departamento de juguetes de
una fábrica. Mientras sueña con la expansión de la empresa, su esposa Tokiko se
enamora de Shoji, al que visita en secreto.
Premios:
2014: Festival de
Berlín: Mejor actriz (Haru Kuroki)
COMENTARIOS:
Cuando aún está reciente el
recuerdo hace pocos meses de "Una familia de Tokio", el magnífico remake de "Cuentos de Tokio", la obra maestra de Yasujiru Ozu, el veterano cineasta nipón Yoji
Yamada (nació en 1933) presenta en Berlín su nueva obra. Asombrosamente, "La casa del tejado rojo" sigue acreditando la maestría de uno de los pocos creadores
audiovisuales que, a contracorriente, de forma se diría que contestataria de
puro insólita, decide seguir oficiando su profesión ateniéndose al canon del
cine clásico puro. Habrá quien lo catalogue de anacrónico, de rancio, de
superado por el tiempo… Para quien esto escribe, el anacronismo de llamada sólo
cabe calificarlo de milagro.
Yamada sigue ateniéndose a la
honestidad fílmica en la que embarcó su obra tras el inicio de la llamada
Trilogía del Samurai. Continúa fiel a ese espíritu humanista, respetuoso y
cargado de emoción disimulada gracias al cual ha conseguido forjar un estilo
inconfundible y, sobre todo, visto el panorama de la cinematografía
contemporánea, muy necesario: ese gusto por la hegemonía de cámara fija, por el
encuadre clásico, por la gramática del cine hasta la llegada de los movimientos
de los años sesenta, en la que el cineasta debía expresar sentimientos, tomas
de posturas, arrebatos y contenciones sometiéndose al imperativo de unas reglas
escénicas inquebrantables, por el mimo constructor de planos inscritos obedeciendo
a la lógica de la narración, o por la sencilla pulcritud del ordenamiento de
los objetos dentro de la acción encuadrada… Sí, es cierto, Yamada pertenece a
otro tiempo y por eso cautiva el esfuerzo que hace por reclamarlo.
"La casa del tejado rojo" nos propone, de
partida, un tipo de narración en la que ya ha embarcado más de un proyecto
anterior: la del relato contado; esto es, la de un hilo narrativo del que surge
otro, que se constituye en el segmento narrativo principal. Como muchas veces
en Yamada, el ejercicio de la memoria actúa como dispositivo dramático de
primer orden; la revelación de hechos no conocidos disponiendo ese sigilo
cauteloso y cortés al que el director responde con el sabio comedimiento de su
postura tras la cámara. El respeto para con la voz que ya no existe o que
confiesa como mandato firme e inexcusable.
En esta ocasión, el entramado
argumental se inicia con el entierro de una anciana solitaria. En el sepelio
están sus más allegados: sus dos sobrinos y el hijo de una de ellos. Oficiada
la ceremonia, todos acuden a la casa de la difunta para emprender las tareas de
desamueblarla. La sobrina encuentra una caja en la que la difunta ha dejado
escrito que quiere que sea para el hijo de ésta. Él lo abre y encuentra,
escrito con su propia mano, el relato de sus memorias, que él mismo le había
conminado a concluir. "La casa del tejado rojo" narra la existencia de esta anciana que acaba de morir, centrándose sobre todo en el espacio de su vida que pasó en
Tokio, trabajando como criada en una casa, en la que ella será la testigo
principal de una historia de amor imposible entre la señora y un compañero de
trabajo de su marido.
Impecable y maestro como siempre,
Yamada dispone toda su acreditada brillantez para el sigilo y la cuidada
transparencia que necesita el relato contado. El realizador japonés brinda una
admirable lección de miramiento, solicitud y densidad de contemplaciones
cautelosas, en el que indaga en el universo del melodrama romántico estilizado,
nada estridente, como siempre elegante de planteamiento realizativo y esmerado
en la gradación de los afectos y las acometidas emocionales. Causa un inmenso
placer asistir al festival de mesuras narrativas y escénicas mediante el que
Yamada resuelve la complejidad observativa que le prestan una mujer enamorada
que no puede dar rienda a esa pulsión y la mirada temerosa, cortés, analizante,
obediente y cómplice a su pesar de la única mujer que sabe de ese amor. Yamada
ha vuelto a demostrar que pocos como él saben aprehender el peso de las heridas
de una vida a lo largo de su tiempo. (Musiczine)
Yoji Yamada es un humanista. Su
mirada es honda y sencilla. A sus 83 años –edad a la que rodó este film–
mantiene una envidiable lucidez a la hora de narrar sus historias. Relatos
pausados, cotidianos, ya se trate de películas que uno imaginaría de acción,
como El ocaso del samurái o The Hidden
Blade, o de títulos claramente intimistas, como la reciente puesta al día de
Yasujiro Ozu en Una familia de Tokio. Más parecida a esta última es La casa del
tejado rojo, por su falta de grandilocuencia, por su acercamiento tremendamente
tierno al corazón de las personas, por su aliento poético y su enorme carga de
nostalgia, del valor de las vidas de tantas personas que han amado y sufrido.
La sutileza de Yamada emerge
finalmente con fuerza poderosa para mostrar los hondos acontecimientos que
pueden desarrollarse y tomar cuerpo debajo de lo aparentemente más banal. El
desenlace así es de una emoción genuina. El corazón humano es una fuente
inmensa de sentimientos, de amor y de dolor, aunque permanezca herméticamente
cerrado durante años.
Trailer:
Calificación: 5 de 6.
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