sábado, 1 de marzo de 2014

True Detective (TV) (2014) (1ª temporada) - (Director: Cary Joji Fukunaga)



Título original:True Detective (TV)

Año: 2014

Duración: 60 min.

País: Estados Unidos.

Director: Nic Pizzolatto (Creator),  Cary Joji Fukunaga.

Guión: Nic Pizzolatto.

Música: T Bone Burnett (Tema principal: The Handsome Family).

Fotografía: Adam Arkapaw.

Reparto:

Matthew McConaughey,  Woody Harrelson,  Michelle Monaghan,  Michael Potts,  Tory Kittles,  Kevin Dunn,  Alexandra Daddario,  Bruce Elliott,  Randal Gonzalez,  David Stephen Mitchell,  Michael Potts,  Shea Whigham,  Eric Price,  Madison Wolfe,  J.D. Evermore,  Dana Gourrier,  Joe Chrest,  Timothy Wyant,  Sadarias Harrell,  Joseph Fischer,  Michael Harney,  John L. Armijo,  Jackson Beals,  Glenn Fleshler,  Lyle R. Guidroz,  Jim Klock,  Garrett Kruithof,  Brighton Sharbino,  Lili Simmons,  Jay O. Sanders.

Sinopsis:  

"True Detective" sigue a varios detectives en sus investigaciones -en cada temporada dos conocidas estrellas interpretarán a una pareja de detectives diferente intentando resolver un caso-. En la primera temporada, de 8 episodios, se narra el lapso de 17 años en el que dos detectives, Rust Cohle y Martin Hart, tratan de dar caza a un asesino en serie de Louisiana. Los detectives Cohle y Hart del Departamento de Policía de Louisiana deben volver a investigar el retorcido caso de una serie de asesinatos en el que habían trabajado 17 años atrás. Ambos narran desde nuestros días sus investigaciones paralelas, sucesos que reabren heridas aún no cicatrizadas y les sumergen de nuevo en los bizarros rituales que envolvían los asesinatos. Cuando son obligados a volver a un mundo que creían haber dejado en el pasado, el avance en la investigación y el mayor conocimiento mutuo les enseñan que la oscuridad reside a ambos lados de la ley.



COMENTARIOS:
Aquí no hay zombis, ni vampiros, ni catástrofes futuristas o naturales. La serie se centra en la resolución de un caso pero con el trasfondo de la relación entre los personajes de Rust Cohle (McConaughey) y Martin Hart (Harrelson). Opuestos en sus vidas y en sus formas, estos detectives reflejan de alguna manera la forma de vivir de Luisana.




Cohle es un antisocial, tosco para los vínculos humanos, tiene una tragedia encima de sus hombros que lo llevó a entregarse a la bebida y que lucha contra eso. Es obsesivo con su trabajo, metódico y va hasta las últimas consecuencias.

Hart es el clásico americano medio, con esposa linda y dos niñas educadas que va a misa los domingos, que sus vecinos lo adoran e idolatran por ser detective y que tiene amantes (según él para seguir manteniendo “vivo” su matrimonio).
La serie coquetea con los flashbacks entre 1995, momento en que estos dos detectives investigan un asesinato de una prostituta a manos de un supuesto asesino en serie, y 2012, año en que son entrevistados por separado acerca de ese caso.


Este es el panorama. Ahora, qué la hace tan especial a True Detective? Es de esas series que hay que darle una chance más al primer capítulo, uno no se enamora de ella apenas la ve (como, según mi opinión, la mayoría que figuran entre las mejores de la historia de la tv).
Tiene excelentes actuaciones. Sin dudas McConaughey encuentra su consagración en la televisión con este rol ya que parecen dos personas diferentes al Rust que interpreta. Mientras que el de 1995 es como ya describimos, el de 2012 es verborrágico, está siempre con una cerveza en la mano, fuma sin parar, tiene el pelo largo, está desalineado. Aún no sabemos cuál fue la razón del cambio pero sin dudas nos ofrece una clase de actuación alejado de los papeles de galán de comedias románticas a los que nos tiene acostumbrados.


Otro aspecto que la hace especial a True Detective es su localización. Los paisajes de Luisana, su clima, la gente que vemos todos está perfectamente elegido. Lejos del glamour de las series que se centran en Los Angeles o Nueva York, esta serie nos muestra otro EE.UU (como hizo Breaking Bad con Albuquerque). De la mano del paisaje, se muestran las iglesias itinerantes evangélicas con sus pastores gritones, los prostíbulos funcionando en el medio de un bosque, y las salidas de sábado a la noche en galpones con música country de fondo.
La serie fue creada por Nic Pizzolatto (quien también escribió algunos guiones de la gran The Killing) quien aseguró que más allá del crimen que se investiga, la idea era reflejar de qué manera estos detectives se conocen, se vinculan y se miden. Aquí demuestra talento para desplegar una historia de atmósfera con investigación policial que recuerda a Seven en su mirada inquietante a la condición humana, que tal vez se esfuerza en hacer las cosas bien, pero que acaba siempre mostrando su rostro más feo en acciones abominables.

Una perlita de esta serie es la presentación de los títulos, impecable.  La primera temporada tendrá sólo 8 capítulos y se centrará solamente en este caso. En la próxima temporada veremos otro crimen por resolver.
El primer episodio juega con inteligencia a desarrollar estas ideas a través de los dos personajes principales -interpretados por un grande Woody Harrelson y un aún más grande Matthew McConaughey-, que no pueden ser más diferentes a pesar del talento detectivesco de ambos. Martin es alguien tradicional, un padre de familia felizmente casado con Maggie, que tiene dos hijitas encantadoras. Rust es un tipo solitario, de oscuro pasado traumático, con ideas profundamente pesimistas acerca del ser humano, que considera que lo mejor que podría hacer es autodirigirse a la extinción. Los intercambios entre ambos mientras avanza la investigación en el pasado, y las idas y venidas temporales, conforman una narración muy sólida, que funciona bien e intriga.
A un buen guión se suma un excelente director, Cary Fukunaga, que ya ha dado prueba de su habilidad para recrear ambientes muy diferentes en la historia de inmigración Sin nombre y la adaptación de Charlotte Brontë Jane Eyre.
Además, uno de los atractivos de la serie es que el crimen de 1995 está narrado por los dos personajes, que ya mayores, son llamados para ayudar un caso reabierto. Se les pide contar sus historias, y ves como el tiempo y lo que sucedió en el 95 los ha cambiado completamente.
Aunque en los últimos tiempos han surgido series de intriga policial de una calidad excepcional, cabe destacar que esta serie ha dado un paso más allá y es que da la impresión de que dentro de unos años será una de esas series de culto. El guión ofrece la información sobre el caso y sobre los personajes con cuentagotas y sabe administrar muy bien los flash-backs.

Sobre todo es importante tener en cuenta que el caso que investigan es interesante, pero en “True Detective” lo menos importante es el crimen, ya que lo que más interesante es adentrarse en la asfixiante atmósfera en la que viven Cohle y Hart.

Drama duro, para sentarse a disfrutar como se concibe desde todo punto de vista una joya visual.


EL FINAL
Cuando nos enfrentamos al último episodio de una serie de televisión que ha levantado un interés prácticamente unánime, que ha generado tantas expectativas —muchas de las cuales han sido eficazmente resueltas— y que ha recibido el calificativo de obra maestra casi desde el primer capítulo, solemos sufrir leves —o grandes— decepciones. Que si la serie no ha cumplido todo lo que prometía, que si no ha atado todos los cabos, que si quería que Rust y Marty se casaran por la iglesia… en definitiva, que es difícil contentar a una audiencia que apenas ha tenido voces discordantes y que ha elevado la producción de la HBO a la categoría de icono televisivo en apenas un par de meses.




Sin embargo, el último capítulo ha sido fiel a lo que la serie ha ido proponiendo casi desde el principio. Por mucho que las teorías que los fans vertían por la red quisiesen ver cuartas paredes, metalenguaje, horrores cósmicos o conspiraciones interdimensionales; la historia que ha escrito Nic Pizzolato es la historia de dos detectives que resuelven un misterio que se prolonga a lo largo de diecisiete años. Y es una historia que está muy bien contada. Nada más. Y nada menos.

—La ambientación de Carcosa. Si la casa de Childress parecía un poco cliché, ese laberinto de túneles, bóvedas de ladrillo y cisternas secas que dan forma al templo de muerte del Rey Amarillo me parece soberbio y sobrecogedor. Desde las zapatillas de niño atadas entre sí y las momias embalsamadas entre las ramas ennegrecidas, hasta las gran sala abovedada con el óculo superior (¿un panteón maligno?) y el propio Rey Amarillo: ese maniquí de palos y telas cuya cabeza no es una, sino tres calaveras, y cuya corona no es de oro, sino de astas como las que llevaba Dora Lange en Erath diecisiete años antes.




—La cinematografía y el ritmo. Bueno, esto en realidad es común a toda la serie, pero si Pizzolatto se lleva el mérito de la escritura, la dirección de Cary Joji Fukunaga es absolutamente soberbia. En especial el fragmento de la opresiva búsqueda en los túneles de Carcosa, que desemboca con una nueva visión de Rust, que por cierto, me encantó. Ese vórtice malévolo que se abre en la noche y que nos recuerda toda la oscuridad que se nos avecina. Puede que remita al terror cósmico que insinuaba la serie en sus comienzos, puede que solo sea producto de la sinestesia y las visiones de Cohle, o incluso puede que sea la premonición de que, al final, la luz (esas nubes iluminadas entre las estrellas) acaba ganando a la oscuridad. Como sea, es una escena sobresaliente.

—El happy ending. Desconozco si mi opinión estará en consonancia con la de muchos espectadores, pero a mí me parece que el final feliz es delicioso. De hecho, todo el epílogo — que dura nada menos que dieciséis minutos— me parece estupendo. Por un lado, tenemos como la relación entre Hart y Cohle es, finalmente, de amistad. Los dos detectives, que eran tan distintos, se han convertido en amigos (ya era hora). Y eso se ve en el interés de Marty hacia Rust nada más despertarse, en su cruce de «peinetas» y en la cariñosa escena del regalo: un anillo de compromiso que es un paquete de Camel.




Y por supuesto en esa escena final en la que Cohle se desnuda —literal y metafóricamente— y cambia. El gran nihilista, el gran cínico, el gran desencantado ha encontrado la felicidad y el amor en los últimos momentos de su vida y si le preguntamos, nos dirá que la luz va ganando a la oscuridad.
Y es que si una de las características de una buena narración es que los personajes cambien a lo largo de su transcurso, que los hechos los modifiquen como persona, no se me ocurre una manera mejor de cambiar para Rust Cohle que volverse optimista; de igual manera que el macho alfa seguro de sí mismo y con la vida solucionada que era Marty Hart en 1995 se ha vuelto inseguro y cínico al final de este tortuoso trayecto.

—Las interpretaciones de Woody Harrelson y Matthew McConaughey. Como pasa con la dirección y la ambientación, esto es característica común a las ocho horas que ha durado True Detective, pero en el último episodio, y en especial en ese epílogo de dieciséis minutos, la competencia para saber quién de los dos actores hace una interpretación más acojonante se antoja imposible de dilucidar. Y lo que disfrutamos los espectadores. En serio, Harrelson nos regala un tour de force emocional de primera magnitud en apenas medio minuto, que es más sentido y más conmovedor que muchas interpretaciones que se han llevado un Óscar. Por supuesto, hablo de la escena en la que la familia «perdida» de Hart va a visitarle al hospital: «estoy bien, sí… estaré bien… estoy bien». Pero no.




Y claro, el momento en que Cohle recuerda haber «sentido» entre la oscuridad —más allá de la oscuridad, de hecho— a su hija y a su padre muertos es una prueba de fuego definitoria en la construcción del personaje que ha llevado a cabo McConaughey. Por muy atractivo y muy molón que sea Rust Cohle, en realidad es un personaje que mantiene la tensión y la atención sin apenas variaciones en la interpretación. Y eso es un trabajo muy difícil para un actor. Pero si tras tanto tiempo como una cáscara casi impasible, vemos a un hombre —porque ya es un hombre, no una cáscara— que se derrumba, que llora, que se plantea la amistad y el amor… si el actor es capaz de transmitir eso como lo hace McConaughey sentado en una silla de ruedas, entonces estamos ante el Michael Jordan de las interpretaciones televisivas.

En definitiva, «Form and Void» es un capítulo a la misma altura que el resto de True Detective. Un episodio final que cierra sin atar todos los cabos (y ni falta que le hace) una serie que seguramente no ha sido la obra maestra que muchos, entre los que me incluyo, queríamos ver en sus primeros capítulos, pero que ha sido, sin duda una serie formidable.




Pero ¿qué es una obra maestra? No quiero anticiparme, pero lo que sí puedo decir es que True Detective, por ambientación, por cinematografía y por dirección está muy por encima de la mayoría de las producciones televisivas que han pasado por mis ojos. Y que Woody Harrelson y Matthew McConaughey han creado —porque lo que han hecho es crear— las mejores interpretaciones que jamás he visto en una pantalla de televisión. Y no, no quiero decir que James Gandolfini o Bryan Cranston fuesen malos actores o interpretasen mal; sencillamente creo que Harrelson y McConaughey han puesto el listón a la altura de las mejores interpretaciones cinematográficas, superándolas en muchos momentos.


Desde que aparecieron por primera vez frente a un cadáver arrodillado en las marismas de Erath y hasta que, hombro contra hombro, débiles y heridos, desaparecieron cojeando fuera de plano bajo la noche estrellada de Louisiana.

Tráiler:


Calificación: 5 de 6


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