El Cine de Aventuras Colonial
Si Ud. ha leído Historia
Universal, comprobará que el término "colonialismo", esa doctrina que
propugnaba la conquista y el mantenimiento de colonias en beneficio de la
"metrópolis" (que podría ser Madrid, Londres, París, Lisboa, etc.),
siempre ha tenido un carácter peyorativo. Es probable que el motivo resida no
solo que el colonialismo usualmente se ha llevado a cabo de manera abusiva y
expoliadora, sino que ha sido dirigido mayormente sobre territorios del África
o del Asia Sudoriental. En América el colonialismo no logró mantenerse en el
tiempo. A partir de 1776 las 13 Colonias (Estados Unidos) se quitaron de encima
la dominación británica, para comenzar a convertirse en una nueva metrópolis. Y
durante el siglo XIX Latinoamérica hizo lo mismo, pero terminando (en el siglo
XX) por comprobar como el colonialismo era reemplazado por imperialismo
económico.
"Gunga Din"
El cine de aventuras colonial ha
mostrado este mosaico geopolítico e ideológico haciendo énfasis, por supuesto,
en la aventura pero bajo un férreo marco en los que el racismo y el
imperialismo son conceptos indiscutiblemente aceptados (al menos durante la
primera mitad del siglo XX que fue cuando se realizaron los filmes
"clásicos" del ciclo). No sería difícil trazar un breve croquis para
segmentar un poco el terreno y, de paso, sentar algunas divisiones
interesantes. Identificar el cine de aventuras que tenga que ver con los
conceptos anteriormente mencionados como perteneciente al sub-género
"colonial" sería útil para subdividir el cúmulo de películas del tema
según el escenario geo-político en el que estén ambientados. De ahí que nuestro
tópico de "aventuras en la India colonial" esté al mismo nivel que el
"cine de Legión Extranjera" (ambientado en el Sahara), "cine
colonial africano" (que muestra luchas entre el ejército de Su Majestad y
zulúes o sudaneses en armas), "cine de independencia norteamericana"
(las batallas contra los "casacas rojas"), "cine de
insurrecciones chinas" (Boxers, incidente del río Yangtzé, etc.).
El descalificar a todo un sub
género por mostrarnos siempre la guerra colonialista desde el punto de vista
occidental no tiene mucha sustancia cuando se comprende que las películas van
dirigidas a un público occidental; un público que acepta que los cipayos
prefieran el paternalismo blanco y que no se cuestiona el carácter malicioso de
los insurrectos nativos. Si se pretende mayor objetividad política o histórica
o más profundidad en el retrato de los nativos, hay una rica veta
cinematográfica ocupada por filmes más ambiciosos como GANDHI (Gandhi-1982) de
David Attenborough, PASSAGE TO INDIA (Pasaje a la India-1984) de David Lean, y
varias de las películas del tándem James Ivory, Ismail Merchant y Ruth Prawer
Jhabvala, pero, está claro, escapan al género que abarcamos en este artículo.
Bajo esta óptica se pueden
apreciar filmes memorables como LIVES OF A BENGAL LANCERS (Tres Lanceros de
Bengala-1935) de Henry Hathaway o THE FOUR FEATHERS (Las Cuatro Plumas-1939) de
Zolta Korda. ¿Qué son odas al militarismo? ¿Qué plantean una división racista
de buenos y malos? ¿Qué ofrecen un panorama simplificado e irreal del sistema
colonialista inglés, detenido en el tiempo en la época de la Reina Victoria
(luego Emperatriz), omitiendo las nuevas políticas sobre colonias, los cambios
institucionales en la India o la puesta en marcha de la Commonwealth? Durante
su época, diversas voces críticas se elevaron para poner un freno sobre el
gusto masivo de este tipo de películas:
"Dios nos libre de hacer
propaganda del heroísmo, pues es algo terriblemente peligroso y, si nos lo
ofrecen, nos lo tragaremos como una bebida fuerte y embriagadora. Los alemanes
y los italianos parecen estar bastante borrachos de él..."
Estas palabras, publicadas en la
calma previa a la tormenta que significó la II Guerra Mundial, son bastante
significantes, pero nada pueden hacer contra, por ejemplo, la espectacular
escena del combate final de THE CHARGE OF THE LIGHT BRIGADE (La Carga de la
Brigada Ligera-1936) de Michael Curtiz.
Luego de la Guerra y, debido al
importante papel de la India como bastión de resistencia contra el Japón y
apoyo de Gran Bretaña, se le permitió al país declarar su independencia en
1947. Esto ocurrió, también, gracias a la ingeniosa resistencia pacífica
pergreñada por Mahatma Gandhi. Aún así, el cine prefirió seguir exaltando las
gestas británicas del siglo XIX, pero dando roles un poco más dignos a los
indios. El brío de estas películas de los años '50 ya no era el mismo que las
de los '30. Sus escenas de batallas no contenían tantos extras, su
espectacularidad era inferior... y bueno, tal vez, como los tiempos y los
gustos del público cambian, también ese oficial inglés, apuesto, siempre bien
peinado, galante y valeroso, que da todo por la Corona, pasó de moda.
De hecho, la última gran epopeya
de aventuras, THE MAN WHO WOULD BE KING (El Hombre que pudo reinar - 1974), es la
odisea de dos soldados ingleses que subyugan a las tribus del Kafiristán
gracias a la treta de uno de ellos (Sean Connery) de hacerse pasar por un dios.
Pero la jugada sale mal y solo sobrevive el otro (Michael Caine), contando su
historia a un Rudyard Kipling (Christopher Plummer) que procederá a narrarla al
público. Probablemente este sea el ejemplo más acabado de la aventura del
colonialismo y también el más profundo, en su significación de la perecedera
infalibilidad colonial, de cuántos ha dado el cine.
(Publicado por Gabol en Cine-clásico)
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