miércoles, 2 de octubre de 2013

Bir Zamanlar Anadolu'da (Érase una vez en Anatolia) - (2011) - (Director: Nuri Bilge Ceylan)


Érase una vez en Anatolia

Título original: Bir Zamanlar Anadolu'da

Año: 2011

Duración: 158 min.

País: Turquía.

Director: Nuri Bilge Ceylan.

Guión: Ebru Ceylan, Nuri Bilge Ceylan, Ercan Kesal.

Fotografía: Gökhan Tiryaki.

Reparto:

Muhammet Uzuner, Yilmaz Erdogan, Taner Birsel, Ahmet Mumtaz Taylan, Firat Tanis, Ercan Kesal, Erol Erarslan, Ugur Aslanoglu.

Género: Drama.

Sinopsis:

De noche en el pelado paisaje de Anatolia, en Turquía. Tres automóviles. A bordo dos asesinos, que guían a policías, soldados, operarios, el forense y el fiscal, al punto donde enterraron el cadáver de su víctima. Pero en la oscuridad todos los lugares parecen iguales. Las horas pasan, las conversaciones se prolongan, hay cansancio acumulado, no sólo por la falta de sueño, sino también por una vida donde no resulta fácil el acceso a la verdad, en que las penas y decepciones no faltan. Aunque un rayo de luz, o un ángel, pueda momentáneamente iluminar el camino.

Premios:

2011: Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado.

2012: Premios del Cine Europeo: Nominada Mejor director y mejor fotografía.

2012: Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor película extranjera.




COMENTARIOS:

“Érase una vez en Anatolia” es una road movie contemplativa para el espectador reposado y reflexivo. Una película poco accesible pero que encierra verdad y un interesante análisis sobre la vida y la muerte a través de unos personajes con secretos ocultos y dramas interiores que se disponen a vivir una jornada más, una como cualquier otra. Luz natural y ausencia de música en esta cinta de hombres hoscos y rutinarios que deambulan en su existencia vital en la búsqueda del cuerpo de la víctima de un asesinato.

Dirige Nuri Bilge Ceylan, una de los pocos realizadores que en la actualidad señalan y rediscuten el legado de Tarkovski y Antonioni, pero sin dejar de lado su particular firma cinematográfica, rica en detalles y singularidades que defienden la perfección del enfoque y el mensaje. Tras los ensayos vitalistas y existenciales “Iklimler (Los Climas)” y “Uzak (Lejano)”, y el desgarro realista sobre lo lóbrego de la humanidad en “Üç Maymun (Tres Monos)”, Ceylan consigue en esta oportunidad una narración lineal sin complicaciones narrativas ni cronológicas, para ahondar en terrenos sin honduras —según el ojo estándar — que servirá para arrojar una vieja semblanza metafísica en su desolador y lúcido desenlace.

Siendo Ceylan uno de los principales focos del cine contemporáneo, evidentemente ejecuta aquí, una de las mejores direcciones de los últimos años. Su potente y detallada ejecución, esconde un minucioso y dificultoso sistema pensado, recalculado y representado con suma maestría, que permite milagrosamente al espectador, infiltrarse entre la acción y el análisis de su argumento, y familiarizarse con este sincero retrato de personajes y tradiciones.

Es tal la maestría de Ceylan tras las cámaras, que incluso esta obra cinematográfica se percibe casi en tiempo real, consiguiendo lo que muy pocas veces se ve en la gran pantalla, una atmosfera de desolación y dolor disfrazada de una sigilosa y maravillosa tranquilidad, sobre todo en la primeros 90 minutos de metraje, en donde el argumento, se sirve para explotar hasta la última gota el talento de Ceylan, el maestro contemporáneo por excelencia de la imagen y el sonido. Lo que escucho y veo en Once Upon a Time in Anatolia, deslumbra mis sentidos. La pictórica fotografía en CinemaScope es sencillamente memorable. Su tenebrismo y el sostenible uso de la oscuridad sucumbe la vista y permiten una atmosfera casi palpable, en la que se puede respirar y apreciar hasta el último detalle.

No es fácil reseñar con plena justicia una película del turco Nuri Bilge Ceylan, en sus películas, difíciles para el espectador impaciente, el “tempo” resulta fundamental, no hay prisas, se puede (y se debe) sostener un plano el tiempo que haga falta, ver unos automóviles serpenteando por un camino, escuchar en off las conversaciones de sus ocupantes. Su formación como fotógrafo concede al cineasta un sentido de la composición y un empaque visual a la narración sencillamente apabullantes. El Premio del Jurado que ganó Érase una vez en Anatolia en Cannes resulta más que merecido.

La primera parte de la película se alarga en exceso , ya que hasta la llegada a Ceceli para comer tenemos una hora de película, pero personalmente lo perdono porque visualmente es una auténtica maravilla esa fotografía del paisaje por la noche tanto cuando van dentro de los vehículos como cuando salen en búsqueda del cadáver.
Magníficas las conversaciones entre el médico forense y el juez acerca de los suicidios usando medicinas como Digoxina con la frase de " los que se suicidan lo hacen para intentar castigar a otra persona".
Gustará más o menos, pero Érase una vez en Anatolia es justamente la película que pretende Ceylan. Con meticulosidad extrema pero nunca cansina, somos testigos de un trabajo desagradable, el levantamiento de un cadáver y su autopsia, tratados de modo casi documental. E imbricado con ello, a modo de singular cuento o fábula, “érase una vez...”, tenemos ante nuestros ojos, leve pero poderosamente esbozados, una serie de personajes sufrientes, que en un tiempo amaron, y ahora su corazón es un mar agitado de aguas turbulentas, a los que cuesta encontrar la deseada paz. Ceylan demuestra ser un profundo conocedor de la naturaleza humana, y con triste mirada, que no desesperanzada, muestra sus miserias y cómo nos afectan.


Tráiler:


Calificación: 4 de 6.

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