martes, 29 de octubre de 2013

The Truman Show (El show de Truman) - (1998) - (Director: Peter Weir)



El show de Truman

Título original: The Truman Show

Año: 1998

Duración: 103 min.

País: Estados Unidos.

Director: Peter Weir.

Guión: Andrew Niccol.

Música: Burkhard Dallwitz.

Fotografía: Peter Biziou.

Reparto:

Jim Carrey, Laura Linney, Noah Emmerich, Ed Harris, Natascha McElhone, Holland Taylor, Paul Giamatti, Adam Tomei, Harry Shearer, Brian Delate, Philip Baker Hall, Peter Krause, O-Lan Jones.

Género: Comedia dramática.

Sinopsis:

Truman Burbank es un tipo felizmente casado, que vive en una idílica ciudad, de calles limpias y bien iluminadas. Lo que no sabe es que, desde que nació, su vida forma parte de un "show" televisivo que se retransmite en directo las 24 horas del día. 1.700 millones de personas de 220 países distintos siguen sus andanzas con pasión. Todos los personajes que conviven con él, incluida su esposa, son actores. Pero Truman está a punto de descubrir que su vida no es lo que parece.


Premios:

1998: 3 nominaciones al Oscar: Mejor director, actor secundario (Ed Harris), guión.

1998: 3 Globos de Oro: actor drama (Carrey), actor secundario y música. 6 nominaciones.

1998: 3 premios BAFTA: Mejor director, diseño de producción y guión original. 7 nom.

1998: National Board of Review: Actor secundario (Ed Harris).

1998: Critics' Choice Awards: Top 10 - Películas del año.


COMENTARIOS:

Estupenda película del australiano Peter Weir, con guión de Andrew Niccol (que escribió y dirigió la interesante Gattaca). Perfecta la mezcla de drama, fantasía y comedia. El film reflexiona sobre los excesos televisivos con un caso extremo: el de un "reality show" del que el propio interesado no sabe que forma parte. Dirige el programa televisivo un tipo llamado Christof, que maneja a Truman como si fuera un "dios", decidiendo el modo en que debe transcurrir su vida.

Truman Burbank, todo un ejemplo. Ciudadano modélico, vecino educado, marido cariñoso, trabajador entregado. Una muestra tan acabada de las virtudes de la especie humana (en su vertiente socio-convencional), que más pudiera parecer una creación televisiva, un personaje de ficción, que un ser real, de carne y hueso. Un ser perfecto que se desenvuelve en un mundo perfecto, el de la placidez y tranquilidad de un pulcro e inmaculado Sea Haven, más allá de cuya limitada frontera todo es ignoto e incierto.


Pero Truman sufre. Calladamente, a escondidas, pero con la intensidad y la desesperación que solo el sufrimiento por amor es capaz de insuflar hasta al más impávido de los mortales; un amor hecho de un recuerdo inconsistente y un collage facial que lucha contra el olvido. Más allá de eso, Truman sospecha. De manera intuitiva, irracional, pero con la convicción que le va inculcando la acumulación de evidencias tan tenues como insistentes: un extraño objeto que se estrella contra el suelo; una lluvia de comportamiento inexplicable; algún personaje que reaparece sin lógica alguna.

Del sufrimiento y la sospecha, como no podía ser de otra manera, surge el ansia de escapar. Huir, y huir bien lejos. A las islas Fidji, nada menos. En contra de toda oposición (la de su amantísima esposa, Meryll; la de su no menos amantísima madre; la de su amigo de la infancia, el fiel e incombustible Marlon…) y de todo obstáculo (sus miedos, sus desconfianzas; su profunda aversión al mar y a los viajes, fruto de experiencias infantiles desgraciadas), Truman se embarca, y no solo metafóricamente, en un viaje, en pos de la felicidad (tan inasible) y de la verdad (tan improbable), del que, probablemente, ya no pueda haber marcha atrás.


Truman no es una persona real, aunque él crea que sí, porque vive en un mundo de fantasía que confunde con la realidad. Porque lo que han hecho con él es inhumano: han creado un monstruo feliz. Porque es un personaje, un dibujo animado. No se puede interpretar algo así de una forma realista, el histrionismo es en este caso la única opción posible. Bajo la apariencia de farsa late algo profundamente enfermo, y cada gesto forzadísimo, cada mueca, aumenta esa sensación. Da miedo precisamente porque es una farsa, no porque nada sea real, sino porque no es importante. Truman no puede ser otra cosa que un payaso involuntario. Por eso su evolución posterior, su rebelión, no es menos que heroica. Interpretar un chiste con patas y al mismo tiempo ser capaz, sin abandonar el histrionismo, de transmitir como lo hace el miedo, el coraje, la tristeza o la determinación, como lo hace Carrey, me parece una gesta.

La película: un tema clásico de la ciencia ficción, una apariencia idílica que esconde una realidad mucho menos amable (Phillip K. Dick escribió varias novelas con el mismo tema, por ejemplo) reelaborado a la medida de nuestros miedos y narrada con una enorme habilidad. Divertida, inquietante, emotiva. Pontifica con acierto sobre la televisión y la sociedad-espectáculo, este capitalismo de ficción que nos ha tocado vivir y del que al mismo tiempo somos culpables, y lo hace muy acertadamente, pero es algo más: trata temas muy profundos de una forma sólo en apariencia ligera, es una película casi filosófica, casi religiosa, casi pedante. Guionista y director se lo ponen muy difícil a sí mismos y salen airosos.



Los actores: Pero aunque Jim Carrey realice aquí un trabajo impecable, galardonado en su día con un Globo de Oro, la interpretación que más nos impresiona es la de Ed Harris dando vida a Christof, el creador del programa de televisión en el que vive Truman, recompensada también con un Globo y con una nominación a los Oscar. El de Harris es uno de esos papeles que, pese a durar poco en pantalla, la huella que dejan es imborrable. Cada vez que el frío, calculador y sin escrúpulos Christof sale a escena, todo lo demás pasa a un segundo plano. Incluso Jim Carrey, el único que logra mantenerle el tipo, pierde protagonismo en esa despedida que cierra la película al altísimo nivel que se merece.

El tercer nombre destacable es el de Laura Linney, quien da vida a Meryl, la esposa de Truman, una mujer que se mueve por el interés y cuyo mayor deseo es convertirse en la madre del primer bebé concebido en directo. Linney echa toda la carne en el asador y nos ofrece una Meryl odiosa, calculadora y farsante, que nos hace sonreír cada vez que mira a la cámara y anuncia el nuevo producto milagroso que ha adquirido en el supermercado. Una reencarnación del mal divertida. 

   
 
''El show de Truman'' no es de esas películas buenas que al final le sobran minutos por todos lados, Tiene la duración perfecta, no se anda por las ramas y la historia es genial.… y, en el momento menos pensado, se te pone la piel de gallina y piensas: “Sí que es una buena película”. ¿Qué más se puede pedir?

Tráiler:


Calificación: 5 de 6.

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