domingo, 15 de abril de 2012

Et maintenant, on va où? ¿Y ahora adónde vamos? - (2011) - (Director: Nadine Labaki)


TÍTULO ORIGINAL: Et maintenant, on va où?
AÑO: 2011
DURACIÓN: 100 min.
PAÍS: Líbano.
DIRECTOR: Nadine Labaki.
GUIÓN: Nadine Labaki.
MÚSICA: Khaled Mouzannar.
FOTOGRAFÍA: Christophe Offenstein.
REPARTO: Nadine Labaki, Kevin Abboud, Claude Baz Moussawbaa, Julian Farhat, Ali Haidar, Leyla Hakim.
PREMIOS:
2011: Festival de Toronto: Mejor película (Premio del Público).
2011: Festival de Cannes: Sección oficial a concurso.
2011: Critics Choice Awards: Nominada a Mejor película extranjera.

SINOPSIS:
Un cortejo de mujeres vestidas de negro se dirigen al cementerio, bajo un sol abrasador, apretando contra su cuerpo fotos de sus esposos, padres o hijos. Todas comparten el mismo dolor, consecuencia de una guerra funesta e inútil. Al llegar a la entrada del cementerio, el cortejo se divide en dos grupos: uno musulmán y otro cristiano. En un país destrozado por la guerra, estas mujeres muestran la inquebrantable determinación de proteger a sus familias de toda clase de amenaza exterior. Con ingenio, inventando estratagemas esperpénticas, intentarán distraer la atención de los hombres para que olviden el rencor.



COMENTARIOS:
Desde hace bastante tiempo, el mundo del cine está presidido por las superproducciones, los efectos especiales, el 3D y otros muchos subterfugios que enmascaran una alarmante falta de ideas y de capacidad para contar historias. Por eso, cuando uno se encuentra con una película sencilla, rodada con pocos medios, pero que destila sensibilidad por los cuatro costados y que te hace reflexionar, uno olvida decepciones anteriores y se reconcilia con el séptimo arte.
Su arranque me parece excepcional con ese grupo de mujeres cubiertas de un manto de luto y negro, de ojos pulverizados por las cenizas de aquellos que han caído y han dejado el paso del tiempo atrás. Se dirigen hacia el cementerio. El viaje a ese campo santo lo conforma un camino plagado de dolor que las une, pese a ser practicantes de diferentes religiones. La procesión forma un conjunto pictórico brillante, un núcleo de aflicción y pasión, de compartir, pese a esas diferencias, un camino conjunto y común que quieren evitar recorrer de nuevo. Han llorado por padres, hermanos, maridos e hijos... victimas del sin sentido y el odio. Ahora, unidas por ese mismo duelo, deciden luchar juntas por la paz… en ese mundo dominado por los hombres y sus guerras inservibles y condenadas a la tragedia, a la separación y el desgarre de un pueblo y nación que queda metafóricamente plasmado.

La directora ha sacado su película de sus entrañas, como madre que es, y se muestra mucho más madura que en “Caramel”. El mensaje y la metáfora, con un pueblo rodeado de minas y aislado prácticamente del resto del mundo, es también brillante y representa a ese Oriente que ha quedado desconectado y sitiado de occidente desde la lectura radical de sus textos religiosos hasta su incapacidad de evolucionar socialmente de ese nudo anidado peligrosamente en su cuello. No es posible el avance si no se es capaz de pasar página y que el individuo progrese por encima de las creencias de otros.
En un pueblo del Líbano, vecinos cristianos y musulmanes viven alejados de la realidad, únicamente comunicados con ella a través de un tortuoso camino y los medios de comunicación. Desde el exterior llegan noticias de aterradores conflictos entre las dos religiones que desembocan en numerosas muertes. Las mujeres del pueblo, atemorizadas con la posibilidad de que la realidad del enfrentamiento llegue a oídos de sus maridos, padres e hijos y que traiga la desgracia hasta ellos, planean diferentes estrategias para evitar la calamidad.
Nadine Labaki demuestra en el largometraje que el odio racial y religioso siempre es arrastrado y avivado por los hombres. El lenguaje que utiliza para exponer este drama es cómico y hasta surrealista, porque, como dice la directora en una entrevista para Europa Press: “A veces hay que ridiculizar los motivos de la guerra para entender las cosas”.
La fotografía muestra una iluminación muy brillante de las regiones desérticas y calurosas del Líbano, con imágenes de un encuadre más parecido a la estética documental. Los cortes que se producen para el cambio de plano rompen la continuidad de la narración, pero añaden una puesta en escena más dinámica y moderna. Los personajes, aunque tratados de manera superficial, son dramáticamente potentes y se detienen para destacar el papel del hombre, en su inconsciente defensa de lo suyo, y el de la mujer, valiente y entregada. La música, compuesta por el marido de la directora, Khaled Mouzanar, armoniza la cinta con una melodía de carácter universal, voz de cada cultura en convivencia que entremezcla la dinámica de una película musical y entretenida con el lamento y drama de la realidad conflictiva de ambas religiones.
La película obtuvo el premio a mejor película en el Festival de Toronto y mejor película extranjera en Critics Choice Awards. Nadine Labaki ofrece una visión de la situación desde una perspectiva amable, cálida y maternal, como una respuesta y movimiento de todas las madres de ambas religiones al conflicto entre sus hijos. Ellas son las protagonistas de la cinta, que avanzan en procesión arrastrando tras de sí polvo, sufrimiento y lágrimas por las numerosas pérdidas que deja la guerra. Las madres se entregan y hacen lo imposible por lo que más aman, y este mensaje de fortaleza y valor, que anima a una sensata reacción a la guerra, es el que presenta la directora Nadine Labaki, protagonista de su cinta y de la situación conflictiva de su país.

El título, aparte de ser una pregunta lanzada al otro lado de la pantalla muy inteligentemente, me parece muy correcto pero incoherente. “¿Y ahora adónde vamos?” no me dice en ningún momento 'adónde va' y el que acaba en un campo minado, finalmente, soy yo.

Tráiler:




Calificación: Excelente.

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