Título original: La vita è bella
Año: 1997
País: Italia.
Director: Roberto Benigni.
Intérpretes: Roberto Benigni, Nicoletta Braschi, Giorgio Cantarini, Marisa Paredes, Giustino Durano, Lidia Alfonsi, Sergio Bini Bustric.
Guión: Vincenzo Cerami, Roberto Benigni.
Música: Nicola Piovani.
Fotografía: Tonino Delli Colli.
PREMIOS:
1998: 3 Oscars: Mejor actor (Benigni), película habla no inglesa, bso. 7 nominaciones
1998: Festival de Cannes: Gran Premio Especial del Jurado. 2 nominaciones
1998: Premios BAFTA: Mejor actor (Roberto Benigni). 3 nominaciones
1998: Premios Cesar: Mejor película extranjera
1997: Premios David di Donatello: 8 premios, incluyendo mejor película. 12 nominaciones
1998: Premios Goya: Mejor película europea
1998: National Board of Review: Premio especial (Roberto Benigni)
1998: Festival de Toronto: Premio del Público a Mejor película, Premio a Benigni
1998: Festival de Montreal: Premio del Público
PISOPSIS:
Año 1939. La Toscana, Italia. Guido es un hombre inocente y feliz, con alma de poeta. Le gustaría abrir una tienda de libros, pero ha de ganarse la vida como camarero. Un día conoce a Dora, la guapa maestra de un pueblo. Se enamora sin remedio de la "princesa", y comienza a cortejarla; su principal rival es un dirigente del partido fascista.
Unos años más tarde, ya casados, tienen un niño. Pero un día se presentan unos soldados, y se llevan a Guido y a su hijo a un campo de concentración. Dora les sigue por amor. Una vez allí, Guido hace todos los esfuerzos que puede imaginar para que su chaval crea que se encuentran en un "campamento de verano", y que están participando en un divertido juego; el motivo, preservar la inocencia del crío de cinco años, y evitarle los previsibles traumas del horror nazi.
COMENTARIOS:
Con ésta, su ópera prima, ha roto todos los moldes de calidad y de BELLEZA en el cine. Si existe la película perfecta, tal vez ésta sea la que más se aproxime, pocas veces he visto una historia tan maravillosa, ni tan bien ideada, ni tan sorprendente, ni tan entrañable, ni tan mágica...
La manera en que la fantasía y la magia impregnan la vida cotidiana, primero en un pueblo de la Toscana, y después en un campo de concentración nazi; la manera en que un hombre dotado de una desbordante imaginación consigue llenar su vida y la de sus seres amados de pura felicidad, amor, esperanza; la asombrosa manera en que logra proteger a su familia de la terrible amenaza que se cierne sobre ellos.
Esta es una película que nos habla de que la esperanza y la imaginación son el camino para remontar todas las desdichas. Nos anima a no perder la sonrisa, a apurar la vida al máximo, a AMAR sin restricciones, a recurrir a la magia de un gesto o un detalle que sirva para hacer feliz a alguien. Es un canto a la superación, a la capacidad de resistir el miedo con la mejor cara para dar fuerzas y esperanzas a nuestros seres amados cuando están en peligro. Y también una oda a la paz, haciéndonos ver, con su tierna ingenuidad, el absurdo de las guerras y de los odios y de las ideologías que atentan contra la integridad humana.
Se nos muestra que los milagros se pueden hacer realidad si tenemos la fe suficiente, si el amor es lo bastante fuerte.
Roberto Benigni leyó hace años una biografía de Trotski en la que se narraba que mientras esperaba a que Stalin diera la orden para su fusilamiento escribió: "La vida es maravillosa". A partir de esta idea, tan simple como amplia, Benigni ha rodado una de las películas más optimistas de la historia del cine, al lado de la cual el bueno de Frank Capra y su ¡Qué bello es vivir! es una especie de apología del pesimismo.
La película es un cuento infantil y, como todos los cuentos infantiles, tiene sus príncipes y sus princesas. Pero también tiene sus monstruos, porque en todo buen cuento que se precie la crueldad acecha y puede cebarse en cualquier momento con los protagonistas.
La historia se divide en dos partes. La primera es luminosa, con un humor ingenioso y una rapidez de película musical. En ella Guido, un camarero judío que vive en la Toscana, se enamora de una profesora y hace lo posible y lo imposible por ser correspondido. La segunda parte, para no desvelar nada de la trama, se desarrolla en un lugar tenebroso, en la guarida del monstruo, donde reinan los malos. Es un lugar sin ilusión, donde chocarán la realidad con el mundo hasta entonces radiante de Guido, que luchará con sus mejores armas, la imaginación y Schopenhauer, para preservar la inocencia de su hijo.
Benigni es un cómico de reconocido prestigio en Italia, famoso por sus excesivas muestras de entusiasmo. Cuando ganó en Cannes el Premio Especial del Jurado, no paró hasta bailar y besar los pies al presidente del Jurado, un apabullado Martin Scorsese.
Benigni no ha buscado en La vida es bella el realismo absoluto. Así, ha estilizado los decorados y las situaciones, dando incluso un sentido surrealista a algunas de las escenas, pero sin quitarle horror al momento histórico en que se sitúa, allá por la Italia de 1939. El horror y la brutalidad siguen estando allí, pero Guido da un nuevo significado a cada circunstancia, haciendo equilibrios entre lo puramente cómico y lo amargamente trágico, llegando en algunos momentos a hacer pensar al espectador si debe reírse o no por los terribles hechos.
Es sin duda una obra maestra, de visión imprescindible sobre todo para los que ven la botella medio vacía. Es uno de los más grandes alegatos jamás filmados contra el racismo, una crítica social desconcertante que hará reflexionar entre risas, consiguiendo Benigni sobradamente su objetivo de demostrar que, hasta en los momentos de mayor dolor y opresión, la vida sigue siendo bella.
Tráiler:
Calificación: Obra maestra.
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