CARLOS SAURA
(1932/2023)
Biografía:
Nacido en Huesca el 4 de enero de 1932, recién finalizado
el bachillerato, comenzó a aficionarse a la fotografía.
Abandonó sus estudios de ingeniería industrial para ingresar en
el Instituto de Investigaciones y Experiencias
Cinematográficas de Madrid, donde obtuvo el diploma de Dirección
cinematográfica.
Tras realizar el cortometraje La tarde del domingo (1957),
realizó el documental Cuenca (1958), premiado en el Festival Internacional
de Cine de San Sebastián, al que siguió su primer largometraje, Los
golfos (1960), En La caza (1965), con un asunto de
gran dureza donde hizo un análisis de las heridas provocadas por la guerra
civil en la terrible historia de una partida de caza entre personajes que
representaban distintas posturas vitales. La escenografía en exteriores, en un
paisaje árido y la fotografía muy contrastada de Luis
Cuadrado, hicieron de esta obra una referencia para el cine posterior y
obtuvo grandes éxitos internacionales, consiguiendo el premio a la mejor
dirección en el Festival Internacional de Cine
de Berlín.
Tras estos primeros trabajos, se consolidó en 1967 su
colaboración con el productor Elías Querejeta, con el que había producido a
medias La caza, con la película Peppermint frappé, dando inicio al periodo
más destacado de su carrera. Peppermint frappé es de nuevo una
indagación psicológica sobre los efectos de la represión franquista tras la guerra
civil, las inhibiciones eróticas y otras carencias de su generación. El
desenlace es tan violento como La caza, pero aparece ahora situado en el
espacio de la memoria o los instintos más primarios de los personajes.
Temas y formas, puliendo este estilo abstracto, desarrollado
en colaboración con Querejeta, que pretendió radiografiar los males de la
sociedad española burlando la censura, continuaron en Stress, es tres,
tres (1968), La madriguera (1969), El jardín de las delicias (1970)
y Ana y los lobos (1972).
Ana y los lobos ofrece el mundo cerrado de una
casona de una familia española aristocrática. Rafaela
Aparicio, la matriarca de este mundo cerrado, retomará este personaje
en Mamá cumple cien años (1979), una
continuación de Ana y los lobos. A la casa solariega llega una
institutriz extranjera para educar a las niñas de Juan, el varón de la casa. Las
pulsiones sexuales frustradas de los tres hombres de la familia aparecen tras
la llegada de esta bella joven cuyos modos más libres y su sinceridad provocan
en el subconsciente de los varones deseos irreprimibles. Ana destapa la
inquietud del ambiente cerrado y conservador de esta familia, revelando así los
rasgos que tanto definen a la sociedad de su tiempo.
La película que marcó su consolidación internacional
fue La prima Angélica (1973), que recibió
el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes; en ella, el pasado (1936) y
el presente (1973) se funden y esto se muestra mediante la confusión del tiempo
histórico que se produce en los planos de la película, incluso dentro de una
misma secuencia. Así se delata el tema de la presencia de las heridas del pasado
en el presente, clásico asunto del psicoanálisis.
La fusión del tiempo tiene también otras consecuencias frustrantes, como el
contraste entre el amor infantil de Luis y Angélica, que ha sido acaso su único
amor, y la relación adulta de un Luis con una Angélica ya casada en una
situación que hace imposible la recuperación de aquella relación afectiva. No
es este el primer film que explora el recuerdo y la
intromisión del pasado en el presente, que estaba ya bien dibujado en obras
anteriores, como El jardín de las delicias (1970).
María Clara Fernández de Loaysa, en su papel de Angélica
niña, establece una relación con la figura de José Luis López Vázquez, cuyo personaje
seguía la estela del que interpretó en El jardín de las delicias,
donde aparecía en una silla de ruedas, simbolizando con ello la parálisis
psíquica de aquella generación. En esta caso representa la frustración amorosa
por su prima, en el doble papel de niño y adulto, representado por el mismo
actor.
Cría cuervos (1975), también
premio del Jurado en el Festival de Cannes, vuelve a explotar el tema de la
memoria, oponiendo en feroz contraste la mirada de la niña Ana
Torrent a los personajes autoritarios.
Elisa, vida mía (1977) fue
probablemente su obra maestra. Partiendo de un concepto muy ambicioso de
interrelación del cine y la literatura, la película dialoga constantemente con
los elementos peculiares del cine: imágenes, sonido, música y textos. En cuanto
a las imágenes, hay una profunda relación entre escritura de textos y escritura
visual. El diario que escribe el personaje interpretado por Fernando
Rey es la fuente, o punto de vista de la enunciación, de lo que vemos,
pero todo se complica al ser su hija, interpretada por Geraldine
Chaplin, quien lee ese diario a su muerte. Por tanto hay que estar muy
avisados para conocer el origen de la narración visual, que podría ser
producida por la lectura de la hija, la escritura del padre o la voz
enunciadora de un narrador externo a las voces de los personajes, algo así como
un Saura-narrador. Todo ello entretejido de referencias a El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca, El
Criticón de Baltasar Gracián y el mito de Pigmalión que
oímos en la versión de la Ópera de Jean-Philippe Rameau (Pygmalion, 1748). Todo ello está pautado por
la Gnosienne I de Erik Satie,
que nos lleva a los espacios de la memoria.
Con la llegada de la democracia a España, Saura se convirtió
en uno de los cineastas más destacados de la Transición. Los
ojos vendados (1978) es un alegato contra la tortura y las
injusticias en Latinoamérica. Al año siguiente abordó su primera comedia con su
revisión de la familia de Ana
y los lobos en clave cómica y con un aire de fin de franquismo
en Mamá cumple cien años. Fue todo un
éxito de crítica y público, premiada en varios festivales y seleccionada para
el Óscar a la mejor película
extranjera.
En 1980 cambió de registro y, abandonando el cariz
intelectual, reflexivo y polisémico con el que trataba de diseccionar las
consecuencias de la guerra civil y el franquismo, volvió al cine popular, al
que trata problemas contemporáneos como la marginación juvenil, con Deprisa,
deprisa, que obtuvo el Oso
de Oro del Festival de Berlín.
En 1981 comenzó la colaboración con Antonio
Gades y con el productor Emiliano
Piedra. Tras ver su ballet teatral Bodas de sangre Saura
le propuso llevarlo al cine, con lo que inició un género de musical genuino y
alejado de los moldes anglosajones. El musical recabó un éxito inesperado
internacional tras proyectarse en Cannes. Con la película Bodas de sangre (1981)
inventó un nuevo género de película de danza y contribuye con ello a la
extraordinaria divulgación que experimenta estos últimos años el baile español
en el mundo. De nuevo con Antonio Gades y Emiliano Piedra preparó una
adaptación de la ópera de Bizet Carmen que
se convierte en un éxito internacional en 1983, premiada en Cannes y
seleccionada para el Óscar. Con El amor brujo, inspirada en la obra
homónima de Falla, su musical más ambicioso hasta ese momento,
cerró una trilogía dedicada al musical español contemporáneo.
Tras Dulces horas, la última colaboración
con Elías Querejeta, Saura rodó en 1982 su primera
película latinoamericana: Antonieta, la historia de una mujer durante la
revolución mexicana. En 1984 Saura filmó con Piedra Los zancos.
En 1985 acudió al productor Andrés Vicente Gómez para financiar un
ambicioso filme sobre la expedición de Lope
de Aguirre en busca de El Dorado.
El rodaje se lleva a cabo en Costa Rica durante
1987, y la película se convierte en la más cara de la historia del cine español
hasta ese momento.
En 1989 estrenó La
noche oscura, un film intimista sobre el periodo de prisión que
sufrió San Juan de la Cruz, el gran místico y poeta
español del siglo xvi. En 1990 rodó ¡Ay,
Carmela!, adaptación de la obra teatral de José Sanchis Sinisterra. Para esta
película, que revisa de nuevo la Guerra Civil, volvió a trabajar con el
guionista Rafael Azcona, y en la V edición de los Premios Goya obtiene
13 estatuillas.
En 1991 se trasladó a Buenos Aires para rodar El Sur,
versión del cuento de Borges.
Con Sevillanas hizo un homenaje a lo
más significativo del género, esta vez mediante una serie de cuadros
independientes.
Al año siguiente, se hizo cargo de la película oficial de
los Juegos Olímpicos de Barcelona, Maratón.
En 1993 filmó ¡Dispara!,
una adaptación de un cuento del escritor italiano Scerbanenco. En enero de 1994, comenzó el
rodaje de Flamenco, que probablemente es el más
importante documento audiovisual sobre este arte, a pesar de la desaparición
de Camarón, que sí intervino en Sevillanas.
Ya no se trata de una serie de cuadros inconexos, sino de un conjunto rodado
con milimétrica precisión donde colaboraba como director de fotografía Vittorio
Storaro.
En junio de 1997, Saura se trasladó a Argentina para
rodar Tango; esta película, tras múltiples polémicas, concurre a
los Oscar bajo bandera argentina: la cinta es la más galardonada del año en
Argentina, y Saura recibió el Premio Cóndor de la Asociación de Críticos
Argentinos como mejor director del año. Apareció su novela Pajarico
solitario. En abril de 1998 se estrena la película Pajarico.
En 1999 estrenó Goya
en Burdeos, aproximación a la figura del pintor aragonés Francisco
de Goya, donde realizó, posiblemente, el mejor trabajo fotográfico de su
obra, en estrecha colaboración con Vittorio Storaro. Publicó su novela Esa
luz. En 2000 fue distinguido con el Premio a la Mejor Contribución
Artística y el Premio del Jurado del Festival de Montreal por Goya
en Burdeos.
En 2001 Buñuel y la mesa del rey Salomón supone
un tributo a su maestro declarado, Luis Buñuel, y al ambiente de la Residencia de Estudiantes de la
España de los años 20. En el guion contó con la colaboración de Agustín Sánchez Vidal, quien ganó en 1988
el Premio Espejo de España de ensayo por
su obra Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin, y que tras esta
experiencia como fabulador se dedicó con éxito a la novela de ficción.
Comenzó el nuevo siglo dirigiendo tres filmes musicales
basados en idénticos presupuestos estéticos: Salomé (2002), puesta en
escena de la conocida tragedia bíblica por la compañía de Aída
Gómez; Iberia (2005), homenaje a la suite
homónima del compositor Isaac
Albéniz; y Fados (2007),
en coproducción con Portugal, sobre el fado, expresión
musical portuguesa por excelencia. En estos filmes Saura reiteró las mismas
convenciones de los musicales previos de los años 90, empezando por el empleo
de la luz como elemento dramático, así como la utilización de un mobiliario
minimalista, obteniendo en consecuencia unos musicales de gran sobriedad y
belleza visual, pero ya sin la novedad de aquellos.
Entre sus últimas películas destacan El séptimo día (2004), cinta inspirada
en el crimen de Puerto Hurraco, masacre acaecida en la Extremadura
profunda que conmocionó a España en 1990, con guion de Ray Loriga y,
sobre todo, Io, Don Giovanni (2009), uno de sus más
ambiciosos trabajos, superproducción en torno a la figura de Lorenzo
da Ponte; entremedias, Saura realizó para la Exposición Internacional de
Zaragoza 2008 el cortometraje documental Sinfonía de Aragón (2008),
magistral ejercicio audiovisual en el que el protagonista es Aragón. En
2016 estrenó la película Jota
de Saura, un recorrido antropológico sobre la jota, con diecinueve cuadros
de música y danza y la participación de Miguel Ángel Berna como coreógrafo y
bailador, Sara Baras, Ara
Malikian, Juan Manuel Cañizares, Nacho
del Río y Carlos Núñez. Jota de Saura fue
producida por Movistar Plus y Tresmonstruos Media.
En 2017, el realizador Félix Viscarret estrena el
documental Saura(s), no el primero de los documentales dedicados al
cineasta, pero sí el más ambicioso e incisivo de estos, donde queda patente la
peculiar personalidad del cineasta, en cuanto antepone su obra artística a todo
lo demás (asuntos familiares incluidos).
El documental fue nominado a los premios Goya ese año en la categoría de mejor
filme documental.
En 2021 ha rodado el cortometraje titulado Goya 3 de mayo, un innovador proyecto impulsado por Aragón TV, en el que recreará en lenguaje fílmico el lienzo de Francisco de Goya, Los fusilamientos del 3 de mayo. Ese mismo año tuvo como proyecto una serie sobre el poeta Federico García Lorca.3
Para 2022 había previsto rodar una película biográfica
sobre Pablo Picasso.
El 3 de febrero de 2023 estrenó su última película “Las
Paredes Hablan”, una producción de María del Puy, Malvalanda, montaje de
Vanessa Marimbert y guion de José G. Morillas. Una búsqueda de los lazos que
unen las primera manifestaciones gráficas y pictóricas de la Humanidad, que nos
definieron como especie, y el arte más moderno, en particular el arte urbano y
el grafiti. Una propuesta inédita y valiente en la línea de un Saura interesado
por la memoria y por las pulsiones que mueven a los Seres Humanos desde sus
inicios. (Wikipedia)
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