Éstos son los condenados
Título original: The Damned
Año: 1963
Duración: 96 min.
País: Reino Unido.
Director: Joseph Losey.
Guión: Evan Jones (Novela: H.L.
Lawrence)
Música: James Bernard.
Fotografía:
Arthur Grant.
Reparto:
Macdonald
Carey, Shirley Anne Field, Viveca Lindfors, Alexander Knox, Oliver Reed, Walter
Gotell, James Villiers, Tom Kempinski, Kenneth Cope, Brian Oulton, Barbara
Everest, Allan McClelland, James Maxwell, Rachel Clay, Caroline Sheldon.
Género: Ciencia ficción. Drama.
Sinopsis:
Weymouth,
Inglaterra, principio de los años sesenta. Joan, una joven británica, actúa de
cebo para que la banda liderada por su hermano King robe y apalice a un súbdito
norteamericano llamado Simon Wells. Después de ser agredido y abandonado sobre
el arcén, Simon recibe ayuda por parte de Bernard y sus amigos. Al regresar a
su embarcación anclada en el puerto de Weymouth, Wells vuelve a reencontrarse
con Joan, pero en esta ocasión sus intenciones parecen ser bien distintas. De
hecho, Joan pretende zafarse del control que ejerce su hermano mayor sobre ella
y se presta a embarcar junto a Simon en su pequeño yate. Sin embargo, King y su
grupo de “teddy boys” les siguen la pista con sus motocicletas bordeando la
costa. Al verse rodeados, Simon y Joan saltan una valla protectora electrificada
y penetran en una especie de recinto militar. Ambos no tardan en precipitarse
por un acantilado, y acto seguido, las olas arrastran sus cuerpos hacia la
orilla. Allí los recogen unos niños que viven confinados en unas galerías
subterráneas conectadas con el centro militar vía circuito televisivo, cuyo
habitual interlocutor es el enigmático profesor Bernard.
INTRODUCCIÓN:
Joseph Losey - Director
Procedente
de una importante familia, estudió en un principio medicina y la abandonó para
estudiar letras. Su inclinación artística comenzó durante la década de los 30,
cuando frecuentó la Graduate School of Art and Sciencies y desarrolló numerosas
actividades tanto en el campo periodístico y radiofónico como en el teatral. En
este último medio alcanzó mucho prestigio, pues fue el responsable de algunos
espectáculos en colaboración con Bertolt Brecht, entre los que destaca la
puesta en escena de "La vida de Galileo", (exponente del teatro
épico) y se trasladó a Rusia para estudiar técnicas teatrales.
A
finales de los años 30 comienza a tener sus primeros contactos con el cine, y
realizó algunos trabajos para la administración estadounidense y largometrajes
de carácter educativo. En 1948 dirigió el primero: The Boy with the Green Hair
(El muchacho de los cabellos verdes) para la RKO.
En
1952, como muchos de sus coetáneos, fue víctima de la política del senador
Joseph McCarthy, acusado de mantener actividades "antiamericanas".
Emigró entonces a Inglaterra, donde, tras trabajar con varios pseudónimos,
entre ellos el de Joseph Walton, Victor Hanbury o Andrea Forzano, decidió
instalarse definitivamente y proseguir su labor cinematográfica. Empezó a
obtener reconocimiento crítico a partir de su exitosa colaboración con el
dramaturgo Harold Pinter en tres películas: su obra maestra El sirviente
(1963); Accidente (1967) y El mensajero (1970), y por esta última obtuvo la
Palma de Oro en Cannes.
Unas
de las primeras películas de Joseph Losey tras su exilio londinense tras ser
una de las víctimas de la caza de brujas del McCarthismo (cosas que tiene el
irse a estudiar tecnicas teatrales en Rusia, que le tachan a uno de
"rojo"). Exilio londinense que más tarde se haría perpétuo y que nos
dará joyas como "El sirviente" (también de 1963) o , más tarde,
"El mensajero" con la que lograría la Palma de Oro de Cannes de 1970.
COMENTARIOS:
Joseph
Losey fue uno de los grandes autores americanos víctimas del boicot instaurado
por la caza de brujas de Joseph McCarthy lo que le obligó a emigrar a Gran
Bretaña en busca de las habichuelas cinematográficas negadas en su país de
origen. Cineasta de gran personalidad y gran director de actores, ya había
dejado muestras de su talento en Estados Unidos filmando obras tan magnas como
El muchacho de los cabellos verdes, El Merodeador, M o El Forajido. Sus singulares películas noir,
de gran calado social, reflejaban con
gran acierto la rabia que imperaba en una parte de la sociedad americana en los
años de post guerra. Desgraciadamente el nombre de Losey únicamente suele
mencionarse cuando se recuerda la trilogía que rodó en los años sesenta con el
dramaturgo Harold Pinter (El sirviente, Accidente y El mensajero) dejando en el
olvido magníficas muestras de cine puro de autor como El otro señor Klein,
Galileo, El criminal o Eva, todas ellas de una intensidad difíciles de
encontrar en otros cineastas de su generación.
Indagando sobre cintas de Ciencia-Ficción, descubrí 'Estos son los condenados'
('The Damned', 1963), una producción de la Hammer que, ante todo, sirve para
demostrar la enorme versatilidad del cineasta estadounidense, estableciéndose
al tiempo como uno de los primeros pasos en la configuración de nuevos modos
dentro del género que se alejan ya, y de qué manera, de lo que habíamos visto
durante los años 50.
Pero
hasta que la cinta muestra sus cartas,
'Estos son los condenados' discurre por terrenos tan extraños como alejados de
lo que entendemos por ciencia-ficción, y para ello nada sirve de mejor ejemplo
que la secuencia que abre la cinta, con un turista recorriendo las calles de la
ciudad costera de Weymouth sin saber que va a recibir una paliza de mano de una
pandilla de moteros encabezados por un perturbador —y perturbado— Oliver Reed,
un personaje de aparente irrelevancia más allá de servir de catalizador inicial
a los acontecimientos que se irán desplegando pero que termina siendo
fundamental en la recta final de la cinta.
Sin
querer desvelar mucho de la trama de ésta, resumamos la misma de forma escueta.
De una parte tenemos al turista que recibe la paliza y que, recuperado, huye
con la hermana de Reed en su barco para terminar yendo a parar a una caverna de
una isla en la que hay un extraño grupo de niños de once años cuyo
comportamiento resulta bastante singular. De la otra tenemos a Bernard, un
científico que conduce un proyecto secreto en dicha isla y a Freya —soberbia
Viveca Lindfords aunque, ¿cuándo no lo estuvo la desaparecida actriz?—, una escultora
que habita en ella y desconoce por completo lo que su amigo desarrolla allí.
Como decía, si sólo atendiéramos al inicio de la cinta, marcado
por una canción rockera que llega a hacerse insoportable y por la presencia de
esos pandilleros que parecen prefigurar a los que Kubrick mostrará años más
tarde en 'La naranja mecánica' ('A Clockwork Orange', 1971) —tanto es así que
mucho hay en el personaje de Oliver Reed que nos recuerda al Alex de Malcom
McDowell—, no podríamos afirmar que estamos ante un filme de ciencia-ficción.
Bien es cierto que el ambiente que dibuja Losey, marcado a lo largo de todo el
metraje por sus composiciones, lentas panorámicas, sesgadas angulaciones y
singulares planos lejanos, delimitan un tono surrealista que incomoda al
espectador sin que éste pueda precisar el motivo. Pero más allá de lo que la
dirección del cineasta concreta, la ciencia-ficción, tal y cómo la habíamos
entendido hasta entonces, brilla por su ausencia.
Sin
prisa pero sin pausa, la cinta va hilvanando a través del guión de Evan Jones
un discurso que, trascendido su ecuador, comienza a apuntar hacia los elementos
que hacen que éste filme adquiera tanta relevancia dentro del género como para
haberlo elegido de cara al ciclo: toda vez que la acción se traslada a la isla
y los niños que en ella habitan adquieren protagonismo, empieza a insinuarse un
panorama aún más extraño, apuntalado por frases sueltas y situaciones en
apariencia sin importancia que, consideradas en su totalidad conforman un
escenario aterrador que parece salido de las páginas del '1984' de Orwell, con
los infantes viviendo aislados en un búnker que está controlado en su totalidad
por cámaras y gobernado por un Gran Hermano —Bernard— que todos los días
imparte lecciones a los chavales a través de la frialdad de una pantalla.
Éstos,
que desconocen por completo otra realidad que no sea la que se les ha mostrado
desde que eran unos bebés, se antojan partícipes de un experimento que
parecería querer poner en práctica las ideas del mito de la caverna de Platón
cuando, una vez revelado el pilar de la trama —que no voy a desvelar—, ante lo
que nos encontramos es una espléndida vuelta de tuerca acerca de los peligros
de la energía atómica que tanto marcaron a la ciencia-ficción de la década
anterior: trastocando por completo la manera en que el miedo a la bomba era
contemplado pocos años antes, los planteamientos que hace aquí 'Estos son los
condenados' resultan terroríficos, si bien su fuerte matiz de inocencia bajo
una óptica contemporánea les resta algo de efectividad.
Considerando
las circunstancias que envolvieron el exilio de Joseph Losey a Inglaterra tras
ser perseguido por la caza de brujas en su país natal, la adecuación del
cineasta a lo que debe ir desgranando a lo largo del metraje no podría ser
mayor y la frialdad a la hora de plasmar la acción que vemos en pantalla es de
una elocuencia tremenda —hablando de esas lentas panorámicas, atención a una de
las que cierra la cinta—, no siendo el filme tanto una exposición de la
paranoia de la Guerra Fría —que también— como un grito ahogado sobre la
imposibilidad de evitar las consecuencias que de ella se derivan.
Un
grito que se torna en acongojante en los últimos planos del filme, que alejan
por completo de 'Estos son los condenados' la sombra de ese otro filme de
ciencia-ficción británico con niños que fue 'El pueblo de los malditos'
('Village of the Damned', Wolf Rilla, 1960) y posiciona a esta singular
producción como uno de los descubrimientos más interesantes de cuántos he hecho
hasta el momento. (Sergio Benítez en Blog de cine)
Calificación: 4 de 6.
Una escena:
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