Olivia de Havilland
jueves, 30 de noviembre de 2017
viernes, 24 de noviembre de 2017
The Damned (Éstos son los condenados) - (1963) - (Director: Joseph Losey)
Éstos son los condenados
Título original: The Damned
Año: 1963
Duración: 96 min.
País: Reino Unido.
Director: Joseph Losey.
Guión: Evan Jones (Novela: H.L.
Lawrence)
Música: James Bernard.
Fotografía:
Arthur Grant.
Reparto:
Macdonald
Carey, Shirley Anne Field, Viveca Lindfors, Alexander Knox, Oliver Reed, Walter
Gotell, James Villiers, Tom Kempinski, Kenneth Cope, Brian Oulton, Barbara
Everest, Allan McClelland, James Maxwell, Rachel Clay, Caroline Sheldon.
Género: Ciencia ficción. Drama.
Sinopsis:
Weymouth,
Inglaterra, principio de los años sesenta. Joan, una joven británica, actúa de
cebo para que la banda liderada por su hermano King robe y apalice a un súbdito
norteamericano llamado Simon Wells. Después de ser agredido y abandonado sobre
el arcén, Simon recibe ayuda por parte de Bernard y sus amigos. Al regresar a
su embarcación anclada en el puerto de Weymouth, Wells vuelve a reencontrarse
con Joan, pero en esta ocasión sus intenciones parecen ser bien distintas. De
hecho, Joan pretende zafarse del control que ejerce su hermano mayor sobre ella
y se presta a embarcar junto a Simon en su pequeño yate. Sin embargo, King y su
grupo de “teddy boys” les siguen la pista con sus motocicletas bordeando la
costa. Al verse rodeados, Simon y Joan saltan una valla protectora electrificada
y penetran en una especie de recinto militar. Ambos no tardan en precipitarse
por un acantilado, y acto seguido, las olas arrastran sus cuerpos hacia la
orilla. Allí los recogen unos niños que viven confinados en unas galerías
subterráneas conectadas con el centro militar vía circuito televisivo, cuyo
habitual interlocutor es el enigmático profesor Bernard.
INTRODUCCIÓN:
Joseph Losey - Director
Procedente
de una importante familia, estudió en un principio medicina y la abandonó para
estudiar letras. Su inclinación artística comenzó durante la década de los 30,
cuando frecuentó la Graduate School of Art and Sciencies y desarrolló numerosas
actividades tanto en el campo periodístico y radiofónico como en el teatral. En
este último medio alcanzó mucho prestigio, pues fue el responsable de algunos
espectáculos en colaboración con Bertolt Brecht, entre los que destaca la
puesta en escena de "La vida de Galileo", (exponente del teatro
épico) y se trasladó a Rusia para estudiar técnicas teatrales.
A
finales de los años 30 comienza a tener sus primeros contactos con el cine, y
realizó algunos trabajos para la administración estadounidense y largometrajes
de carácter educativo. En 1948 dirigió el primero: The Boy with the Green Hair
(El muchacho de los cabellos verdes) para la RKO.
En
1952, como muchos de sus coetáneos, fue víctima de la política del senador
Joseph McCarthy, acusado de mantener actividades "antiamericanas".
Emigró entonces a Inglaterra, donde, tras trabajar con varios pseudónimos,
entre ellos el de Joseph Walton, Victor Hanbury o Andrea Forzano, decidió
instalarse definitivamente y proseguir su labor cinematográfica. Empezó a
obtener reconocimiento crítico a partir de su exitosa colaboración con el
dramaturgo Harold Pinter en tres películas: su obra maestra El sirviente
(1963); Accidente (1967) y El mensajero (1970), y por esta última obtuvo la
Palma de Oro en Cannes.
Unas
de las primeras películas de Joseph Losey tras su exilio londinense tras ser
una de las víctimas de la caza de brujas del McCarthismo (cosas que tiene el
irse a estudiar tecnicas teatrales en Rusia, que le tachan a uno de
"rojo"). Exilio londinense que más tarde se haría perpétuo y que nos
dará joyas como "El sirviente" (también de 1963) o , más tarde,
"El mensajero" con la que lograría la Palma de Oro de Cannes de 1970.
COMENTARIOS:
Joseph
Losey fue uno de los grandes autores americanos víctimas del boicot instaurado
por la caza de brujas de Joseph McCarthy lo que le obligó a emigrar a Gran
Bretaña en busca de las habichuelas cinematográficas negadas en su país de
origen. Cineasta de gran personalidad y gran director de actores, ya había
dejado muestras de su talento en Estados Unidos filmando obras tan magnas como
El muchacho de los cabellos verdes, El Merodeador, M o El Forajido. Sus singulares películas noir,
de gran calado social, reflejaban con
gran acierto la rabia que imperaba en una parte de la sociedad americana en los
años de post guerra. Desgraciadamente el nombre de Losey únicamente suele
mencionarse cuando se recuerda la trilogía que rodó en los años sesenta con el
dramaturgo Harold Pinter (El sirviente, Accidente y El mensajero) dejando en el
olvido magníficas muestras de cine puro de autor como El otro señor Klein,
Galileo, El criminal o Eva, todas ellas de una intensidad difíciles de
encontrar en otros cineastas de su generación.
Indagando sobre cintas de Ciencia-Ficción, descubrí 'Estos son los condenados'
('The Damned', 1963), una producción de la Hammer que, ante todo, sirve para
demostrar la enorme versatilidad del cineasta estadounidense, estableciéndose
al tiempo como uno de los primeros pasos en la configuración de nuevos modos
dentro del género que se alejan ya, y de qué manera, de lo que habíamos visto
durante los años 50.
Pero
hasta que la cinta muestra sus cartas,
'Estos son los condenados' discurre por terrenos tan extraños como alejados de
lo que entendemos por ciencia-ficción, y para ello nada sirve de mejor ejemplo
que la secuencia que abre la cinta, con un turista recorriendo las calles de la
ciudad costera de Weymouth sin saber que va a recibir una paliza de mano de una
pandilla de moteros encabezados por un perturbador —y perturbado— Oliver Reed,
un personaje de aparente irrelevancia más allá de servir de catalizador inicial
a los acontecimientos que se irán desplegando pero que termina siendo
fundamental en la recta final de la cinta.
Sin
querer desvelar mucho de la trama de ésta, resumamos la misma de forma escueta.
De una parte tenemos al turista que recibe la paliza y que, recuperado, huye
con la hermana de Reed en su barco para terminar yendo a parar a una caverna de
una isla en la que hay un extraño grupo de niños de once años cuyo
comportamiento resulta bastante singular. De la otra tenemos a Bernard, un
científico que conduce un proyecto secreto en dicha isla y a Freya —soberbia
Viveca Lindfords aunque, ¿cuándo no lo estuvo la desaparecida actriz?—, una escultora
que habita en ella y desconoce por completo lo que su amigo desarrolla allí.
Como decía, si sólo atendiéramos al inicio de la cinta, marcado
por una canción rockera que llega a hacerse insoportable y por la presencia de
esos pandilleros que parecen prefigurar a los que Kubrick mostrará años más
tarde en 'La naranja mecánica' ('A Clockwork Orange', 1971) —tanto es así que
mucho hay en el personaje de Oliver Reed que nos recuerda al Alex de Malcom
McDowell—, no podríamos afirmar que estamos ante un filme de ciencia-ficción.
Bien es cierto que el ambiente que dibuja Losey, marcado a lo largo de todo el
metraje por sus composiciones, lentas panorámicas, sesgadas angulaciones y
singulares planos lejanos, delimitan un tono surrealista que incomoda al
espectador sin que éste pueda precisar el motivo. Pero más allá de lo que la
dirección del cineasta concreta, la ciencia-ficción, tal y cómo la habíamos
entendido hasta entonces, brilla por su ausencia.
Sin
prisa pero sin pausa, la cinta va hilvanando a través del guión de Evan Jones
un discurso que, trascendido su ecuador, comienza a apuntar hacia los elementos
que hacen que éste filme adquiera tanta relevancia dentro del género como para
haberlo elegido de cara al ciclo: toda vez que la acción se traslada a la isla
y los niños que en ella habitan adquieren protagonismo, empieza a insinuarse un
panorama aún más extraño, apuntalado por frases sueltas y situaciones en
apariencia sin importancia que, consideradas en su totalidad conforman un
escenario aterrador que parece salido de las páginas del '1984' de Orwell, con
los infantes viviendo aislados en un búnker que está controlado en su totalidad
por cámaras y gobernado por un Gran Hermano —Bernard— que todos los días
imparte lecciones a los chavales a través de la frialdad de una pantalla.
Éstos,
que desconocen por completo otra realidad que no sea la que se les ha mostrado
desde que eran unos bebés, se antojan partícipes de un experimento que
parecería querer poner en práctica las ideas del mito de la caverna de Platón
cuando, una vez revelado el pilar de la trama —que no voy a desvelar—, ante lo
que nos encontramos es una espléndida vuelta de tuerca acerca de los peligros
de la energía atómica que tanto marcaron a la ciencia-ficción de la década
anterior: trastocando por completo la manera en que el miedo a la bomba era
contemplado pocos años antes, los planteamientos que hace aquí 'Estos son los
condenados' resultan terroríficos, si bien su fuerte matiz de inocencia bajo
una óptica contemporánea les resta algo de efectividad.
Considerando
las circunstancias que envolvieron el exilio de Joseph Losey a Inglaterra tras
ser perseguido por la caza de brujas en su país natal, la adecuación del
cineasta a lo que debe ir desgranando a lo largo del metraje no podría ser
mayor y la frialdad a la hora de plasmar la acción que vemos en pantalla es de
una elocuencia tremenda —hablando de esas lentas panorámicas, atención a una de
las que cierra la cinta—, no siendo el filme tanto una exposición de la
paranoia de la Guerra Fría —que también— como un grito ahogado sobre la
imposibilidad de evitar las consecuencias que de ella se derivan.
Un
grito que se torna en acongojante en los últimos planos del filme, que alejan
por completo de 'Estos son los condenados' la sombra de ese otro filme de
ciencia-ficción británico con niños que fue 'El pueblo de los malditos'
('Village of the Damned', Wolf Rilla, 1960) y posiciona a esta singular
producción como uno de los descubrimientos más interesantes de cuántos he hecho
hasta el momento. (Sergio Benítez en Blog de cine)
Calificación: 4 de 6.
Una escena:
martes, 21 de noviembre de 2017
Ziegfeld Girl (Las chicas de Ziegfeld) - (1941) - (Director: Robert Z. Leonard)
Título original: Ziegfeld Girl
Título en español: Las chicas de Ziegfeld
Año: 1941
Duración: 132 min.
País: Estados Unidos.
Director: Robert Z. Leonard.
Guion: Marguerite Roberts, Sonya Levien (Historia: William Anthony McGuire)
Música: Herbert Stothart.
Fotografía: Ray June (B&W)
Reparto:
James Stewart, Judy Garland, Hedy Lamarr, Lana Turner, Tony Martin, Jackie Cooper, Ian Hunter, Charles Winninger, Edward Everett Horton, Philip Dorn, Paul Kelly, Eve Arden, Dan Dailey, Al Shean, Fay Holden, Felix Bressart, Rose Hobart, Bernard Nedell, Ed McNamara.
Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Género: Musical.
Sinopsis:
Tres mujeres sueñan con actuar en los musicales de Broadway de Florence Ziegfeld. Susan teme que su éxito apene a su padre, actor de vodevil en declive. Sheila se debate entre el amor a su novio y las atenciones de un millonario. Sandra está casada con un virtuoso del violín que no soporta que su mujer consiga el éxito en el mundo de las lentejuelas.
COMENTARIO:
Los nombres de Florenz Ziegfeld y Busby Berkeley, representaban en las primeras décadas del siglo XX, la más calificada producción de revistas musicales y las más majestuosas coreografías que pudieran verse en el mundo entero. Broadway se engalanaba con una serie de obras que despertaban admiración, alegría pura y una gran fascinación, y con la llegada del cine sonoro, buena parte de ellas se irían trasladando al cine para que, al menos en forma fragmentaria, pudieran ser disfrutadas por el público de otras latitudes.
Para las chicas que soñaban con ser cantantes o bailarinas, el gran sueño era por supuesto, ¡Las Follies de Ziegfeld! Y las que lograban acceder al cine, mantenían la inamisible esperanza de hacer parte de una coreografía de Busby Berkeley. Con eso hacían historia y entraban en las antologías de lo más celebrado que tuvo siempre el musical norteamericano.
Hay que verlo para convencerse de que nunca hubo chicas más bellas, nada se le compara a sus escenografías, y sus vestuarios eran tan majestuosos que nos dejaban con la boca abierta. Ziegfeld sabía como nadie, reconocer y exaltar la belleza física. Y Berkeley lo sabía todo sobre escenografía, el ritmo y los caleidoscopios. Además, contaban con una gran solvencia, pues, para 1930, cada montaje superaba los 300 mil dólares de presupuesto. Era inobjetable: ¡Lo suyo era arte con lo mejor de lo mejor!
“LAS CHICAS DE ZIEGFELD”, retoma el éxito que el mismo director, Robert Z. Leonard, alcanzara en 1936 con “El gran Ziegfeld”, con la cual se llevó el premio Oscar a la mejor película. La base central, son de nuevo las celebérrimas revistas musicales que se montaban en la Calle 42 de New York, New York, y el efecto que sobre tres chicas produce el acceder a las famosas Follies de Ziegfeld, un espectáculo al que acuden los amantes del arte con mayúsculas, pero que también es visitado por voraces lobo$ que buscan hacer cacería de alguna bella muchacha.
Sheila, es una ascensorista a la que se le da la ocasión de presentarse a una prueba y no tardará en deslumbrar con su belleza al productor… y al primer lobo que la contempla. Susan, quien tiene ya un largo historial de trabajo junto a su anciano padre en otros espectáculos, tendrá que probar que su voz es inigualable y quizás tenga que sacrificar algo muy valioso para ella. Y Sandra -que tan solo buscaba que su pareja violinista hiciera parte de aquel gran espectáculo-, termina adentro sin el menor esfuerzo, cuando los asistentes de Ziegfeld quedan perplejos al ver su rostro.
¿Cómo manejará el éxito cada una de ellas? Las altas y las bajas, la sensatez y la ligereza, la fidelidad y el desengaño, la felicidad y la desgracia… se harán un buen lugar entre estas chicas, que son un magnífico ejemplo de que, no son los espectáculos (o empleos) sino el carácter de cada chica, lo que va determinando su destino.
La revista es de primera línea; los vestuarios y escenografías nos dejan de nuevo con la boca abierta; la historia consigue sensibilizarnos; Lana Turner y Hedy Lamarr resultan fascinantes; y Judy Garland eleva su voz hasta el Olimpo cuando la oímos cantar “I’m always chasing rainbow”. El espectáculo está garantizado. Solo el gran James Stewart, tiene aquí un personaje ¡que da ganas de llorar!... ¡Pobre Sheila! (Luis Guillermo Cardona en Filmaffinity)
Trailler:
Calificación: 3 de 6.
viernes, 17 de noviembre de 2017
Wire in the Blood (Impulso sangriento) - (TV Series) -(2002/2008)
Impulso sangriento
Título original: Wire in the Blood (TV Series)
Año: 2002/2008
Duración: 90 min.
País: Reino Unido.
Dirección: Andrew Grieve, Peter Hoar, Declan O'Dwyer, Nicholas Laughland, Terry McDonough, Roger Gartland, Richard Curson Smith, Philip John.
Guion: Patrick Harbinson, Alan Whiting, Jeff Povey, Niall Leonard, Guy Burt, Charlie Fletcher, Simon Block (Novelas: Val McDermid)
Música: The Insects.
Fotografía: James Aspinall, Dominic Clemence, Sam McCurdy, Graham Frake, Tim Palmer.
Reparto: Robson Green, Hermione Norris, Simone Lahbib, Emma Handy, Mark Letheren, Alan Stocks, Doreene Blackstock, Tom Chadbon...
Productora: Independent Television (ITV)
Género: Thriller.
Sinopsis:
Serie de TV (2002-2008). 6 temporadas. 24 episodios. Serie basada en personajes creados por Val McDermid, los cuales son un psicólogo clínico, el Dr. Anthony "Tony" Valentine Hill (Robson Green), con una Inspectora Detective, originalmente Carol Jordan (Hermione Norris) pero posteriormente reemplazada por la Inspectora Detective Alex Fielding (Simone Lahbib) desde la cuarta temporada en adelante.
Comentarios:
La escritora escocesa Val McDermid, a la que se deben novelas como ‘Asesino de sombras’ y ‘Un eco lejano’, es un valor seguro en el género de misterio, una especie de Mary Higgins Clark británica. Sus historias, aunque puede que no se conviertan en clásicos inmortales, son siempre interesantes y enganchan, y por eso se entiende a la perfección que el canal ITV decidiese adaptar algunas de ellas para llevarlas a la televisión. Podría haber salido mal (eso lo sabe bien Higgins Clark), pero no ha sido el caso: la ITV ha hecho justicia a dos de los personajes más célebres de McDermid.
La serie ‘Impulso sangriento’ (‘Wire in the blood’), sigue los casos del doctor Tony Hill (Robson Green) y la inspectora Carol Jordan (Hermione Norris). Ambos forman un equipo perfecto, siendo él un psicólogo clínico experto en dibujar perfiles de criminales y ella una inspectora consagrada a su profesión.
El doctor Hill parece trabajar al modo del científico-escritor; cada vez que se da un acontecimiento complejo (un crimen de lo más rebuscado) él comienza a escopetear posibles teorías, “inventando” los posibles caminos, motivos y oportunidades que han podido llevar a la mente enferma de turno a cometer el acto brutal. Digo lo del científico-escritor porque a veces no está claro si el doctor ata cabos, fantasea o ata cabos a base de fantasear. Hay momentos en los que sus palabras parecen pura literatura (“... o sufrió una crisis nerviosa, a veces las personas intentan dejar atrás su antigua vida [...] el fuego puede ser un intento por recuperar el poder o el éxito en una vida en la que todo se ha descontrolado”), pero con el tiempo se descubre que nada de lo que dice o piensa en alto el protagonista son hipótesis vacías o cuentos descabellados.
Carol Jordan no se parece demasiado a su compañero; ella parece más “normal”, una mujer de trato más cercano, amable y sonriente, aunque igual de eficiente en su trabajo. Ella es la que pregunta eso de “¿pero eso no es posible, no?” cuando él suelta su nueva teoría, pues sus métodos tienen más que ver con los hechos y las pruebas, con tener los pies en el suelo y no imaginar. Ella trabaja con lo que está a la vista mientras él siempre intenta ir más allá, poniéndose en la piel del criminal y tratando de adivinar su próximo paso. Es eso que los diferencia en los métodos lo que los une y convierte en un equipo tan bien conjuntado.
‘Impulso sangriento’, con su duración de hora y media, tiene la oportunidad de adaptar las historias de Val McDermid con más libertad de movimiento. Hasta la fecha la serie ha tomado como punto de partida las novelas de la escocesa en dos ocasiones: en el episodio ‘El canto de las sirenas’ (basado en ‘The Mermaids Singing’’, 1995) y ‘Crecen las sombras’ (basado en ‘The wire in the blood’, 1997).
En lo técnico, la factura de la serie no tiene demasiado que envidiar a las de las ficciones estadounidenses actuales, ya que está todo cuidado hasta la meticulosidad. Siendo de temática criminal, a día de hoy es inevitable la comparación con ‘CSI’, con la que guarda más de un punto en común, pero hay que decir que, a pesar de no llegar a tan alto nivel, ‘Impulso sangriento’ tiene su propia personalidad y no desmerece elogios. Lo mismo hay que decir sobre Robson Green y Hermione Norris, que no son William Petersen y Marg Helgenberger pero cumplen con nota, en especial en el caso de Green, cuyo Tony Hill parece un curioso Hércules Poirot moderno, nacionalizado británico y metido a psicólogo.
Es curioso como en Estados Unidos las historias originales propician los guiones más impactantes y conseguidos (series como ‘CSI’ son la prueba de ello) mientras algunas novelas de misterio comerciales no encuentran espacio más que en forma de bochornoso telefilme. Val McDermid, cuyas novelas son bastante comerciales, se topó con la ITV británica. Tuvo verdadera suerte. Por duración, los episodios de ‘Impulso sangriento’ se pueden denominar tv-movies, de hecho como tal se han anunciado en España, pero no tienen nada en común con esos subproductos de sobremesa que nacen de los libros de autores estadounidenses comerciales como Mary Higgins Clark. (Publicado por Miguel Crespo en Ficción con T)
Trailer:
Calificación: 4 de 6.
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